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Bienvenidos y bienvenidas a esta segunda parte de la guía del perito psicólogo, en la que hablaremos sobre la cámara Gesell. Esta habitación, pues eso es de lo que se trata la susodicha cámara, tiene múltiples usos en psicología, por lo que con suerte los y las peritos que pudieran leer esto ya estarán al menos algo familiarizados con ella. En todo caso, decir que se trata de una estancia acondicionada para permitir a observadores externos a la misma, percibir lo que sucede dentro de ella sin que aquellos en su interior puedan verlos. Efectivamente, es una de esas habitaciones que tanto vemos en las ficciones policíacas, por lo que no os extrañará cuando os diga que presenta diversos usos en el ámbito de la criminología.

Por tanto, se compone de dos secciones diferenciados, separados por el famoso vidrio de visión unilateral, estando ambas comunicadas por equipos de audio y video para la grabación de lo que allí sucede y para poder comunicarse entre una estancia y otra. Su inventor, Arnold Gesell, la ideó para mejorar la manera en que se observaba a los niños y niñas durante experimentos psicológicos, pues la presencia de un investigador afecta notablemente la conducta de los sujetos (ej: sesgos de actuación, nervios, expectativas, etc.). En cuanto a su uso en el ámbito jurídico, no solo se usa para separar acusado de testigo, sino también para mejorar el análisis de la conducta de los sospechosos en interrogatorios y a la hora de tomar la declaración a menores, así como para analizar su testimonio, siendo este último caso el que más comúnmente se puede encontrar el psicólogo forense. No obstante, también se usa la cámara Gesell en medicina, educación, estudios de marketing y otras muchas disciplinas.

La Cámara Gesell y el testimonio de menores

Así pues, tenemos una habitación partida en dos segmentos completamente separados, creando dos ambientes que serán muy distintos. El primero de ellos estará destinado al menor, que estará solo con el psicólogo o psicóloga, por lo que idealmente contendrá además de mesa y sillas, lápices y hojas para dibujar y decoración que cree un ambiente en el que el niño se sienta lo más seguro posible. El segundo espacio, separado por el vidrio, es muy distinto. Desde él observarán su señoría, el fiscal, los letrados de ambas partes y a veces algún familiar del niño.

Una vez todos estén ya en su lugar, dará inicio la entrevista, realizada por el profesional en psicología, que deberá intentar obtener del menor toda la información relevante al caso. Como ya hemos comentado en innumerables ocasiones, dicha información puede ser tan traumática para el menor que el simple hecho de expresar los sucesos puede resultar harto doloroso, pero al tiempo son datos necesarios para esclarecer el caso. Por ello, se crea en estos casos un conflicto, en que hay que intentar esclarecer si el testimonio es o no verdadero, intentando siempre causar el menor daño posible al menor. Por ello, era inevitable que se terminara creando un protocolo de uso en estos casos, de ahí que será únicamente el psicólogo quien hable con el menor, evitándole tener que hablar con muchas personas desconocidas que le atosigarían y le harían sentir inseguro y amenazado. Además, se presupone que el psicólogo dispone de los conocimientos necesarios para hablar con el menor, introducir los temas sin causar trauma o minimizando este, preguntar sin introducir sesgos en las preguntas, etc.

Para lograrlo, la psicóloga realizará una entrevista semiestructurada como la que se usa normalmente en este tipo de casos, como si se tratase de una evaluación sin estar en la cámara. No obstante, la diferencia más importante es que esto se hará para recabar la mayoría de los datos del caso, los sucesos en general, pero los actores presentes en la estancia tras el espejo se comunicarán a partir de cierto momento, y por turnos, con la psicóloga. Lo harán a través de un teléfono, walkie, auriculares, etc., mediante los que le irán transmitiendo las preguntas que deseen que responda el menor. Así, cada una de las partes y su señoría transmitirán sus cuestiones y la psicóloga tendrá que reformularlas para esclarecer esos puntos del testimonio del menor.

Para el psicólogo, por tanto, la diferencia fundamental es que se va a saber observado durante todo su trabajo. Recomiendo recordar que si estamos convenientemente formados no vamos a tener ningún problema en realizar el trabajo, que en realidad es muy similar a una evaluación forense fuera de la cámara. La diferencia, claro está, son las preguntas que vamos a tener que formular por petición de terceros y que, lamentablemente, no tendrán tan en cuenta como nosotros el bienestar emocional del menor, sino que buscan exclusivamente esclarecer aspectos confusos del testimonio o incluso a veces desacreditarlos, buscando que se contradiga.

De nuevo, el sistema trata de lidiar con esta contradicción, pues por una parte se busca que el testimonio sea lo más completo y detallado posible, pero al tiempo la propia cámara Gesell pretende preservar el bienestar del declarante, evitando su revictimización dentro de lo posible. Nótese que si el proceso se hace correctamente, estaremos aunando en un mismo contexto las preguntas del perito, de los letrados de ambas partes y del juez, por lo que el menor ya no debería tener que enfrentar nuevas declaraciones en un futuro. No obstante, esto no siempre es así e incluso a veces se usa la cámara Gesell con menores que ya declararon ante el psicólogo en el pasado. Ya sabemos que el sistema jurídico, como todo en esta vida, no es perfecto.

Evitando la revictimización

Como sabemos, existen diversos factores que causan esa victimización secundaria de la que venimos hablando, en el ámbito del sistema jurídico-penal. Si, como evaluadores, queremos evitar ese sufrimiento innecesario en los menores, deberemos tener claros estos factores, para evitarlos. Así, encontramos:

  • Priorizar la búsqueda de la realidad del suceso, olvidando a la víctima y la atención que necesita, por lo que se despersonaliza el trato a la misma.
  • Falta de ajuste en la información relativa a los avances del caso, en los casos en que la víctima tenga edad apropiada.
  • Falta de un entorno agradable, de intimidad y protección, a la hora de declarar.
  • Exceso de tecnicismos jurídicos.
  • Falta de información sobre los roles jurídicos de los implicados.
  • Lentitud del proceso judicial e interferencia, a veces reiterada, con la recuperación y readaptación de la víctima.
  • Exigir la repetición del testimonio, ponerlo en entredicho y generar sentimientos de culpabilidad.

Por tanto, si lo que queremos es evitar, en la medida de lo posible, el efecto de estos factores en el declarante, el psicólogo deberá ejercer su función teniéndolos en cuenta. Por ello, nuestra actuación debe ir guiada por una serie de principios paliativos, que son aplicables tanto cuando actuamos en la cámara Gesell como en una evaluación pericial cualquiera:

  • Nunca olvidar a la víctima, dándole espacio para que piense sus respuestas, pueda admitir duda o falta de recuerdo sin recibir reproches, pueda realizar las preguntas que le vengan a la mente, etc.
  • Generar un entorno lo más agradable posible, que favorezca que el sujeto se relaje y esté a gusto. La cámara Gesell, si se aplica correctamente, presentará un ambiente ya dedicado a ello.
  • Responder a todas las preguntas que tenga la persona, siempre que esté en nuestra mano, o bien redirigirla a quien pueda respondérselas.
  • Evitar tecnicismos jurídicos que únicamente entorpecerían la comunicación. En la cámara, cuando los observadores al otro lado del espejo nos transmitan una pregunta cargada de estos tecnicismos, deberemos reformularla de tal forma que el o la declarante vaya a entendernos a la perfección.
  • Explicar quienes somos, para qué es la reunión, sobre qué se va a hablar y porqué, respondiendo a las dudas y aclarando los puntos que no se hayan entendido.
  • Cuando se nos designe un caso, realizar nuestra parte lo más pronto posible, para no entorpecer el avance del caso, que ya será de por sí bastante lento.
  • Realizar nuestra parte del trabajo lo mejor posible, de manera que disminuyamos la probabilidad de que sea necesaria una nueva declaración.

Nunca debemos olvidar, que incluso en casos en que es el propio declarante quien inició el proceso legal mediante denuncia, la declaración y demás evaluaciones son un proceso durísimo para la persona evaluada, más todavía si se trata de menores de edad. Por ello, debemos siempre intentar dar lo mejor de nosotros en estas intervenciones, realizando nuestra labor lo mejor posible, evitando así daños innecesarios en la persona. En cuanto a la cámara Gesell, es una herramienta más de las muchas que llegaremos a usar en nuestra carrera profesional, y una que cada vez se usa más en nuestra país, habiéndose instalado varias en años recientes tanto en la Comunitat Valenciana, como en otras partes de España. Esperemos que eso signifique que nuestro sistema judicial (y los medios que nos proporcionan para realizar nuestro trabajo y evitar daños innecesarios en la víctima) sigue mejorando día tras día.

 

Fuentes:

Arnold Gesell.

Cámara Gesell: ¿Qué es y para qué se usa en psicología? por Alicia Fernández Parra.

Cámara Gesell: ¿Qué es, para qué sirve y por qué se llama así? por Fernando Marcelo Martínez.

La cámara Gesell en la investigación de delitos sexuales, por Mariela Zanetta Magi.

Guía de buena práctica psicológica en el tratamiento judicial de los niños abusados sexualmente, por E. Echeburúa y I. J. Subijana.

Cámara Gesell: Una Herramienta para reducir la victimización secundaria en menores víctimas de delitos sexuales, por A. Del Águila Blanes.

 

Changeling es una película interesante por muchos motivos. Lo es, entre otras cosas, como obra audiovisual en sí, pero también por la forma en que ilustra todo lo siguiente:

  • Lo que es una investigación policial y aquello que sucede cuando esta no se lleva a cabo de forma eficiente.
  • Los efectos psicológicos que sufren quienes no solo son víctimas de un crimen sino que además no se les cree cuando declaran haberlo vivido.
  • Cómo a veces se prioriza dar por cerrado un caso en vez de resolverlo realmente.
  • El uso que, lamentablemente, se ha dado a veces a las instituciones psiquiátricas, como método de represión en lugar de recurso sanitario.
  • La importancia que puede tener un juicio, si este se realiza correctamente, como herramienta restitutoria, no solo a nivel individual sino también social.
  • Además de otros muchos aspectos interesantes a nivel psicológico y jurídico, y todo ello a través de la narración de un caso real.

Por eso me dispongo a realizar una revisión de esta historia, clarificando aquellos puntos que no me parece que la película logre reflejar certeramente, y dividiendo el análisis en tres partes. No es de extrañar, por tanto, que de aquí en adelante vayamos a hablar de cada detalle de Changeling (El intercambio, en España, y El sustituto en hispanoamérica), de su trama y de su final. Para empezar, hoy hablaremos del inicio del caso y de como el abuso de poder por parte del cuerpo de policía puede empeorar el estado de una víctima, en vez de mejorarlo.

Los Ángeles, 1928

Christine Collins era madre soltera en una época en que serlo era aún más complicado que a día de hoy. Vivía junto a su hijo Walter en la ciudad de Los Ángeles, trabajando en una centralita telefónica, por lo que a veces este se quedaba solo en casa hasta que ella regresaba. Como veremos más adelante, esto no era ni mucho menos porque no se preocupara por él, así que no es de extrañar su reacción cuando regresó a casa y descubrió que su hijo había desaparecido. Llamó a la policía y denunció la desaparición, ante lo cual se le dijo que enviarían a alguien pasadas veinticuatro horas si no había aparecido aún.

Lo suyo sería sentir alivio cuando la investigación policial se inicia formalmente, y más todavía cuando pasados cinco meses esta concluye con la aparición del menor. La entrega del mismo a su madre se hace ante la prensa, de manos del capitán encargado del caso, J. J. Jones. Sin embargo, lo que debería ser un final feliz se convierte en el inicio de una auténtica pesadilla, pues la Sra. Collins aseguró que aquel no era su hijo, aunque se le pareciera. Jones achacó su reacción a la tensión sufrida y dio el caso por concluido. Y a pesar de que Christine insistió en sus afirmaciones, como el muchacho afirmaba ser su hijo, el policía se desembarazó de ella una y otra vez, cuestionando sus capacidades como madre y su cordura.

Antes de proseguir explicando los sucesos que componen esta historia, me gustaría matizar alguna diferencia entre la persona de Christine Collins en la película y en la realidad, ya que si bien no hay nada que reprochar a la actuación de Angelina Jolie en la misma, su reacción cuando le es entregado su falso hijo fue algo distinta en la vida real. En la película, ella le comenta al capitán que ese no es su hijo, a lo que este responde que debido al trauma sufrido ella no lo puede recordar con claridad, y lo cual ella inicialmente acepta, aunque reticentemente. La realidad es que la verdadera Sra. Collins no era ni mucho menos una mujer que fuera a aceptar aquella clase de respuesta, sino que el policía tuvo que insistir y asegurarle que, si una vez en casa y habiéndose calmado y asimilado el shock sufrido, no reconocía aun al niño como su hijo, estudiarían entonces su caso.

Volviendo a nuestra historia, y como es de suponer, Jones no estaba dispuesto a aceptar su error (si es que se trataba de un error y no de algo más grave), ya que la resolución del caso le había servido para acallar las habladurías sobre la criminalidad descontrolada que habitaba la ciudad, y por ello se aseguró de que la prensa tomara nota de esta emotiva historia. Admitir que la Sra. Collins tenía razón le hubiera valido no solo las críticas de estos últimos, sino posiblemente un despido. Por ello, para evitar el bochorno, centró sus esfuerzos, en vez de en resolver el caso, en anular cada uno de los argumentos que Christine presenta, en intimidarla, criticarla, insinuar que realmente no quiere ser madre, y en amenazarla de forma sistemática.

Como resultado, a Christine no le quedó otra que callar… de momento . En realidad, y a espaldas de la policía, realizó su propia investigación para certificar que el problema no estaba en su cabeza, sino que ese niño no era Walter. Con facilidad, determinó que el niño no era tan alto como debería, y que además estaba circuncidado, cuando su hijo nunca lo estuvo. Además, lo llevó al dentista, quien certificó que su dentadura no correspondía con la de Walter, y ante su maestra, quien no tuvo dificultades en confirmar que el niño, fuera quien fuera, no era Walter. Y no solo eso, sino que mediante la ayuda de Gustav A. Briegleb, un influyente reverendo que se posicionó contra la policía de Los Ángeles, Christine consiguió hacer llegar su historia (la verdadera) hasta la prensa.

Llegados a este punto, el capitán de la policía tomó medidas drásticas. ¿Reabrió el caso? No, claro que no. Envió a la mujer, sin precisarse evaluación previa alguna, a un hospital psiquiátrico. Mediante esta jugada, no solo se desembarazó de Collins sino que a partir de ahí pudo «demostrar» ante la prensa que él tenía razón y la mujer no, pues su encierro en el hospital certificaría que estaba afectada de algún tipo de trastorno. Esta trampa le sirvió a Jones precisamente porque en esta época no era tan extraño que la policía enviara al manicomio a quien considerara peligroso sin requerirse evaluación previa, basando esta urgencia precisamente en dicha peligrosidad, valorada únicamente por ellos. Una vez dentro del hospital psiquiátrico, las personas en cuestión tenían dos opciones: Admitir que estaban equivocadas en su conducta y fingir que iban mejorando o bien persistir en ella y sufrir un maltrato sanitario que acabaría por producir en ellas los síntomas que en este lugar deberían haber curado.

Si parece extraño, algo sin pies ni cabeza, y un castigo inhumano, es porque lo es. Dedicaré la segunda entrada a este punto, pues merece tiempo para desarrollarlo. De momento quedémonos con que la Sra. Collins tuvo la suerte de haber mediatizado su caso justo antes de ser encerrada, y también de tener simpatizantes con suficiente influencia como para hacer ruido. El resultado es que Christine logró salir de allí relativamente indemne y pronto. Lamentablemente, no todo el mundo tuvo esa suerte, pero como ya he dicho, de ello hablaremos más adelante.

Su puesta en libertad acabó por encender más los ánimos, al ser una confirmación ante el público de que la madre de Walter no sufría ninguna alteración mental que le impidiera saber quien era su hijo. Así, empiezan una serie de manifestaciones que, gracias a una buena dosis de suerte y a otro policía que investigaba otro caso, llevan a que se unan los puntos y que se inicie un juicio para valorar el porqué de los actos de J. J. Jones. El juicio debió ser duro para el policía, sí, pero también lo fue para la propia Christine. Y es que un proceso judicial siempre es un mal trago, teniendo que revivir lo sufrido y explicarlo una y otra vez delante de quienes sabemos que van a valorar si lo que decimos es cierto o no, poniendo nuestro testimonio en tela de juicio. La diferencia es que Jones se lo buscó, por querer manipular la verdad en su beneficio, sin tener en cuenta todo el daño que causaría, y asumiendo que Christine sería débil y claudicaría, mientras que ella no se rindió y luchó para que la verdad saliera a la luz. Pero lo peor es que mientras esto sucedía, ella ya era consciente de que debido a la ineficacia policial quizás ya nunca encontraría a su hijo. Porque quienes debían ocuparse de encontrarlo prefirieron esforzarse en desacreditarla y en apuntarse méritos que nunca se habían ganado.

El resultado del juicio fue que la Corte de California condenó no solo a Jones sino también a su superior el comandante Davis, por negligencia y corrupción. Además a partir de esto se investigó el caso de varias mujeres encerradas en el hospital psiquiátrico por motivos similares al de Christine, siendo liberadas mediante orden judicial. Y aunque podemos considerar esto una victoria, solo lo es a medias, ya que el tiempo perdido en la búsqueda del niño fue inmenso, y una vez se investigó realmente el asunto ya era demasiado tarde. De hecho, simultáneamente a este juicio se celebró otro en el que se enjuiciaba a Gordon Stewart Northcott, caso del cual me ocuparé también más adelante, pero del que por ahora nos bastará decir que se trataba de un asesino en serie que escogía como víctimas a niños y que entre sus víctimas quizás pudo encontrarse el mismo Walter.

El mundo al revés

El destino de Walter es incierto, pero en todo caso su madre jamás logró encontrarlo, aunque se dice que nunca desistió en su empeño de hallarlo. Por tanto, no es una historia con final feliz, pero aun así es una de la que hay mucho que aprender. Y es que, las autoridades y la sociedad necesitan saber cómo influyen en las víctimas de un delito, pues aunque su cometido debería ser aliviar el sufrimiento de las víctimas, minimizarlo y evitar que este se prolongue más de lo necesario, la incompetencia (o en este caso, la negligencia pura y dura) pueden llevar a que el efecto producido en ellas sea justo el contrario.

De esta manera, quienes deben proteger y ayudar a las víctimas, pueden terminar dañándolas más si cabe, aumentando su sensación de desprotección ante un mundo hostil. Al fin y al cabo ¿Qué ayuda cabe esperar, si incluso quienes han de protegernos nos causan dolor? A decir verdad, hay que reconocer que tanto el sistema sanitario actual como los diversos mecanismos jurídicos han avanzado mucho en esta y otras áreas en las sociedades occidentales en los últimos años, aunque igualmente cierto es que queda un largo trecho por recorrer en este sentido.

Porque, sí, esto no solo se aplica al papel de la policía, sino también al de los diversos especialistas sanitarios que deben atender a las víctimas. El caso es extrapolable incluso a aquellas personas que sufren no por ser víctimas sino por padecer una enfermedad o trastorno concretos, ya que si en estos casos la persona que les atiende ignora su sufrimiento, le resta importancia o los trata negligentemente, lo esperable no es que mejore su situación, sino todo lo contrario.

Imaginemos lo siguiente. Hay un incendio en una casa. Dentro, una persona está atrapada, rodeada por el fuego. De entre las llamas, surge la imponente figura de un bombero, pero entonces, en vez se ayudarle, procede a pisotearle y luego se marcha sin más. Estoy bastante seguro que esta escena no figura en el imaginario de la mayoría. Un bombero que nos haga daño en vez de ayudarnos en momentos de necesidad resulta algo inconcebible. Entonces, ¿por qué buena parte del imaginario colectivo percibe que la corrupción es algo esperable y más o menos habitual entre las fuerzas del orden y en los diversos figurantes del proceso jurídico? ¿Por qué tanta gente desconfía de los tratamientos que les propone su médico? ¿O por qué percibimos que las personas que necesitan estar en una residencia por uno u otro motivo no estarán bien atendidas?

La respuesta es sencilla, pero dolorosa. Todos hemos oído de casos semejantes, y aunque un análisis detallado de la situación evidencia que estos no son la norma, también demuestra que existen, y solo por eso ya influyen en nuestra percepción colectiva de estos asuntos. Arrastramos pues, un largo pasado de negligencias y maltratos, y para poder superarlo no queda otra más que todos seamos conscientes de la gravedad de este tipo de actos y actuemos, cada uno en la medida en que pueda, para ponerles fin. Y esta responsabilidad no puede recaer solo en la sociedad y en denuncias individuales, claro está, sino que a de nacer de los propios profesionales, quienes tenemos un gran impacto en las vidas de las personas con las que trabajamos. Al fin y al cabo, cualquier acto judicial que cause más daño a las víctimas en vez de aliviarlo no es justicia. Y justicia es tanto lo que queremos y como lo que necesitamos.

Parte 2: Próximamente.

Parte 3: Próximamente.​

El mundo de las ciencias forenses es harto interesante y lleno de historias de las que podemos aprender siempre algo. El caso que traigo hoy no tiene una relación directa con la psicología pero, como veremos, las y los peritos también podemos aprender algo al respecto.

Se trata ni más ni menos del caso de «La mujer sin rostro», una misteriosa criminal que cometió diversos asesinatos desde el año 1993 al 2009, a lo largo de Austria, Francia y Alemania, además de participar en multitud de otros crímenes de todo tipo. Esta criminal, que trajo de cabeza a la policía alemana durante años, se volvió increíblemente mediática y fue conocida también por el apelativo de la «Fantasma de Heilbronn».

Durante más de década y media, la fantasma tuvo en jaque a las fuerzas del orden de tres países, demostrando que podía tratarse de una de las criminales más peligrosas de la historia.

Y durante todos esos años sólo hubo una cosa que atara todos estos casos: un rastro de ADN encontrado en hasta cuarenta escenas del crimen, delitos de todo tipo. Los investigadores pronto entendieron que se enfrentaban a una mente criminal digna de la más increíble de las películas del género policíaco. No sólo era que esta mujer tenía un historial delictivo más largo que la bufanda de un jirafa, sino que se movía por el país (y más adelante incluso internacionalmente) sin que nadie pudiera detectarla jamás hasta que ya era demasiado tarde.

Una criminal como ninguna otra.

Normalmente al relatar casos nos solemos centrar en asesinos en serie o en criminales con otro tipo de perfil definido, que tiende a realizar un delito de forma reiterada o bien varios tipos de crimen relacionados entre sí, pero el caso de la fantasma es bien distinto. Su ADN parecía encontrarse no solo en escenarios de homicidio, sino también en robos de guante blanco o en altercados con armas de fuego entre bandas. Aparentemente, era como si esta mujer fuera una maestra del crimen, una mafiosa del más alto nivel que además se ocupaba ella misma de realizar muchas de sus operaciones.

La primera vez que la policía tuvo constancia de la existencia del fantasma fue en mayo de 1993, cuando una pobre anciana murió estrangulada en la ciudad de Idar-Oberstein. La asesina no dejó huellas ni evidencias de otro tipo, solo su ADN.

Años después, en Friburgo se da un caso similar, también una estrangulación y de nuevo un crimen casi perfecto, en el que la única pista era el rastro de ADN de esta misteriosa individua. Viendo que esta persona podía haber cometido otros delitos similares, se empieza a buscar su ADN en otros casos semejantes y la sorpresa fue que su presencia estaba por doquier ¡y no no sólo en casos de estrangulamiento!

El rastro genético de la misteriosa asesina sería encontrado a lo largo de los años en diversos objetos de otras tantas escenas del crimen: en un cajón en una casa allanada, en los restos de una galleta en un camión robado y en otros veinte vehículos robados más. Incluso sucedió que unos padres denunciaron con entendible enfado que su hijo había encontrado una jeringuilla con heroína en un parque, y dicha jeringuilla tenía ADN del fantasma. Durante un tiempo se llegó a pensar que sería esta la pista que llevaría a los investigadores hasta ella, pero esto también quedó en nada, ya que la jeringa solo se relacionó con el caso mucho tiempo después de haber sido encontrada y por ello era imposible seguir su rastro.

La conclusión a la que se llegó fue que esta despiadada criminal no presentaba un patrón claro en sus actos, no respondía a un perfil estable excepto, quizás, a un deseo patológico de notoriedad. Eso explicaría por una parte que decidiera implicarse en todo tipo de crímenes, así como que siempre se encontrara como única prueba de su presencia el ADN. Al fin y al cabo, su existencia se hizo famosa (y pronto se empezó a tachar a las fuerzas policiales de incompetentes por no poder detenerla), y el que esa fuera siempre la única prueba casi parecía apuntar a que se ocupaba con gran maestría de no dejar ni una pista excepto siempre la misma, como si así dejará su marca de identidad al tiempo que sabía que sólo con eso jamás darían con ella. Por tanto, el ADN sería, según la terminología usada en criminología, su «firma», su forma de marcar su autoría sobre los hechos.

Se llegó a pensar que la criminal dejaba el ADN expresamente en las escenas del crimen a modo de burla: «Atrapadme si podéis».

El perfil criminal que se le atribuyó era el de una persona peligrosa y brutal, aunque cuidadosa en extremo, pero a la vez errática. Se decía de ella que debía ser una enferma mental, una psicópata, así como una adicta, pero también una persona de gran inteligencia (esto último era en cierta manera, necesario para las fuerzas policiales, pues lo contrario hubiera sido admitir que no eran capaces de capturar a una delincuente de inteligencia promedio o incluso inferior).

Un caso cada vez más complicado.

Un caso de lo más rocambolesco, pero lo peor estaba aún por llegar. Es en 2006 cuando gracias a un testigo se logra obtener un retrato robot de esta persona, pues la logró ver rompiendo el cristal de una vivienda en la que se introdujo y dentro de la cual se encontró, de nuevo, su ADN. No obstante, lo que debía haber sido una pista a la que aferrarse para hacer avanzar el caso no hizo más que complicarlo, pues el retrato robot era el de un hombre. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Era el individuo avistado un mero cómplice? ¿Utilizaba la mujer sin rostro cómplices a los que instruía para dejar su ADN y así confundir a la policía? ¿Se trataba el fantasma de un hombre e iba dejando por ahí ADN de una mujer para despistar? ¿Era acaso la mujer sin rostro en realidad un hombre trans? ¿O es que la fantasma era una maestra del disfraz y por eso nunca era detectada?

El retrato robot obtenido, que en vez de hacer avanzar la investigación sólo hizo que volverla más y más confusa.

Fuere como fuere, el caso pasó de ser famoso a ocupar todos los titulares cuando, en 2007, una joven agente policía de 22 años fue asesinada de un tiro en la cabeza, quedando su compañera en coma, pues ambas estaban en el coche patrulla cuando fueron atacadas. Desafortunadamente, la superviviente despertó del coma sin memoria de lo sucedido, por lo que fue incapaz de informar sobre quién las había agredido.

Por mucho que se buscó posibles agresores, no se encontró a nadie con un móvil que pudiera respaldar la agresión. Así las cosas, el caso hubiera sido archivado de no ser porque… efectivamente, se encontró de nuevo el dichoso ADN de la mujer sin rostro. El problema es que a pesar de que a partir de ese momento ya podía relacionarse con nuestro caso, seguía sin haber un móvil plausible. ¿Había sido una agresión realizada con la única intención de provocar a la policía? ¿O es que las víctimas habían dado con alguna pista que podría haberles llevado a resolver el caso eventualmente?

Este fatídico suceso acaeció en Heilbronn y de ahí le viene el segundo apelativo a la asesina, que desde ese momento fue conocida como «El fantasma de Heilbronn».

Monumento erigido en memoria de la agente Michéle Kiesewetter, policía en Heilbronn.

La policía en jaque.

Este último asesinato conmocionó al país entero y puso en evidencia a la policía alemana, que debió tomarse el caso como algo personal. Según sus propios cálculos aquel caso había costado ya unas 20.000 horas de trabajo policial, así como una inversión de 25 millones de euros entre sueldos, material y demás. Llegados a este punto, se fueron ofreciendo recompensas hasta que esta ascendió hasta los 300.000€ para quien pudiera ofrecer una pista que les ayudara a esclarecer el asunto.

Y no es para menos. Habiendo saltado el caso a la fama la prensa pronto sacó a la luz informaciones de lo más extrañas. Por ejemplo, en Francia se encontró su ADN en el arma de un robo en que nadie había visto mujer alguna. Teniendo en cuenta el retrato robot con el que se trabajaba no era tan extraño, pero seguía añadiendo más misterio a a la leyenda de la mujer sin rostro. Se habla mucho de que no existe el crimen perfecto, pero la prensa llegó a la conclusión de que se encontraban ante él. El apelativo de «fantasma» le venía que ni pintado.

Y su fantasmagórica mano siguió moviéndolo todo desde las sombras. En el año 2008 se vuelve a detectar su ADN en un triple asesinato en el que para complicar aún más el asunto se encontraron unos claros culpables que negaron en todo momento que ninguna mujer tuviera relación con el crimen. ¿Acaso temían las represalias de esta diabólica mujer si la delataban?

Durante este mismo año volvió a ser detectada en varios robos y allanamientos de morada en diversas ciudades de Alemania, así como en un nuevo asesinato.

Llegados a este punto las alarmas deberían haber saltado ya hacía tiempo, pero en todo caso lo hicieron cuando el ADN de marras apareció en una reyerta familiar… en una taza. ¿Qué diantres pintaba allí el omnipresente material genético? Se dice que fue en este momento cuando alguien entre los investigadores se formó una nueva teoría, que se vería reforzada cuando en 2009 el ADN fue encontrado por enésima vez en el cuerpo quemado de un residente en Francia que demandaba asilo, cosa que parecía más que improbable, ¿no?

La verdad tras el fantasma.

No se muy bien quien tuvo la idea, pero tras una comprobación exhaustiva se probó qué tenía en común el procedimiento de recolección de muestras de todas las escenas del crimen mencionadas y… Bueno, la respuesta es cuanto menos anticlimática: los bastoncillos de algodón usados para recoger muestras, bastoncillos que salían todos ellos de la misma fábrica y que se usaban en todos los países en que había hecho acto de presencia el ADN. Parecían estar todos ellos contaminados, probablemente por alguna trabajadora de la susodicha fábrica. En resumen, nunca existió la mujer sin rostro y el material genético simplemente pertenecía a una trabajadora anónima sin relación alguna con la lista de crímenes, lo cuales en realidad no tenían nada que ver unos con otros.

Así pues, sólo quedaba buscar en la empresa a la responsable de todo este desaguisado, lo cual parece ser que también fue una verdadera odisea, además de iniciar una batalla por determinar de quién era la responsabilidad en todo este asunto, si de la trabajadora, de la empresa fabricante o de las fuerzas policiales que podían haber llegado a esta conclusión mucho, mucho antes. Sea como sea, en 2009 se cerraba el caso (o lo que diantres sea este esperpento), dejando de un plumazo decenas de crímenes sin resolver y una imagen de los investigadores de incompetencia total.

Si algo hubiéramos de rescatar de todo esto, sería aprender que necesitamos ser extremadamente rigurosos si trabajamos en el ámbito forense. Un error puede llevar a grandísimas perdidas (materiales e inmateriales). No se trata sólo de las grandes sumas de dinero invertidas en un caso que no iba en ninguna parte, ni tampoco de las miles de horas de esfuerzo policial que quedaron en agua de borrajas, sino de la ingente cantidad de casos a los que en su día se atribuyó la autoría a la inexistente mujer y que a día de hoy es muy posible que ya no puedan resolverse, quedando los culpables libres para siempre.

Podríamos pensar que el que se den errores tan graves como este debe ser algo más bien raro, pero cabe recordar que el fantasma fue el azote de la policía de tres países durante casi dos décadas, por lo que nadie nos puede asegurar que otros errores semejantes no puedan estar dándose a nuestro alrededor, en nuestro país, sin que nos demos cuenta.

Acerca de este asunto, K. Ramsland, especialista y profesora universitaria de psicología forense, comenta que «pese a que el análisis de ADN es un procedimiento científico fiable, no es inteligente basar nuestras investigaciones solamente en él». De la misma forma y trasladando esta moraleja a la propia psicología forense, deberemos ser muy cautos con los procedimientos que utilizamos, así como con la forma en que los usamos. A la hora de realizar una evaluación psicológica, es muy importante escoger los instrumentos que más se adecuen al caso en cuestión y, en caso de que los resultados puedan ofrecer cualquier clase de duda, no podemos nunca conformarnos con la primera hipótesis aunque todo apunte a ella, no al menos hasta que desterremos todo asomo de duda de nuestra investigación. Recordemos que el ámbito de la psicología en el contexto criminal es uno donde las mentiras y el subterfugio están mucho más presentes que en la vertiente clínica.

Así mismo, debemos recordar que los cuestionarios, modelos de entrevista y test psicométricos que utilizamos no son ni muchos menos herramientas exactas. Por ello, la única forma de poder usarlos con un margen adecuado de confianza (y de hecho, la forma en que se pensó que se usarían al ser diseñados) es siguiendo unos protocolos muy estrictos y combinándolos con otras pruebas similares para confirmar así los resultados, la coherencia entre ellos y la compatibilidad entre los mismos.

Desgraciadamente, no pocas veces me ha tocado revisar casos en que la evaluación psicológica forense era un auténtica chapuza, hecha con prisas o dando por bueno el testimonio a la primera a pesar de que hubieran incoherencias o aspectos que merecieran esclarecerse, fuera esto por dejadez o por haberse dejado llevar por simpatías hacia los investigados. Y si algo nos ha enseñado el caso de la fantasma de Heilbronn es que este tipo de descuidos es inadmisible. Al fin y al cabo, no debemos complicarle más aún las cosas a la justicia, que bastante difícil lo tiene ya a veces de por sí.


 

Fuentes:
La recompensa por la «Asesina fantasma» alcanza el récord de 300.000€.
La mujer sin rostro deja a la policía alemana en la oscuridad.
Alemania a la caza de la asesina conocida como «La mujer sin rostro».
The Forensic Psychology of Criminal Minds, por Katherine Ramsland.
Alemania busca a al/la asesino/a fantasma.

 

 

Tanto en psicología clínica como en el ámbito jurídico, el trastorno facticio y la simulación son dos condiciones muy significativas y a tener en cuenta. Ambas se caracterizan por la presencia de síntomas fingidos o producidos de forma intencional (físicos o psicológicos). La diferencia principal entre ambos es que en caso del facticio no existen incentivos externos claros, fingiéndose los síntomas por el mero hecho de querer asumir el papel de enfermo. En la simulación, por su parte, el sujeto obtiene un beneficio directo, como pudiera ser una compensación económica.

Los síntomas, en ambos casos, pueden ser inventados, falsificados, autoinfligidos o ser una exageración de una condición previa real. Quejas habituales son: ánimo deprimido, ideación suicida, problemas de memoria, alucinaciones, síntomas disociativos, dolores, naúseas y vómitos, mareos, pérdidas de conciencia, fiebre y hemorragias. Muchas veces los síntomas de carácter físicos son secundarios al consumo de fármacos o sustancias, que son tomados precisamente para causarlos.

Trastorno facticio

También se le denomina «Producción intencionada o fingimiento de síntomas o incapacidades somáticas o psicológicas», e incluye  el llamado «Síndrome de Münchausen» y el «Paciente peregrino», que es aquel que va cambiando de especialista y consulta cada vez que detecta que se sospecha de sus síntomas, prolongando así su estatus de falso enfermo. El síndrome de Münchausen, por su parte, sería la forma más grave y crónica del trastorno facticio, caracterizada por mitomanía (mentira patológica) y de ser capaz de provocarse los síntomas físicos más graves con tal de lograr prolongar la farsa. Este termino debe su origen a Richard Asher, denominándolo así por el barón alemán Von Münchausen y las exageradas y fantásticas historias a que dio lugar.

Sabremos que nos encontramos ante un caso de trastorno facticio cuando la persona cumpla los siguientes requisitos:

  • Falsifica o finge signos o síntomas, o bien se lesiona.
  • Estos son usados para adoptar ante los demás el rol de enfermo, incapacitado o lesionado.
  • Dicho comportamiento de engaño se realiza aunque el sujeto no obtenga una recompensado clara.
  • Todo lo cual no es explicado por la presencia de otro trastorno mental.

No es raro que estos pacientes posean un conocimiento médico muy por encima de la media, así como de las rutinas del personal sanitario y del normal proceder de las distintas pruebas, ya que llega un punto en que las han vivido repetidamente y por ello las conocen bien. Además, al narrar sus síntomas tienden a hacerlo de un modo especialmente dramático y con explicaciones vagas, así como con inconsistencias si se les piden más detalles.

¿Y si se les enfrenta con pruebas de que sus síntomas son ficticios? Lo más habitual es que lo nieguen, se muestren ofendidos y se marchen, buscando eventualmente ser atendidos en otro centro. En consecuencia, son casos que lamentablemente muchas veces quedan sin tratar, quedando afectadas sus capacidades laborales y sociales.

Trastorno facticio por poderes

Dentro del trastorno facticio encontraríamos a su vez varios subtipos, como aquellos casos en que el sujeto presenta signos y síntomas psicológicos, aquellos en que estos son físicos, y aquellos en que se combinan ambos tipos. Además, encontraríamos el infame trastorno facticio por poderes (o Síndrome de Münchausen por poderes), que es el nombre que damos a aquella situación en que alguien (prototípicamente un padre, madre o ambos) provoca en otra persona (habitualmente su hijo/a) los síntomas, buscando que estos adopten el rol de enfermo (y ellos el de cuidador). Un elemento notablemente habitual en estos casos es que el mencionado cuidador se suele negar a dejar al cuidado en el hospital sin su compañía, pues los síntomas desaparecerían. No es raro que, pese a su comportamiento superficial y verbalizaciones, muestren escasa preocupación real (en tanto que saben que ellos controlan los síntomas).

Al realizar las diversas pruebas médicas, es habitual que los resultados y diagnósticos sean incongruentes con los síntomas en sí y con la información que facilitan estos mal llamados cuidadores, lo que causará confusión entre los médicos. En este caso, por cierto, el diagnóstico se aplica sobre el autor de los actos ¡no sobre la víctima, la cual recibe en todo caso el diagnóstico de víctima de abuso)!

Tratamiento

Autores como Viederman consideran que el trastorno facticio tendría su origen más probable en unas relaciones sociales anómalas durante la infancia y juventud, sobre todo con las figuras parentales y las de autoridad. Cuando la persona crece sin los cuidados apropiados, con carencias emocionales o incluso siendo víctima de abusos y/o abandono, aumentarían las probabilidades de desarrollar más adelante el trastorno. Por ello, entre estos pacientes es común encontrar que en su pasado han sufrido carencias de este tipo.

En cuanto al tratamiento del mismo, puesto que como se ha dicho suelen escabullirse en cuanto se les sugiere que sus síntomas son fingidos o provocados, en su mayoría quedan sin tratar. En cualquier caso se han planteado dos enfoques distintos.

En primer lugar, el confrontativo, que consistiría en mostrar al sujeto de forma clara las pruebas de que sus síntomas son fingidos. Si buscamos que esta confrontación sea menos punitiva, se le puede plantear que sí sufre una enfermedad, pero que esta es de carácter psicológico, explicándole entonces qué es el trastorno facticio. Buscamos con ello reconceptualizar los síntomas y mentiras, ofreciéndole al paciente la atención que demanda y un tratamiento que sí será el correspondiente a su condición real.

En segundo lugar, el no confrontativo. En este enfoque encontramos las interpretaciones inexactas, en las que se le plantea al paciente los procesos y mecanismos psicológicos del trastorno facticio sin llegar a confrontar los síntomas como falsos, sino simplemente dando cuenta de su origen mental. Por otra parte, el llamado doble cebo consiste en plantear un tratamiento psicológico contra el estrés, aludiendo a que si los síntomas no mejoran se descartarán otros trastornos y por ello se diagnosticaría el facticio.

Simulación

Al principio del texto hemos mencionado otra condición, la simulación. En este caso, el sujeto también presenta síntomas o signos físicos o psicológicos que simula o se autoinflinge, con la diferencia de que en este caso se hace buscando un beneficio directo específico, como pudiera ser una compensación económica o la evitación de ciertas obligaciones, entre otros. Por ello, la «enfermedad» desaparece una vez logrado este objetivo, normalmente de forma brusca. Además, y si bien una misma persona puede mantener una patrón de simulaciones repetidas a lo largo del tiempo, al contrario que el trastorno facticio, la simulación no implica presencia de grado alguno de psicopatología, por lo que puede darse en sujetos sanos por completo.

Aún así, se trata de comportamientos más comunes en personas con escasa autoestima y habilidades sociales, con inadaptación laboral y rasgos de personalidad dependientes y/o antisociales. Con todo ello, no es de extrañar que lo más común cuando se les acusa de fingir sus síntomas no sea simplemente marcharse, como los aquejados del trastorno facticio, sino que se enfadan y se muestran hostiles.

Para detectar estos casos hay que estar atento a elementos como:

  • Síntomas vagos, mal definidos y que no se ajustan a los que presentan las entidades diagnósticas conocidas.
  • Además, estos tienden a ser exagerados, excesivos y con un cierto cariz teatral.
  • Las lesiones suelen ser autoinflingidas, por lo que ante la sospecha será un especialistas forense quien deba analizarlas.
  • Solicita que se le receten sustancias que suelen ser usadas para su abuso.
  • El sujeto no se muestra cooperativo respecto a la repetición de pruebas o al tratamiento.
  • En las pruebas se detectan sustancias y fármacos que no fueron recetados.
  • En la historia clínica hay antecedentes de lesiones y accidentes similares.
  • Los resultados de las pruebas no explican el cuadro clínico.
  • Presenta un trastorno de personalidad antisocial.
  • Hay evidencia de que el paciente obtendrá beneficio económico o de otro tipo en caso de ser diagnosticado.
  • Hay evidencia de que el paciente evitará una situación desagradable o una responsabilidad legal en caso de ser diagnosticado.

Sin embargo, ninguno de estos elementos es necesario ni suficiente para determinar que estamos ante un caso de simulación. En suma, tanto para esta como para el trastorno facticio, el especialista deberá permanecer alerta y ser minucioso en su evaluación, sobre todo en aquellos contextos en que es más probable que se den este tipo de situaciones (como sería el entorno jurídico en el caso de la simulación).

La coordinación de parentalidad es un término aún relativamente desconocido debido a su reciente creación, pero que cada vez nos encontramos más en el ámbito de las disputas legales entre padres y madres. Es, por tanto, un concepto nacido en el ámbito jurídico, que se refiere a un proceso en que una figura neutral y especializada (el/la coordinador/a de parentalidad) ayuda a los progenitores separados o divorciados a dirimir sus disputas cuando estas afectan a los hijos e hijas que tengan en común. El proceso suele iniciarse por orden del juzgado, aunque puede serlo por propia iniciativa de los padres. Se emplea, sobre todo, cuando existe entre ellos un alto nivel de conflicto o litigio y este afecta o puede afectar a los menores involucrados.

En palabras de D. K. Carter (2012) se trata de «una intervención centrada en el menor, para padres divorciados o separados cuyos hijos se encuentran en riesgo por la exposición al conflicto presente entre ellos». El concepto de coordinación de parentalidad tiene su origen en los juzgados de familia estadounidenses de finales del siglo pasado, donde de forma paralela en cada estado van surgiendo diversas figuras que terminarán confluyendo en la que hoy nos atañe. En la actualidad, en dicho país la medida está regulada o recogida en la jurisprudencia en la mayoría de sus estados.

El desarrollo en otros países se ha ido alimentando de los avances en E.E.U.U, así que no es de extrañar que los siguientes en tomar medidas similares fueran Canadá y algunos países iberoamericanos como Argentina. De un modo u otro, todos estos avances han acabado por llegar a nuestro país, empezando por un programa piloto en Sabadell, en el año 2013, al que seguirán otros tantos como el implementado en Barcelona en los años siguientes.

En cuanto a la Comunidad Valenciana, desde 2016 ANEFAM y ASEMIP colaboran en un exitoso programa de coordinación de parentalidad, mientras que la segunda lleva adelante un proyecto similar en Alicante.  En Valencia se inició en 2017 también un programa piloto de estas características.

Con todo ello, no es de extrañar que los colegios de psicólogos de Cataluña y la Comunidad Valenciana hayan sido los primeros en implementar listados oficiales de profesionales formados para realizar esta labor, quedando a disposición de los distintos juzgados para intervenir cumpliendo esta función cuando se determine que es necesario.

Siendo como es este un tema de interés candente dentro del mundo de la psicología jurídica, seguiré hablando de él en futuras entradas. De momento, para toda aquella persona que quiera profundizar en el tema, le recomiendo el «Manual de coordinación de parentalidad» de Vázquez, Tejedor, Beltrán, Antón y Delgado, del cual se han extraído buena parte de estos datos.

Feminismo. Un término que cada vez parece oírse más, habiendo quien hace de él un objetivo a lograr y quienes se oponen a ello. Definimos como feminismo el principio de igualdad de derechos entre hombres y mujeres, así como el movimiento social que lucha la realización efectiva de dicho principio. En materia feminista se ha avanzado mucho en los últimos años, aunque queda mucho más por lograr. Por ello, las huelgas, concentraciones, manifestaciones y otras actividades con el feminismo y la mujer como eje central deberían ser motivo de orgullo y alegría, pero es evidente que no todo el mundo piensa igual.

Y es que en el otro lado del espectro ideológico encontramos personas de ambos géneros mostrando su repulsa a todas las actividades antes referidas y a cualquier otra que se pueda etiquetar como feminista. No son pocos los mensajes que podemos encontrar expresando que «necesitamos menos feminismo y más igualdad». Y si bien afirmaciones como esta darían para un artículo propio, hoy prefiero no ahondar en el tema y centrarme en otro relacionado del que se ha hablado menos: los incel.

¿Qué es eso de incel?

Quizás sea pertinente una pequeña introducción al concepto, el cual proviene del inglés «involuntary celibate» o célibe involuntario en castellano. Este término designa un grupo social compuesto mayormente por hombres heterosexuales, que manifiestan sus quejas respecto a que no logran mantener relaciones sexuales. Dichas quejas suelen ser expresadas sobre todo en entornos virtuales, habiendo ido cogiendo fuerza como movimiento reaccionario al feminismo.

Pero, ¿cómo se relacionan ambos fenómenos? Esto sucede debido a que los incel normalmente se sienten resentidos con las mujeres al considerar que lo que les sucede es culpa de ellas. Y si bien esta «culpa» puede tomar muchas formas, este grupo social tiende a manifestar comportamientos y actitudes misóginos, justificando la violencia contra las mismas. A esto hay que añadir que también suelen sentir resquemor frente a los hombres que no comparten «su condición», aquellos que según creen han tenido la suerte de nacer con atributos que los hacen más deseables.

Explicado así, en frío, puede parecer algo delirante, pero demuestra ser motivo de preocupación cuando al buscar «incel» en Google Noticias lo que encontramos (en el momento de escribir este texto) en la primera página de resultados es lo siguiente, en orden de aparición:

  • Varios reportajes sobre Nido.org, un foro dedicado exclusivamente a compartir material sexual sin permiso (véase pornovenganza), a veces inclusive relativo a menores.
  • El boicot a Capitana Marvel, por el mero hecho de ser esta película protagonizada por una mujer.
  • Información sobre Lamuel Lukas Luis Donoso Moscheni, administrador del mencionado foro.
  • Un tiroteo reciente orquestado por este grupo social en el cual murieron dos mujeres.
  • Un reportaje que resume varios ataques y atentados como el antes citado.

Si realizamos una búsqueda similar en la versión inglesa de la web, los resultados no son más halagüeños, como tampoco lo son si avanzamos más allá de la primera página de resultados. Siendo como es este un fenómeno en auge, lamentablemente, no es difícil encontrar información más extensa al respecto. El patrón es casi siempre el mismo, el de hombres con escasas habilidades sociales y por tanto aislados, que nunca han mantenido relaciones sexuales y que encuentran en foros como el ya mencionado una comunidad que respalda y valida su forma de sentir y pensar, retroalimentando sus actitudes y comportamientos nocivos, aumentando cada vez más su odio hacia las mujeres y hacia todo aquel que no les dé la razón.

En no pocas ocasiones achacan su soledad a su aspecto físico, considerando que el mundo (las mujeres) es superficial y que eso les condena a un destino injusto. El hecho que se reúnan en internet agrava el problema, pues con el anonimato que proporciona un seudónimo se sienten con ánimos de expresar sin límites su odio, que no solo toma forma de misoginia, sino también de misantropía y xenofobia, entre otros. Hemos de suponer que la inmensa mayoría de ellos jamás concretará dicho odio en conductas violentas explícitas (aunque una cantidad relativamente alta de ellos sí lo hace), pero el problema va incluso más allá del las explosiones de agresividad.

El discurso de la subcultura incel habla de organizar un contraataque contra las mujeres, de privarlas de su libertad sexual (puede parecer que exagero, lo sé), llegando a afirmar que sería lo justo para así garantizar que ellos tuvieran cubiertas sus necesidades en este sentido. Son ideas muy extremas, pero la comunidad online que forman las refuerza hasta que ya no se sienten solos en ellas, tomando cada vez más fuerza y radicalizándose debido a la camaradería que se forma entre ellos y gracias al efecto cámara de eco valida su forma de pensar. Lógicamente, los miembros de estas comunidades no se llevan siempre bien con todos, pero con una autoestima afectada y habilidades sociales limitadas, se seguirán sintiéndo más cómodos entre ellos al no recibir censura o reproches por su parte y sí aceptación.

Hay que entender que incel no equivale a odiar a las mujeres, ni odiar a las mujeres te convierte en incel, pero con un breve vistazo a alguno de estos foros resulta absurdamente sencillo comprobar que en ellos se promueve dicho tipo de ideario: misoginia, autoindulgencia y autocompasión, rabia acumulada que desea ser expresada como venganza. Lo llaman la rebelión de los incels o el alzamiento beta, entre otros apelativos. ¿Que qué es un beta? Es otro término con el que muchos de ellos se autodenominan, como contraposición a los «alphas», los hombres que sí son escogidos por las mujeres como parejas, según ellos por tener la suerte de ser más guapos, poseer mejor posición económica, etc. Como vemos, la ideología posee un fuerte componente de autodesprecio.

Un usuario demanda el alzamiento beta, pidiendo que se asesine no solo a mujeres de forma azarosa, sino también a alguna feminista conocida para así enviar «el mensaje».

No hace falta ser un experto en movimientos sectarios peligrosos para darse cuenta que los grupos incel reúnen suficientes de sus características como para ser preocupantes. No es de extrañar que el Southern Poverty Law Center (organización especializada en el estudio de las ideologías de odio y su prevención) añadiera la «supremacía masculina» a su particular lista, destacando dentro de ella a los grupos incel. Keegan Hankes, investigador de dicha organización, informaba muy preocupado que en los foros incel leía discursos más violentos incluso que los que suele encontrar en los foros de temática racista. Explica además que dichos discursos suponen un grave peligro, pues los individuos que hasta el momento de leerlos no hubieran tenido pensamientos violentos empezarán a exponerse a ellos en una dosis altísima, lo cual les afectará seguro.

Hace ya aproximadamente un año, un hombre llamado Alek Minassian perpetró un ataque en Toronto, atropellando a diez personas con una furgoneta, de las cuales ocho eran mujeres. Podría haberse tratado de un fatídico accidente, pero no es el caso. Días antes, Minassian había escrito en redes un mensaje preocupante. Rezaba tal que así: «¡La Rebelión Incel ha comenzado! ¡Derrocaremos a los Chads y Stacys! ¡Saludad al grandioso caballero Elliot Rodger!».

En la terminología de estos grupos, un Chad es lo mismo que un alpha, es decir, un varón sexualmente atractivo, aunque el término es susceptible de aplicarse a cualquier hombre que no sea un incel. Por su parte, el término Stacy es usado por esta comunidad para referirse a las mujeres que consideran sexualmente atractivas y que según ellos solamente tendrán relaciones con los «Chad». Además, el nombre con el que se refieren al resto de mujeres es «Becky», considerando que ya que estas «no podrán» relacionarse con Chads, «el orden natural» dicta que deben relacionarse con ellos (los incel) y que al no hacerlo están agraviándoles y contradiciendo dicho «orden». Y si esto ya de por sí es grave, deberíamos saber que no son los términos más graves que usan para referirse a las mujeres. Podemos afirmar pues que se trata de grupos en cuya raíz encontramos grandes dosis de autocompasión, resentimiento, desprecio y odio.

En cuanto al nombre citado por Minassian, Elliot Rodger, se trata de otro terrorista incel que cometió su crimen en el año 2014, una especie de mártir para la comunidad incel, como se deduce del empleo del apelativo «grandioso caballero» para referirse a él. Tras su propio ataque, Minassian era también reverenciado por buena parte de la comunidad incel, aunque el resto de la misma manifestaba sus quejas respecto a que no hubiera hecho mucho más. No reproduciré ninguno de dichos mensajes por motivos evidentes.

No obstante, si Minassian prácticamente había anunciado su ataque en redes y ya existían varios precedentes ¿cómo es que no se le detuvo a tiempo? ¿Cómo es que este no es un problema al que se le dedica más atención? En buena parte es debido a que la sociedad no los percibe como un peligro real, precisamente por la visión hipermasculinizada imperante. Sin darnos cuenta, despreciamos el papel que puede jugar un individuo aislado con las características comentadas, no le damos la importancia que deberíamos, no se percibe como un peligro real. Además, los grupos incel tienden (como muchos otros grupos violentos, véase ISIS) a atribuirse los ataques con lo que se sienten identificados, incluso cuando la autoría es desconocida, por lo que al no ser un grupo verdaderamente organizado se les menosprecia en cuanto a la amenaza que pueden suponer.

Encontrar alguna de estas comunidades no es complicado, y aunque por suerte ya se han cerrado varias a fin de limitar el poder que la retroalimentación de dichas ideas tiene en estos hombres, nuevos grupos online surgen a diario para substituir a los desaparecidos. Si entráramos en alguno, veríamos que mensajes como los de Minassian y Rodger no son precisamente minoría, y puesto que la mayoría nunca pasan de meras amenazas y fantasías, identificar a los potenciales asesinos para intervenir se torna en una tarea realmente complicada. En muchos de estos textos vemos que, tras un tiempo de pertenencia a la comunidad, los mensajes pasan de expresar su deseo de mantener relaciones con mujeres a también manifestar querer dañarlas, humillarlas, agredirlas, controlarlas y vengarse de ellas. Una petición recurrente es el deseo de que los roles de género reviertan a como eran previamente, relegando a las mujeres a las tareas del hogar y a satisfacer los deseos de «sus hombres», justificando la violencia de género con la creencia de que mediante ella lo lograrían. Estos deseos, me temo, no son algo único de los incel y de hecho podemos encontrar un número alarmante de individuos que manifiestan demandas similares.

Otros en cambio, consideran que lograr tal objetivo es imposible a día de hoy y prefieren «conformarse» con infringirles daño psicológico, acosarlas en redes y en las calles, hacerles chantaje hackeando sus archivos privados, etc. Y a pesar de estos comportamiento, los incel campan a sus anchas por las redes, poseyendo especial fuerza en EE.UU., donde las fuerzas policiales no pueden hacer nada pues les protege el derecho a la libertad de expresión, otorgado por la famosa 1ª Enmienda.

En otro países, como España, esta subcultura no se ha desarrollado tanto como grupo unido, aunque igualmente su forma de pensar sigue cobrando fuerza. La Unión Europea ya ha advertido que tomará cartas en el asunto si las redes sociales no ponen de su parte en combatir este tipo de ideología en sus webs, siendo conscientes que acabará tornándose un problema si su crecimiento no es detenido. El problema es que cuando intentamos combatir grupos como este, cimentados en el odio, al sentirse atacados se vuelven cada vez más violentos, propagándose como la pólvora y volviéndose volátiles como esta.

Como decía, por cada web, foro o grupo de discusión que se cierra aparecen otros sustituyéndolos, sintiéndose cada vez más predispuestos a sus ataques. De hecho, los primeros foros incel no eran más que lugares que ofrecían apoyo para gente que se sentía sola, incluyendo mujeres. Gente que hablaba de sus problemas, que pedía consejo y quería sentirse comprendida, que quería superar sus problemas al relacionarse. Curiosamente, la primera en usar el término fue de hecho una mujer, una usuaria llamada Alana, actualmente desvinculada del movimiento por razones obvias.

Sobre el porqué de la radicalización de estos individuos, hay quien lo relaciona con el auge de la derecha alternativa, alt-right en inglés, movimiento que recibe su nombre al servir como alternativa de derechas a la política más tradicional y/o conservadora. Y aunque probablemente obedece a una conjunción de varios factores, si es cierto que dicho movimiento político se relaciona íntimamente con las ideas que promulgan los incel. Como ejemplo más flagrante tenemos a Nathan Larson, quién se presentó el año pasado a congresista en el estado de Virginia, siendo un hombre que abiertamente se autoproclama parte del movimiento incel. Entre sus aberrantes propuestas e ideas encontramos que está a favor de la violación, de la segregación racial, del incesto y de la pedofilia. Puede parecer exagerado, pero Larson no oculta, ni mucho menos, su forma de pensar. Puesto que no logró la victoria, su candidatura no pasa por ahora de una desagradable anécdota, pero da que pensar que alguien como él consiguiera apoyos suficientes como para ser considerado candidato.

Otra factor muy a tener en cuenta es que internet ayuda a cimentar movimientos como este, y si bien también ha ayudado a hacer del mundo un lugar mejor y más tolerante (esparciendo igualmente las ideas feministas, por ejemplo), es innegable que sirve para catapultar mensajes de odio como el que nos atañe, perpetuándolos.

Mucho a llovido desde que Alana creara el Alana’s Involuntary Celibacy Projectdescrito en su momento como una comunidad de apoyo muy positiva y esperanzadora. Para escribir estas líneas, he indagado en internet, leído y recopilado mucha información, de la cual he omitido gran cantidad por considerarla innecesariamente explícita y ofensiva. Mensajes cargados de odio y rencor, que reflejan el sentir de individuos convencidos de que la sociedad no les quiere, que no tiene sentido vivir y que, inmersos en un mar desesperanza, están muchas veces a un paso de cometer una atrocidad, sabiendo que les pase lo que les pase sus compañeros incel les van a apoyar y respetar, tal vez a alabar como si de héroes se tratara.

Si queremos evitar que este movimiento crezca y se recrudezca más todavía, deberíamos proteger sobre todo a los más jóvenes, pues siendo como son los adolescentes especialmente permeables a las ideas que confirman sus potenciales sesgos y prejuicios, pueden más fácilmente que nadie acabar siendo atrapados por estas comunidades. Muchos adolescentes se siente frustrados sexual y sentimentalmente, por lo que no nos debería extrañar que, estando como estamos en la era de internet, acaben encontrando foros como los que hemos comentado. En situaciones como esa, cualquier apoyo, por nocivo que sea, puede resultar reconfortante, al sentir que han encontrado gente que comparte y entiende sus problemas y su forma de sentir.

Los estudios al respecto indican que alrededor de un 10% de los miembros de estas comunidades son menores de edad. ¿Qué hacer si identificamos a un adolescente en esta situación, formando parte de grupos semejantes? Podemos hablar con él, darle otros puntos de vista, apoyarle, intentar alentarle para que supere sus prejuicios y sus carencias, a mejorar su vida tanto por él mismo como por quienes le rodean. Hemos de tener muy presente que para ayudarles necesitamos tener claro qué es lo que les ofrecen dichas comunidades, siendo el aspecto más relevante la aparente compresión, por lo que deberíamos estar dispuestos a escucharles, oír que tienen que decir, qué les preocupa, sin limitarnos a criticarles sino también ofreciéndoles alternativas y reforzando sus apoyos sociales, pues necesitamos que se sientan aceptados si queremos que acaben formando parte de la sociedad y se integren plena y saludablemente en ella. Cualquier intento por ayudarles, por banal y fútil que pueda parecer, puede ayudar también a cambiar el mundo a mejor.

 

Fuentes:

Si has llegado a esta página, probablemente haya sido buscando un psicólogo en Xátiva o alrededores (o quizás simplemente buscando una consulta de psicología en internet). Si es así, en esta web podrás encontrar los servicios que ofrezco, cómo trabajo y cuáles son mis especialidades.

Sin embargo, puede que ya hayas acudido a otros/as terapeutas que no te funcionaron o no lograron ayudarte a superar tus problemas. Aunque esto no siempre es así, a veces ocurre porque algunos terapeutas utilizan técnicas que nunca se ha probado empíricamente que funcionen. Y e que es muy importante, por el bien del paciente y su salud, que se empleen técnicas de eficacia contrastada y no aquellas que por experiencia propia o recomendación nos parece que den resultado.

La psicología es algo más que aplicar el saber popular y aconsejar al paciente, aunque a muchos se les olvide. Así pues, podemos decir que el sustantivo “psicología” y su adjetivo “psicológico” no significan lo mismo fuera y dentro de la disciplina psicológica como ciencia. Lo mismo sucede con palabras relacionadas como “inconsciente”, “conducta”, “pensamiento” o “mental”, siendo términos que poseen significados muy específicos dentro de dicha disciplina.

Dicha confusión tiene dos efectos curiosamente contrarios, pero que se complementan dañando ambos a la imagen de psicólogos y psicólogas. Por una parte, confieren a la psicología y a todo lo relacionado con ella una imagen de falsa ciencia, de escasa coherencia como saber (aunque en realidad se define como la ciencia que busca explicar científicamente los procesos tras la conducta humana). Por otra, la confusión permite que muchas pseudoterapias y bulos semejantes se disfracen de forma más o menos convincente mediante el uso de términos y expresiones como “psico-“, “de la mente” o “cognitivo”.

Ahora bien, según su definición, psicología es solo aquello que busca explicar, predecir y modificar nuestras conductas, nuestros comportamientos (inclusive nuestros pensamientos) empleando los conocimientos y datos que hemos ido acumulando desde el inicio de la disciplina como ciencia, esto es, desde que los psicólogos emplean la metodología científica y por ello solo trabaja con elementos operativizables (objetivables, que pueden ser estudiados objetivamente).

A este respecto existe una clara diferencia entre la psicología de estar por casa y la científica y es que la primera tiende a separar “lo físico” de “lo mental”, cuando la realidad es que nuestra mente funciona siempre en relación al contexto que nos rodea, interactuando con los demás y con las circunstancias que nos toque vivir.

De forma paralela se tiende a percibir una diferencia entre aquello que es biológico y lo que es psicológico, entendiendo algunos a la neurología (por ejemplo) como una ciencia verdadera y no a la psicología. Curiosamente, en la carrera de psicología hay varias asignaturas como Neuropsicología, Neurociencias, Método científico, Fisiología, Psicometría, Psicoestadística, etc.

Cierto es que existe una barrera que aún no hemos logrado sortear entre las Neurociencias y la Psicología, pero cada día estamos más cerca de lograrlo. Dicha barrera consiste en que las primeras son capaces de localizar procesos cerebrales y de otras partes del sistema nervioso que producen fenómenos concretos de nuestra conducta (por ejemplo, cómo procesamos la información que captan nuestros sentidos o porqué ciertas sustancias nos resultan adictivas), pero no logran establecer cómo dichos procesos logran la experiencia subjetiva que llamamos mente, el “yo” que autopercibimos. Por su parte, la psicología es capaz de comprender cómo le afectan diversos factores a esa experiencia subjetiva y como esta condiciona nuestros comportamientos, pero tampoco llega a saber por ahora como ello se relaciona con nuestras estructuras cerebrales por completo. Entre ambas pues, hay por ahora una pregunta sin respuesta.

Sin embargo, el que una trabaje con elementos más tangibles, físicos, no la convierte en más científica que la otra. La conducta parte de una base biológica, que también es estudiada desde la psicología, pues sin ella es igualmente imposible entender la forma en que nos relacionamos con el medio.

La línea entre lo orgánico y lo psicológico queda pues desdibujada, de tan relacionados como están. Esto resultará evidente para cualquiera que haya sufrido alguna vez de estrés o ansiedad, por ejemplo. Cuando uno sufre de estrés, no solo siente un malestar psicológico, sino también (y esto es muchas veces lo que hace sonar las alarmas) síntomas físicos como la caída de pelo, alteraciones estomacales, cutáneas, del sueño e incluso bajadas en nuestras defensas, entre otros. Por eso mismo es que en los casos en que el paciente sufre una enfermedad médica que se prevé de larga duración se aconseja recibir ayuda psicológica, pues lo último que necesita es deprimirse y añadir síntomas a los que ya sufrirá de por sí.

“Pero tal o cual terapia me funcionó/ le funcionó a alguien de mi confianza” pensarán muchos y precisamente este es el pensamiento que perpetúa la existencia de las pseudoterapias, tanto aquellas que se disfrazan de psicología como las que se disfrazan de medicina.

La gente lega (aquellos que no poseen conocimientos específicos en la materia), tienden a explicar los problemas sufridos en base a las propias experiencias previas, tanto las vividas en primera persona como las presenciadas en su entorno o las que conoce porque “todo el mundo sabe que” (saber popular). Si bien estas explicaciones y los consejos que de ellas deriven pueden tener algo de razón y servir como ayuda para salir del bache, lo cierto es que nos la jugamos cada vez que las empleamos pues pueden llegar a crear más perjuicio que beneficio, ya que no siempre van a ser ciertas y aunque lo sean no tienen porqué aplicarse igual a todos los casos, pues repetimos que las circunstancias de cada cual son únicas e intransferibles.

Las causas que originen y mantengan en el tiempo los problemas psicológicos de una persona pueden variar mucho entre individuos, aunque dichos problemas se parezcan entre ellos. Por eso, cada caso requiere una especial atención para que la terapia se adapte a él, pero también en líneas generales deben evitarse aquellas técnicas de las que no se haya probado nunca su eficacia, pues pueden resultar inocuas (si existe mejora es por un mero efecto placebo) o incluso dañinas.

Por eso es importante que el psicólogo analice el caso buscando explicar la génesis del problema mediante los procesos de aprendizaje y otros mecanismos psicológicos experimentalmente demostrados a través de investigaciones consolidadas. Después, se emplearán las técnicas que sepamos que a ciencia cierta (nunca mejor dicho) que funcionan mejor para ese tipo de problemas y en relación a las características del paciente y su contexto. Nuevamente, usaremos los ya mencionados procesos de aprendizaje, pero esta vez de forma activa, buscando no solo solucionar el problema sino también la mejora personal.

Con todo ello, espero haber ayudado a discernir entre lo que es y no es psicología y como esta está presente en ciertas formas de terapia, pero no en otras. De todos modos y a forma de ayuda final, puesto que para alguien ajeno a la profesión puede resultar complicado distinguir entre las psicoterapias validadas científicamente y las que solamente aparentan serlo, adjunto una lista de pseudoterapias, puesto que se trata de métodos que en ningún caso funcionan ni producen un efecto mayor que el mero azar o el del placebo, pudiendo incluso llegar a ser perjudiciales para el afectado. Ten en cuenta que la lista no es ni mucho menos exhaustiva, pues continuamente aparecen nuevas.

  • Acupresión: Curar mediante masajes, presionando zonas del cuerpo.
  • Acupuntura: Emplear agujas que se clavan en zonas concretas del cuerpo.
  • Aromaterapia: El uso de aceites a fin de sanar enfermedades y dolencias, aplicados no solo por vía respiratoria sino también por vía tópica e interna, es decir, a través de la piel, oral, anal y vaginalmente.
  • Auriculoterapia: Medicina Tradicional China en la que se estimulan puntos específicos del pabellón auricular y la oreja para generar un efectos en el organismo.
  • Bioneuroemoción: Presupone que toda enfermedad tiene su origen en la inestabilidad emocional, por lo que la medicina no sería nunca necesaria.
  • Brainspotting: Curación de las dolencias psicológicas mediante el… ¿movimiento de los ojos?
  • Cirugía psíquica: Tal cual, se trata de operar quirúrgicamente de forma telepática.
  • Constelaciones familiares: Se busca la mejora en la vida en base a que los humanos tendríamos un entendimiento inconsciente de las relaciones sociales y familiares.
  • Cristaloterapia: Curar mediante cristales.
  • Cromoterapia: Sanar mediante luces de colores aplicadas sobre la persona.
  • Dieta macrobiótica: Comer según los preceptos del Ying y el Yang.
  • EMDR (Desensibilización por medio de movimientos oculares): Busca curar los traumas estimulando los hemisferios cerebrales.
  • Flores de Bach: Curar las dolencias psíquicas mediante agua de flores y productos similares.
  • Hidroterapia: Curar mediante el agua.
  • Hipnoterapia o terapia hipnótica: Busca provocara un trance en el paciente.
  • Homeopatía: Basada en el principio de que el agua tendría memoria, pudiendo así adquirir propiedades de sustancias curativas.
  • Hoʻoponopono o ho-o-pono-pono: Curación tradicional de origen hawaiano.
  • Iridología o Iriodología: Considera que el ojo se divide en partes que se corresponden con partes del cuerpo.
  • Medicina holística: Considera que el cuerpo humano posee por sí mismo la capacidad de curar toda enfermedad, si se activa de forma correcta.
  • Método Dorn: Escuela específica del quiromasaje.
  • Microinmunoterapia: Se busca modular la respuesta inmunitaria del propio organismo.
  • Naturopatía: Sustituye los medicamentos del tratamiento por remedios naturales, considerando que los hay para todas las dolencias, inclusive las más graves.
  • Nueva medicina germánica: Similar a la Bioneuroemoción.
  • Oligoterapia: Curar con pequeñas dosis de minerales.
  • Orinoterapia: Sanar al ingerir la propia orina. De verdad.
  • Ozonoterapia: Curación mediante la inserción de ozono en diversas partes del cuerpo.
  • Programación Neurolinguística (PNL o NLP): Sanar y mejorar mediante el uso del lenguaje.
  • Psicoanálisis: Curación explorando un teórico inconsciente de donde proceden los problemas de la persona.
  • Psicobiodescodificación: Ver Bioneuroemoción.
  • Psicología positiva: Terapia centrada en los aspectos positivos más que en los negativos.
  • Psicología transpersonal: Psicología a la que se suma espiritualidad.
  • Psicomagia: Psicología y magia. Nada que añadir.
  • Quiropráctica o quiropraxia: Curar y diagnosticar enfermedades diversas mediante masajes y presiones.
  • Reflexología: Similar pero solamente tocando los pies (o a veces las manos, nariz, orejas…).
  • Reiki: Similar, pero siquiera necesitaría tocar al paciente. Medicina por Wi-Fi, vaya.
  • Sanación enteogénica: Llamada también sanación psicodélica, es decir, que usa sustancias alucinógenas.
  • Sanación por arquetipos: Derivado del psicoanálisis al que añadimos un componente espiritual o chamánico.
  • Sanación cuántica: Curar en base a que la intención de un sujeto mueve el mundo subatómico.
  • Sanación pránica: Asume que el cuerpo humano posee un campo energético útil en medicina.
  • Shiatsu: Más masajes curativos, esta vez japoneses.
  • Sofrología o Sofrología Caycediana: Pretende tratar problemas psicológicos mediante la práctica de técnicas budistas y yoga, que buscan relajar al sujeto. Aunque se disfrace de medicina y/o psicología sus practicantes no pertenecen necesariamente a dichas ramas y sus técnicas no poseen respaldo científico alguno.
  • Sonoterapia: Curar mediante sonidos.
  • Talasoterapia: Método curativo que usa el clima y los baños marinos.
  • Técnica de liberación emocional (EFT): Derivada de la acupuntura y el shiatsu.
  • Técnica metamórfica: Más masajes.
  • Terapia Bioenergética: Se basa en que la tensión psíquica es la base de todo nuestro sufrimiento.
  • Terapia Biomagnética: Cura hasta las enfermedades más graves con imanes.
  • Terapia de las megavitaminas: Emplea vitaminas como si fuera lo único necesario para curar la dolencia.
  • Terapia de las ventosas: Curar con ventosas.
  • Terapia de vidas pasadas: Creen en que nuestras encarnaciones previas nos afectan actualmente.
  • Terapia Gerson: Dieta que considera poder curar enfermedades como el cáncer o las demencias.
  • Terapia Gestalt: Psicoterapias con influencias variadas, entre las que se encuentra el psicoanálisis.
  • Terapia Humanista: Híbrido de psicología y filosofía.
  • Terapia neural: Usa cierta sustancias anestésica como medicamento.
  • Terapia ortomolecular: Usa sustancias naturales como vitaminas y enzimas como medicamento.
  • Terapia quelante: Emplea agentes quelantes para eliminar los metales pesados del cuerpo.
  • Terapia radiónica: Utiliza las ondas de radio.
  • Terapia Zonal: Ver reflexología.
  • Thetahealing: Terapia energética creada por una coach espiritual.
  • Toque terapeútico: Imposición de manos curativa similar al Reiki.
  • Vegetoterapia caracteroanalítica: Otra derivada del psicoanálisis.

Si crees que necesitas ayuda de un profesional evita a cualquiera que se anuncie con las palabras anteriores pues son, en el mejor de los casos, un timo, y en el peor una amenaza a tu salud. Discúlpenme si he ofendido las creencias de alguien, pero considero que la salud de las personas es un tema serio con el que no deberíamos jugárnosla. Ten en cuenta que si has sido afectado por alguna de ellas, puedes denunciar el caso y solicitar una evaluación de los daños causados, tanto físicos como psicológicos.

Y recuerda además que, si te encuentras por la zona de Xátiva o alrededores, puedes contactar conmigo. Y en el caso de que necesites un especialista distinto por las características de tu problema, me comprometo a ayudarte a buscar uno que emplee métodos fiables que te puedan ayudar a superarlo.

Última actualización: 05/06/2019.

 

Cristian García Castells

Colegiado nºCV13551

c/ Av. Corts Valencianes (Adexa), Xátiva, CP: 46800 (Solicitar cita previa).

Tel. 690 76 05 57 (respondo llamadas y Whatsapp).

E-Mail: cgcastells@gmail.com

 

 

El siguiente texto en cursiva es una adaptación del artículo «The Narcissistic Father» (El padre narcisista), publicado en Psychology Today por Mark Banschick, publicada originalmente en nuestra antigua web.

«La mitad del daño que se hace en este mundo es producido por gente que quiere sentirse importante. No buscan necesariamente dañar a los demás, pero cuando lo hacen no les importa, ya que o bien no se dan ni cuenta o bien lo justifican para mantener la valoración positiva que hacen de sí mismos» T.S. Eliot.

Es probable que antaño pensaras  que cuando tuvieras veintitantos y sobre todo cuando llegaras a la treintena de años ya habrías alcanzado cierta cantidad de éxito en tu vida. Tu carrera laboral estaría en marcha, tendrías tu domicilio, una relación estable y alguno de tus otros deseos y objetivos  ya cumplidos.

Sin embargo, en la mayoría de casos seguro que muchos de estos proyectos vitales están lejos de satisfacerse. Esto por supuesto afecta a la confianza que tienes en ti mismo y puede que si miras atrás y piensas en tu infancia te venga a la mente tu padre, una persona llena de confianza, exitosa, popular, con amigos y trabajo, que nunca dudaba de sí mismo, no como tu.

Cuando acudía a un evento social, tu padre conocía a todo el mundo, todos le prestaban atención y casi toda la acción parecía girar a su alrededor. Si lo pensamos ¿es posible que tanta confianza pudiera llegar a ser arrogancia? Si lo anterior coincide con tu caso es posible que fueras criado por un padre (o madre) con rasgos de personalidad narcisistas. Si este es tu caso, ¿cómo puede que te afectase?

Cada familia es un caso concreto y por tanto cada una forma una estructura social con sus propias reglas, secretos y patrones de conducta. Como dicha estructura es la única que conocemos en nuestra infancia tendemos a actuar, no siempre de forma consciente, como si todas las madres y padres estuvieran hechos con el mismo molde que los nuestros y es por ello que cuando oímos de progenitores muy distintos a los nuestros, pensamos que es porque en general son distintos a la media. Esto es, tendemos a pensar en nuestros padres como la norma general. Por eso, si creciste con un padre narcisista, posiblemente nunca lo supiste y en su lugar siempre asumiste que todos los padres se comportaban y pensaban de forma similar.

Para saber si realmente conocemos a alguien con una personalidad narcisista, expliquemos que distingue a estos individuos del resto, y en concreto cuando ejercen su rol de padre:

  • Centrados sobre todo en sí mismos, vanidosos: Se ven y hablan de sí mismos como si fueran importantes, se creen superiores y por tanto capaces de logros que los demás no.
  • Usan a la gente en su propio beneficio: Utilizan a los demás aprovechándose de ellos, pudiendo contactar con cada uno solo cuando le conviene, ignorándolos después. En general, consideran que los demás deberían ayudarles y ofrecerles lo que piden, esté este pensamiento justificado o no.
  • Son carismáticos: En general, atraen la atención e incluso la admiración de la gente, saboreando además esa atención. Les encanta ser el centro de las miradas, pues de hecho creen que lo merecen.
  • Fantasean en exceso: En este caso no hablamos de una imaginación como los demás, sino de personas tendentes a fantasear acerca de sus éxitos, prestigio y capacidades. Además, a menudo exageran sus logros, de forma tan natural que hasta ellos mismos se los creen y en consecuencia sus metas son poco realistas.
  • No se toman bien las críticas: Las críticas les hieren en exceso, incluso las justificadas y que intentan no ofenderles, por lo que suelen reaccionar mal ante ellas, ignorando a quienes las emiten, eliminándolos de sus vidas o incluso tratando de devolverles el daño, según casos.
  • Cuando se enfadan dan miedo: No necesariamente son personas violentas, pero cuando se enfadan expresan de forma muy evidente este disgusto, ya sea con gritos, insultos, o algunos de ellos llegando incluso a agredir a quien les ha contrariado.
  • Son distantes y poco empáticos: Lo anterior es debido a que, independientemente de lo emocionales que son, tienen problemas para usar la empatía, mostrándose en general indiferentes ante los sentimientos ajenos. Como dijimos, no necesariamente desean el mal ajeno, y puede que hasta cierto punto se preocupen de quienes le rodean, pero desde luego no es su punto fuerte al estar tan centrados en sí mismos.
  • Buscan constantemente la gratificación y aprobación social: A pesar de su ego desmedido, necesitan saber que los demás les valoran igual que ellos mismos. Es por ello que los padres narcisistas pasan más tiempo sin su familia que otros padres. Además, fácilmente valoren más la opinión de personas externas a la familia, sobre todo cuanto más influyentes las consideren, que lo que piensen de él sus hijos.
  • Siempre hacen lo que les gusta: Como dijimos, los narcisistas tienen problemas para ponerse en la piel de los demás, y es por ello que cuando han de realizar actividades con otros tenderán a proponer actividades que les gusten a ellos mismos. Esta actitud incluye sus interacciones con sus propios hijos, y cuando estos les pidan jugar con ellos el padre normalmente intentará que el niño juegue a alguna cosa que a él le gusta, asumiendo que al niño «lógicamente» también le gustará.
  • Les gusta presumir de sus allegados casi tanto como de sí mismos: Esto incluye sobre todo a sus hijos, ya que sobre ellos pueden permitirse cierto control que con los demás no. Por tanto, si estos resultan tener cualidades sobre las que presumir, las magnificarán, mientras que si tienen defectos tenderán a no mencionarlos o incluso negar su existencia, al menos frente a los demás ya que la actitud en familia puede ser muy distinta. 
  • Es difícil conseguir de ellos lo que (emocionalmente) necesitamos: Este aspecto es especialmente importante al ejercer su rol de padre o madre, pues aunque cumplan con sus obligaciones a nivel material, no suelen hacerlo en otros niveles más sutiles. Por ejemplo,  su hijo/a requerirá su atención y afecto pero solo atenderá dichas necesidades de forma esporádica y seguramente cuando al propio padre le venga bien.

Puede que las características antes mencionadas te suenen de algo, puede que no. Hay que tener en cuenta que un individuo con personalidad narcisista no suele poseer todos los rasgos descritos, aunque sí presentará la mayoría. Por otra parte nos podemos encontrar con sujetos que muestren unas pocas de estas características y en este caso hablaríamos de alguien con rasgos narcisistas, no de un desorden de personalidad en sí mismo.

El problema inherente a la clasificación de los trastornos de personalidad

Para lo mayoría de la gente la palabra narcisista no significa exactamente lo mismo que para los psicólogos y además como hemos visto podríamos encontrar rasgos narcisistas en muchos de nosotros, pero no hay que preocuparse pues esto es bastante normal y dista mucho de llegar a ser un trastorno de personalidad.

El término narcisista, entendido como un trastorno en sí y aunque útil desde el punto de vista clínico,  no está exento de controversia. En realidad, como muchos diagnósticos psicológicos,  es una clasificación un tanto arbitraria y responde más a su utilidad a la hora de organizar nuestro conocimiento al respecto de este tipo de casos que a descripciones reales de individuos concretos y es por ello que los rasgos antes descritos no son una lista que el sujeto debe cumplir para recibir el diagnóstico y si más bien unos criterios acumulativos, de modo que si se reúne cierta cantidad de ellos podrá ser diagnosticado.

Por supuesto, como todos los trastornos psicológicos, los rasgos descritos han de ser expresados con una intensidad y/o en una forma tal que cause algún perjuicio al individuo. Según el DSM-V, una personalidad narcisista se define por ser un patrón de personalidad tendente a «grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía». 

Buscan ser admirados, y consideran tener más derechos que los demás debido a que se creen más importantes, son abusivos, faltos de empatía, sienten fácilmente celos cuando otros logran lo que ellos no y además son arrogantes. Otra característica típica es la falta de respeto a los límites sociales, debido a sus dificultades para darse cuenta de las necesidades ajenas.

Teniendo todo esto en cuenta, volvamos al tema que nos ocupaba, que es cómo puede afectar un padre narcisista a sus hijos e hijas.

El padre narcisista

Un padre narcisista podría causar daño psicológico a sus hijos, por ejemplo, mostrándose indiferentes a los lazos entre ambos, manipulando a sus hijos para obtener su afecto e ignorando las necesidades de estos en favor de las suyas propias. Además, puesto que la imagen que proyectan hacia los demás es tan importante para ellos, exigen la perfección en sus hijos para así poder incluirlos en esa imagen perfecta que muestran al resto, pues consideran a sus hijos como sus logros. Esto puede causar en el hijo una presión continua por mejorar en todo lo que hace, piensa o dice. Teniendo en cuenta la falta de comprensión que tiene un menor respecto a un adulto, este no se dará cuenta de lo que sucede y o bien intente cumplir los deseos de su padre, lo cual muchas veces será imposible y le costará gran sufrimiento, o bien elegirá eventualmente ignorar las exigencias paternas, con lo que igualmente sufrirá el mencionado daño psicológico y la relación padre-hijo quedará perjudicada.

Veamos algunas de las formas en que un padre narcisista puede afectar a su hijo o hija:

Los hijos/as de padres narcisistas, normalmente refieren no sentirse satisfechos con sus necesidades de atención por parte del padre, lo cual puede agravarse si tienen hermanos con los que tendrán que competir. De pequeños pueden recibir halagos del padre, pero conforme crecen estos desaparecen o bien siguen siendo igual de superficiales (lo cual es más probable en el caso de las niñas), por lo que cada vez demuestran ser más insuficientes. Lógicamente esto puede afectar el desarrollo de su personalidad hasta llegar a la adultez, siendo la distancia paternofilial un tema que causa preocupación y desasosiego, de modo que posiblemente busquen el éxito para obtener la aprobación paterna, aunque esto por supuesto no la garantiza.

Puesto que con un padre así nunca será suficiente, las relaciones sociales y familiares que posteriormente se desarrollen se verán ciertamente condicionadas. Al crecer, estas personas pueden verse más afectadas cuando sean rechazadas por otros, podrían sentirse demasiado ansiosas ante compromisos y por tanto evitarlos, o buscar tan desesperadamente el éxito que nunca tengan suficiente. Adoptar para sí mismas la personalidad narcisista es también otra de las posibilidades, con las evidentes consecuencias negativas que ello comporta.

Además, si el niño tiende a compararse con la figura paterna posiblemente no sentirá jamás que pueda alcanzarlo. La comparación será todavía más evidente si el padre compite directamente con el hijo o si se posiciona como modelo a seguir e imitar.

Como naturalmente un niño no puede vencer a su padre en casi ninguna circunstancia que implique una competición, cuando finalmente el niño sea adulto habrá interiorizado la idea de que su padre es categóricamente mejor que él en todo. Aun así, es posible que el menor (y también cuando ya sea adulto) intente lograr el éxito en cualquier ámbito de su vida para así conseguir la atención paterna y algo que se parezca a un atisbo de orgullo por parte del progenitor. No obstante, por mucho éxito que logre, un padre narcisista no mostrará generalmente ese orgullo, aunque a veces pueda sentirlo, y esto afectará gravemente a la relación entre ambos.

Insistimos en que una de las peores posibilidades es que el hijo acabe imitando el patrón de conducta y personalidad del padre y se convierta a su vez en un narcisista, compensando la falta de amor recibido mediante un gran amor propio, que aun así necesitará de la aprobación externa continua.

Por tanto, ¿cómo podemos enfrentar esta situación cuando creemos que nuestra infancia fue afectada de un modo similar al descrito?

  • Acude a terapia: Este puede que sea un consejo obvio, pero puede ayudarnos a entender lo que nos pasa, cómo nos afecta nuestro padre y cómo, si es posible, podemos reencontrarnos con él aceptando que su peculiar forma de ser no nos debe afectar más, disfrutando de su presencia sin sentirnos empequeñecer.
  • Acepta a tu padre: Puede que sea arrogante y que su necesidad de atención constante pueda llegar a ser exasperante, pero la mejor opción es aceptarlo. No me refiero con esto a permitirle que nos dañe sin consecuencias, pero es mejor pensar en él como un padre al que podemos querer a pesar de sus defectos. Si le negamos el poder de dañarnos, ya solo queda aprovechar lo que pueda ofrecernos. Lo cual nos lleva al siguiente punto.
  • No dejes que te haga daño: Cuando interactuemos con él y tenga, por ejemplo, un arranque de ira, puedes simplemente marcharte, no sin antes dejar claro que lo haces porque esa situación no es constructiva ni te aporta nada. Deja que sea su problema, no el tuyo.
  • Corta los lazos: Por supuesto no es la solución preferible, pero en aquellos casos en que el padre sea especialmente peligroso o presente una actitud exageradamente nociva sí puede ser la mejor opción. Cuando llegamos a adultos, nosotros decidimos y no hay motivo para permitirle que nos convierta en víctima de sus comportamientos abusivos.
  • Limitar su influencia: La larga sombra del padre narcisista nos puede influir más de lo que pensamos, pudiendo llegar el hijo a identificarse con el patrón de conducta social que presente el progenitor. Por otra parte puede que el hijo/a desarrolle un carácter ansioso, pues ha aprendido que no puede confiar en que los demás le presten atención cuando lo necesite. Por eso, hay que intentar a toda costa evitar esa influencia.
  • Ten expectativas realistas: No esperes que tu relación con la persona narcisista se base en el respeto mutuo y el afecto recíproco. Ellos son egoístas por naturaleza y no suelen postergar sus necesidades para atender las ajenas. Como adulto, debes aprender a entender la situación y como decíamos no dejar que te afecte, en la medida de lo posible. Para esto es indispensable mantener unas expectativas realistas, de modo que sepamos qué podemos esperar y qué no de esa persona.
  • Aprende cómo tratarlo: Cuando necesitas algo de una persona narcisista, convéncelo de que obtendrá algún beneficio con ello. No se trata de mentirle, pero estará más a favor de tu causa si además de lo que tú puedas obtener él también sea participe de ese éxito.
  • No dejes que sus juicios nublen el tuyo: O lo que es lo mismo, no dejes que sus críticas te hagan pensar que eres menos importante de lo que eres realmente. En relación a esto, puede que no te interese confiarles cierta información o compartir con ellos tus éxitos a la espera de su reconocimiento. Si sabes que seguramente no recibirás el trato que mereces, busca apoyo en alguien en quién sí confíes.
  • El conformismo es una opción: Puede parecer un mal apaño pero en estos casos no debemos descartarlo, pues al interactuar con un padre narcisista del cual no queremos alejarnos permanentemente, puede ser más fácil y requerir menos esfuerzo aceptar sus deseos si creemos que la discusión no nos será útil en este caso concreto. Ojo, no digo que debamos acatar sus órdenes en general, pero sí que en algunas ocasiones podemos valorar la situación y si no nos afecta negativamente, simplemente seguirle la corriente.
  • El enfrentamiento también es una opción: En general los narcisistas se suelen salir con la suya porque los demás se lo permiten, aunque sea por su pasividad. Lógicamente, si estamos decididos a impedir esto deberemos mantener firme nuestra postura ante ellos y además expresarles que su actitud nos resulta inaceptable. Fácilmente esto provoque una reacción negativa por su parte, quizás su enfado, pero llegados a ese punto no hay que dejar que nos afecte y hemos de recordar que como adultos podemos comprender mejor la situación y a nuestro padre, siendo por tanto menos vulnerables a sus actos. Recordemos eso sí, que los narcisistas odian las críticas.
  • Compadécete de él: Sí, su arrogancia no facilita que simpaticemos con él, pero si lo piensas un momento, alguien que necesita cumplidos, atención y la aprobación de los demás de forma continua, en realidad bien merece que nos compadezcamos de él, pues también sufre por ello. Esta es una buena forma de mejorar la relación con un padre narcisista, pues hasta cierto punto nos puede valer la pena, aunque a él le cueste entender nuestra nueva actitud. Al fin y al cabo él no tiene más remedio que convivir con sí mismo, mientras que nosotros siempre tenemos la opción de salir de la habitación.

Dicho lo anterior, aunque es difícil lidiar con un padre narcisista sin verse afectado, seguro que también te has encontrado a lo largo de tu vida con otras personas que también te han influido, y en su caso para mejor. En concreto puede que en tu propia familia puedas encontrar individuos con los que te sientas más identificado o con los que simplemente tienes una mejor relación, como puede ser tu madre, hermano/a o abuelo/a. También podemos encontrar personas afines en las que confiar en amistades o en otros contextos, como pueden ser profesores, entrenadores, terapeutas, compañeros de trabajo, etc. 

Por supuesto, es importante en estos casos tener claro nuestra propia valía. Nuestra grandeza no depende de nuestros éxitos, ya que existen muchas más cosas en la vida. Hay ahí fuera grandes hombres y mujeres de los que nunca oiremos hablar pues el mundo no reconoce sus talentos, pero no por eso son menos importantes.

Un último apunte

A todo lo anterior, añadiremos un aspecto del padre narcisista relacionado con nuestra especialidad. En los casos de guarda y custodia de menores, normalmente nos encontramos con un padre y una madre que luchan por dicha custodia y que se enfrentan en un procedimiento judicial, pues por las razones que fuere no han conseguido llegar a un acuerdo sobre cómo repartirse el tiempo que pasan sus hijos menores en común con cada uno.

Dejando de lado casos en que alguno de los dos progenitores incumple gravemente su rol como tal, sea agrediendo o abusando del menor o simplemente siendo negligente con los cuidados que debería proporcionarle, nos encontraremos a dos personas que creen por igual que están capacitados para ser padres y habitualmente, que el otro progenitor no.

Incluso en los casos en que la motivación es la adecuada, podemos encontrarnos con que uno de estos padres no cuida adecuadamente al menor pero además no reconoce sus faltas. No pocos veces nos encontramos un padre que está verdadera y genuinamente convencido de que ejerce su papel de forma estupenda e inmejorable, añadiendo que además la prueba está en que sus hijos le adoran, aunque luego comprobamos a través de esos mismo hijos y mediante otro tipo de pruebas que esa persona descuida notablemente los cuidados que los menores necesitan.

En este tipo de casos, no es raro que los menores en cuestión tengan cubiertas sus necesidades físicas (alimento, vivienda, ropa e incluso caprichos) pero que luego no compartan tiempo de ocio con el progenitor y que este no escuche ni se interese por lo que les ocurre a estos, ni por como se sienten. El resultado es un padre que cree que lo está haciendo todo perfecto y merece (¿os suena?) elogios al respecto, mostrándose sorprendido cuando otros no interpretan la situación igual que él y aún más cuando son los propios menores los que refieren no sentirse queridos por el progenitor.

El resultado en estos casos es que los niños sienten cada vez menos apego al romperse la unión familiar, pues les resulta imposible no comparar el trato recibido por ambos padres. Si hay un padre narcisista, llevará las de perder y poco a poco la relación padre-hijo irá dañándose, algo que en muchas ocasiones el adulto recrimina al menor y achaca a que el otro progenitor le está adoctrinando en su contra. Como decía el texto de Banschick hacia el final, compadeceos del narcisista, pues su conducta y actitud le conducen con toda probabilidad a la soledad.

 

A lo largo de mi trabajo como Psicólogo perito he visto casos de muy diversa índole, pero si hay una tipología que se repite más asiduamente es sin duda alguna la de los casos de separación de parejas con hijos. En estos casos la pericial psicológica sirve de ayuda para dirimir que régimen de guarda y custodia se implantará respecto al menor o menores implicados. Concretamente, hoy hablaré sobre los casos de guarda y custodia en que existe un historial previo de violencia familiar.

Primero, será necesario ofrecer un poco de contexto para entender la problemática a la que nos enfrentamos ante este tipo de casos. Debería saber el lector, por ejemplo, que hasta hace unos años existía una clara tendencia general a conceder la custodia de los hijos a la madre, al asumir ante la duda que es esta siempre la que mejor garantías ofrece al menor de estar bien cuidado. Más tarde surge una corriente de pensamiento en jueces y tribunales en la cual se tiende a intentar igualar el derecho de ambos progenitores a ostentar la custodia, si bien se hace en muchas ocasiones de forma forzosa, minimizando a veces situaciones previas de maltrato o la sospecha de que dichos actos se hayan podido dar.

Se llega al extremo incluso de restar credibilidad a las denuncias o quejas hacia el progenitor, tildando actos claramente violentos como meros «conflictos o disputas familiares». Cierto es que no son pocas las ocasiones en que el conflicto es uno en que ambas partes han agredido, amenazado o insultado al otro, pero igualmente cierto es que hay que distinguir dichos casos de aquellos en que una de las partes ha abusado de una situación de poder sobre la otra para actuar con violencia  (de cualquier clase) sobre ella.
Debe entenderse que ninguna de las dos posiciones antes planteadas sería justa, verdaderamente neutral. Por otra parte, también es necesario comprender que la violencia, provenga de quien provenga y tome la forma que tome, afectará a los menores que la vivan, afectándoles negativamente. Por último, destacar que a la hora de la verdad, es una realidad incuestionable que muchos casos de violencia familiar tienen mucho que ver con conductas y actitudes machistas.
Con ello, ha de entenderse que es necesario analizar cada caso en particular, su contexto y circunstancias, si bien siempre tomando las medidas necesarias para, ante la sospecha de potencial violencia, proteger a la víctima y a los menores implicados del peligro. Partimos para ello de la premisa siguiente: Para que un niño o niña pueda desarrollarse de forma adecuada es necesario un entorno familiar seguro, estable y libre de violencia. Esto es así pues sabemos que la única forma de evitar que el menor actué con violencia (o asuma la violencia contra sí mismo/a como algo normal) en un futuro es evitar que crezca en un entorno que favorezca dichas conductas.
Y es que es precisamente la educación machista que muchos individuos recibieron la que explica las más que alarmantes cifras actuales de violencia de género y más concretamente los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas. Acrecentando la gravedad de lo anterior, hay que entender que en no pocos de dichos casos hay menores involucrados, quienes son a su vez víctimas, directa o indirectamente. En casos como estos donde los menores corren riesgo, no solo se plantea retirar la custodia de los mismos al progenitor maltratador, sino incluso el régimen de visitas y la patria potestad.
Así, en el punto primero del artículo 544 quinquies de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, encontramos que en aquellos casos en que «se investigue un delito de los mencionados en el artículo 57 del Código Penal (esto es, delitos de homicidio, aborto, lesiones, contra la libertad, de torturas y contra la integridad moral, trata de seres humanos, contra la libertad e indemnidad sexuales, la intimidad, el derecho a la propia imagen y la inviolabilidad del domicilio, el honor, el patrimonio y el orden socioeconómico), el Juez o Tribunal, cuando resulte necesario al fin de protección de la víctima menor de edad o con la capacidad judicialmente modificada», podrá adoptar las siguientes medidas:
  • a) Suspender la patria potestad de alguno de los progenitores. Pudiendo fijar un régimen de visitas o comunicaciones.
  • b) Suspender la tutela, curatela, guarda o acogimiento.
  • c) Establecer un régimen de supervisión del ejercicio de la patria potestad, tutela o de cualquier otra función tutelar, de protección o apoyo.
  • d) Suspender o modificar el régimen de visitas o comunicación cuando resulte necesario.

En resumen, jueces y tribunales tienen poder para actuar en estos casos según crean necesario, eliminando o modificando las diferentes funciones y derechos de los progenitores o sujetos análogos. En todo caso, se debe entender que deberá primar siempre el interés superior del menor en cualquier decisión judicial, debiendo evitarse que se vea expuesto a otras situaciones peligrosas además de las mencionadas, como serían contextos donde hay presencia de drogadicción, alcoholismo, carácter violento o patologías mentales que por su tipología y gravedad puedan ponerlo en peligro, pudiendo ser las mencionadas situaciones causa suficiente para retirar los regímenes de visitas o incluso la patria potestad.

Para entender el porqué puede el régimen de visitas (y la patria potestad) ser suspendido y modificado por las citadas razones deberemos tener siempre presente que se trata de derechos/deberes que se le reconocen automáticamente al progenitor por el solo hecho de serlo, pero que si este no cumple con su parte, con sus deberes, sin que haya justificación para ello, lógicamente se le retiran sus derechos al respecto. Así por ejemplo, se le podría retirar la patria potestad a un padre que maltrate a sus hijos, así como a otro que sin ser maltratador no cumpla el régimen de visitas y/o no pague la pensión de alimentos que se estableció.

En relación a lo anterior, la custodia compartida no podrá ser adoptada en aquellos casos en que exista un proceso penal contra uno de los progenitores, siempre que dicho proceso sea por atentar contra la vida, la integridad física, la libertad, la integridad moral o la libertad e indemnidad sexual del otro progenitor o de los hijos que convivieran con ambos, al igual que tampoco será admisible cuando existan indicios fundados de violencia doméstica.

Como vemos, la tendencia actual a buscar «el mayor bien del menor» evitándole peligros potenciales es bien distinta de los planteamientos de los que hablábamos al principio del texto. Esta nueva línea de pensamiento busca evitar situaciones en las que un potencial maltratador tuviera acceso a los hijos, cosa que previamente sucedía incluso cuando este tenía prohibido acercarse a la madre.

Esta  nueva orientación judicial ayudará, sin duda,  a evitar situaciones tan absurdas como que un maltratador o un presunto maltratador, tenga una orden de alejamiento con la madre, pero no respecto de sus hijos, además de representar un gran avance en la lucha contra la lacra social que es la violencia de género. No obstante, no siempre está claro cuando existe un riesgo real para los menores, pues el maltrato y negligencias perpetrados por parte de uno de los progenitores no siempre es evidente.

Podría darse el caso de que uno de los dos acuse al otro de haberle amenazado de muerte sistemáticamente delante de su hijo/a durante mucho tiempo. En este caso, un ejemplo de muchos, seguramente no existan pruebas materiales que corroboren la existencia de dichas amenazas, pero debe entenderse que si estas sucedieron peligrará la salud física y mental de la víctima del maltrato verbal y la del menor implicado. En el caso de este último, su desarrollo emocional podría verse gravemente afectado, interiorizando además dichas conductas violentas.

Sin embargo, como debe respetarse la presunción de inocencia, evitando que las acusaciones falsas proliferen y tergiversen el sistema, se intenta siempre esclarecer todo lo posible esta clase de asuntos antes de emitir una sentencia definitiva. En casos como el mencionado, se recurre habitualmente a la pericial psicológica, que entre otras cosas puede dirimir el grado de credibilidad de las acusaciones, así como la afectación psicológica, si la hubiere, tanto de la víctima como de los menores implicados. De las pruebas psicológicas, se obtienen unos resultados con los que se confecciona un informe que debe responder, indicando el grado de confianza de las conclusiones, a las cuestiones que se plantearon.

 

Fuentes:

Patria potestad, guarda y custodia y régimen de visitas en casos de maltrato o violencia doméstica, por Serveis Jurídics Muñoz&Aboal.

El pasado día 8 se celebró el Día Internacional de la Mujer, celebrándose múltiples manifestaciones cuyo objeto era declamar que todavía hoy existen notables diferencias en la forma en que la sociedad trata a mujeres y hombres, favoreciendo en general a estos últimos. Dichas manifestaciones congregaron a una cantidad de gente importante, lo que dice mucho acerca de las necesidades que aún hoy tenemos en este aspecto y que la sociedad demanda solventar. Igualmente, ese día las redes se inundaron con las opiniones de unos y otros al respecto, pero aunque se seguirán hablando de estos temas seguramente hasta tiempo después que logremos solucionarlos, los derechos de la mujer no deberían reivindicarse un solo día. Por ello, quisiera hablar sobre algunos aspectos de mi área de conocimiento, la psicología jurídica, en relación a como trata la justicia a las mujeres en general y a las víctimas de violencia de género en particular.

Manifestación por el día internacional de la mujer de 1917 en Petrogrado (hoy San Petersburgo)

Hace ya unos años el grupo de expertos en Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) elaboró una guía con la que pretendía aclarar ciertos aspectos de estos casos que parecían generar confusión o tener tendencia a ser malinterpretados por diversos motivos. Entre otras aclaraciones, los expertos contaban que ante casos de violencia contra la mujer, cuando hubiere hijos fruto de la relación, el agresor jamás debería poder compartir dicha custodia.

Sin ir más lejos, el artículo 92.7 del código Civil dice textualmente que “No procederá la guarda conjunta cuando cualquiera de los padres esté incurso en un proceso penal iniciado por atentar contra la vida, la integridad física, la libertad, la integridad moral o la libertad e indemnidad sexual del otro cónyuge o de los hijos que convivan con ambos. Tampoco procederá cuando el Juez advierta (…) la existencia de indicios fundados de violencia doméstica”.

En relación a lo anterior, a veces se alega para que pueda darse dicha custodia compartida, que el menor está siendo afectado por el “síndrome de alienación parental” o SAP, el cual cabría recordar que ni tiene, ni tuvo nunca base científica alguna. Este mal llamado síndrome es, por tanto, poco más que un estereotipo pernicioso, cuyos pretendidos síntomas pueden explicarse mejor de muchas otras formas.

Pese a ello, aún hoy día resulta muy común que en el objeto de una pericial se nos demande que determinemos si existe o no el SAP en el caso en cuestión. Resulta fácil pues contestar a esta pregunta, si bien habremos de entender que lo que en realidad se nos solicita es que determinemos si alguno de los progenitores está influyendo negativamente al menor, poniéndolo consciente o inconscientemente en contra del otro sin que haya ninguna base racional para ello.

Por si todo lo anterior fuera poco, el tribunal Supremo fijó en su día doctrina respecto a este tema, estableciendo que “la adopción de una guardia y custodia no depende del informe favorable del fiscal sino de la valoración que merezca al juez la adecuación de una medida u otra en base al interés del menor.”

Pese a ello, no es raro encontrarse que en la vista de un juicio se pregunta, viniera indicado este tema en el objeto de la pericial o no, si podría existir en dicho caso el SAP. Me temo que se trata de uno de esos mitos que se perpetúan  pese a que nunca tuvieron fundamento, como aquel que dice que solamente usamos un 10% de nuestro cerebro o que las vacunas provocan autismo. Mitos que a la larga se convierten en mentiras dañinas.

El SAP en concreto, supone un intento de minimizar, de restarle importancia a la violencia que se ejerce sobre las mujeres y a otra clase de conductas machistas más sutiles. Por ello, simplemente aceptar que se enarbole este argumento como una posible razón a tener en cuenta en un procedimiento de guarda y custodia supondría vulnerar los derechos de los menores, exponiéndolos al daño del que supuestamente las instituciones legales deberían estar protegiéndolos.

Bueno, ¿y entonces de dónde viene este síndrome? Por supuesto que no surge de la nada, sino que fue creado por un médico en 1985, precisamente cuando se encontraba en pleno litigio por la custodia de sus hijos. El médico, llamado Richard Gardner, argumentaba que la madre alienaba a sus hijos y que durante el tiempo que estos pasaban con ella, la mujer los condicionaba poniéndolos en su contra, por lo que consideraba que debía ser él quien detentara la custodia. Y no solo eso, pues añadía a su razonamiento y peticiones que debería ordenarse un tratamiento para solucionar la situación. Al escuchar esta historia uno podría preguntarse qué pruebas aportó el médico para sostener su causa, pero la verdad es que no fue capaz de aportar nada más allá de su opinión e impresiones personales.

Tras este evento, y por mucho que algunos se empecinaron en ello, no se encontró nunca pruebas que lo apoyaran. En concreto, Gardner basó su vida profesional casi completamente en el SAP, recomendando como supuesto experto que en los casos de abuso sexual infantil, a los que consideraba una histeria colectiva, sería recomendable dar la guarda y custodia al presunto abusador.

Así pues, el SAP nunca ha llegado a ser reconocido por ninguna asociación profesional ni científica, siendo rechazado por todos los sistemas diagnósticos reconocidos, como el DSM o el CIE en sus diversas revisiones. La propia Asociación Americana de Psicología (APA) decía al respecto que “no existe ninguna evidencia científica que avale este supuesto síndrome”.

Según las investigaciones, la realidad tras el rechazo de algunos menores frente a las visitas del progenitor no custodio suelen poder ser explicado mejor por la propia ansiedad que padece el menor tras la separación, por la ausencia del progenitor custodio o por la existencia de violencia previa contra él o contra la madre. Así pues, atribuir por defecto dicha aversión a una manipulación por parte de la progenitora en base al supuesto síndrome, no es sino aplicar una teoría pseudocientífica.

Recordemos, no obstante, que no es lo mismo un caso donde ambos progenitores parten de las mismas condiciones pero el menor o los menores manifiestan su preferencia de estar con uno de ellos, que aquellos casos en que hay indicios de violencia de género o contra los propios menores. En los primeros, muchas veces se decide en contra de la voluntad del menor, por ejemplo cuando este es demasiado pequeño para entender la situación, pero siempre buscando el mayor beneficio para él o ella. Por ello mismo, en los segundos no debería caber posibilidad de compartir la custodia.

Y es que durante todo el proceso judicial, inclusive al fijar las medidas de custodia y visitas, se buscará siempre “preservar y garantizar la integridad tanto física como psíquica del menor”. Por ello, en casos donde se encuentren los citados indicios de violencia, debería realizarse un informe pericial acerca de la idoneidad de que los menores tengan contacto con el progenitor agresor, por ejemplo en forma de visitas.

Según explicaba la guía de CGPJ, existiría la tendencia en algunas Audiencias Provinciales a exigir que se probara la existencia de ánimo de dominar a la mujer para calificar un delito como de violencia de género. Recordemos, sin embargo, que los expertos en violencia doméstica consideran que es innecesario probar tal eventualidad, ya que por defecto forma parte de este tipo de violencia, al ejercerse esta en el ámbito de la pareja y ser producto de la relación desigual entre ambos sexos, así como de la dominación histórica entre hombres y mujeres.

 

Fuentes:

La custodia compartida no cabe nunca en casos de violencia de género. Visto en Europa Press.

Código Civil.

Síndrome de alienación parental. Información de apoyo extraída de Wikipedia.