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Un niño o una niña, quizás un adolescente, está mirando la pantalla de su móvil o tableta. No sería una situación preocupante si no fuera porque parece estar siempre igual, incapaz de no comprobar los whatsapps recibidos o entrar en Instagram cada pocos minutos. Esta situación y otras muy similares, son desgraciadamente familiares para muchos padres cuyos hijos pasan una cantidad de tiempo excesivo utilizando este tipo de dispositivos. El resultado es que estos menores ven el mundo a través de sus aparatos y esto les puede afectar en el modo en que desarrollan sus relaciones, pudiendo llegar a manejarse mejor en el medio digital que en el que hay fuera de las pantallas.

Estos niños y niñas pueden de hecho padecer dificultades a la hora de desarrollar habilidades sociales básicas que en otros tiempos se hubieran dado por sentadas, como la capacidad para mantener el contacto visual cuando hablan con los demás o la capacidad para interpretar correctamente el lenguaje corporal de sus interlocutores.

Si bien la tecnología digital por sí misma no es perjudicial y de hecho puede llegar a ser un elemento muy positivo, sí es cierto que debe mantenerse un control sobre el uso que hace el menor (y nosotros mismos) de los medios digitales. Y sí, debemos tener en cuenta el tiempo que pasamos nosotros mismos delante de las pantallas pues los padres, madres, cuidadores y demás figuras de referencia suelen ser los principales responsables de controlar el consumo digital de los más pequeños de la casa.

A las nuevas generaciones se les llama nativos digitales precisamente porque crecen rodeados de pantallas.

Especialistas en la materia, como Cris Rowan, terapeuta pediátrica, los niños y niñas aprenden sobre cómo deben comportarse en su entorno mayormente observado a los adultos que les rodean y más concretamente a sus padres. Por ello, si les ven usando el móvil mientras comen o mientras el niño intenta decirles algo, interiorizará que ese tipo de comportamientos son válidos y admisibles, por lo que los replicará luego. Además, los pequeños pueden llegar a tener una excelente memoria cuando se trata de justificar mentalmente comportamientos que se les pide que detengan. Así que ¿por qué va a parar de jugar a la consola una niña para cenar cuando se lo dice su padre, si este deja siempre la televisión puesta durante la propia cena? Para evitar este tipo de conflictos, recomendamos buscar siempre la coherencia entre nuestras acciones y demandas.

Si lo que buscamos es que el menor aprenda a desconectar del ocio digital, deberemos marcar ciertas normas, como establecer  momentos concretos del día en que ningún miembro de la familia pueda acceder a las pantallas. Además, durante estos ratos, pero no solo en ellos, podemos realizar diversas actividades en forma de juegos que nos ayudarán a fomentar en los pequeños el desarrollo de sus habilidades sociales.

Lenguaje corporal

Una de dichas habilidades es la interpretación del lenguaje corporal de quienes nos rodean, del cual se obtiene gran parte de la información que usamos para interactuar con ellos, incluso sin que muchas veces  seamos del todo conscientes. Para practicar esta capacidad, es buena idea hablar con ellos para que nos cuenten qué les sucede a los personajes de los dibujos que estén viendo, del juego que están jugando, de un tebeo, etc. Nótese que incluso los personajes animados poseen un lenguaje corporal análogo al nuestro, mediante el cual los animadores nos hacen entender cómo se sienten estos.

Si al niño le cuesta, podemos ayudarle preguntándole como el personaje en cuestión se mueve, mira, tiembla, etc. En momentos de juego, podemos idear actividades de mímica en los que los participantes deban utilizar este lenguaje mediante gestos, miradas y demás para expresar un sentimiento, estado de ánimo, necesidad, etc. Las primeras veces empezaremos por lo básico, señalando una estancia o un objeto, indicando que queremos entrar allí o que nos den esa cosa. Luego ya podemos ir complicando los desafíos hasta crear pequeñas historias que adivinar, animando a los pequeños a que hagan lo mismo luego. Por ejemplo, si cogemos su mochila, nos la ponemos y caminamos sonriendo, estaremos diciendo que vamos al cole con alegría.

El ritmo de la conversación

Resulta habitual que los niños y niñas esperen que los actos comunicativos sean breves y concisos, aunque al buscar dicha brevedad a veces omitan información importante, siendo esta expectativa contraproducente no solo cuando ellos tienen que comunicarnos algo, sino también cuando somos nosotros quienes tenemos algo que decirles (y ellos pierden la paciencia).

Estas desavenencias producen a veces numerosos conflictos, por lo que conviene tener en mente que en un diálogo nunca deberíamos buscar someter al otro a nuestro punto de vista (aunque consideremos que como adultos tenemos la razón), sino lograr que cada uno escuche al otro, piense en lo dicho y podamos mejorar con ello la situación.

Sin embargo, la conversación es, al igual que las demás habilidades sociales, una capacidad que se debe practicar para aprenderla y mejorarla. Para ello un buen momento es la hora de comer, ya que es una situación en la que todos pueden intervenir turnándose, compartiendo sus pensamientos, sus experiencias del día, etc. No obstante, este no es ni mucho menos el único momento en que podemos practicarla. Por ejemplo, podemos diseñar actividades expresamente pensadas para ello, como utilizar un micrófono que los participantes puedan ir pasándose cuando les toca hablar, evitando así que se pueda interrumpir al otro cuando habla. Mediante este sistema podríamos jugar, por ejemplo, a «Preguntas estrafalarias», donde cada uno deberá responder a preguntas divertidas que los demás le hagan. Hay que tener presente que incluso actividades como estas ayudarán a los niños a practicar inadvertidamente su capacidad de escuchar y de comunicarse, al tiempo que se ejercita la empatía.

Otro forma de practicar la comunicación y concretamente el plano emocional de la conversación sería el juego Ikonikus, en el cual los jugadores se hacen preguntas acerca de situaciones hipotéticas y cómo se sentirían en ellas, debiendo responder ayudándose de unas cartas con símbolos simples. Aquí la gracia es que al vernos obligados a usar dichos símbolos, debemos comunicar nuestros sentimientos de una forma alternativa a la que estamos acostumbrados. Habitualmente, por ejemplo, siempre usamos palabras semejantes para expresar nuestro enfado, pero así quizás encontremos otros modos de hacernos entender en esos momentos, al tiempo que nos forzamos a imaginar como se sienten los demás en dichas situaciones.

Contacto visual

Relacionado con todo lo anterior estaría la capacidad para mantener el contacto visual, la cual tendemos a dar por hecho más que ninguna otra, si bien luego puede pasar que nos sintamos muy mal cuando el niño o niña no nos devuelve la mirada siquiera cuando está hablándonos (o nosotros a él/ella). Un juego, clásico entre los clásicos, que nos ayudará a la hora de practicar esto, es el concurso de miradas (es decir, batirnos en duelo con el pequeño por ver quien aguanta más sosteniendo la mirada).

Este juego facilita que se sientan cómodos con la conducta de mantener el contacto visual, aprendiendo además a identificar las emociones en la expresión ajena (cuando uno está a punto de ceder ante la mirada del otro, solemos antes mostrarlo en nuestro rostro). Para evitar que los niños sientan que todo el ejercicio gira en torno a ellos (revelando que se trata de algo más que un juego, lo que podría crearles rechazo) resultaría conveniente que estos duelos de miradas se realicen entre varias personas, no siendo siempre alguien contra él. Por ejemplo se puede organizar un pequeño torneo en el que participen todos los miembros de casa por rondas.

Dejar que se comuniquen por sí mismos

En suma, sucede con demasiada frecuencia que asumimos que nuestros hijos e hijas desarrollarán automáticamente sus aptitudes y habilidades sociales, cuando la realidad es que si durante su infancia no se practican podría surgir un déficit en este sentido más adelante. A todo lo anterior, hay que añadir que en la sociedad actual, siempre con prisas y con el tiempo justo, tendemos muchas veces a hacer las veces de relaciones públicas de los pequeños. Esto, que tiene sentido en ocasiones, no lo tiene tanto en otras.

Así, no son pocos los padres y madres que organizan con quién, cuando y cómo quedan sus hijos incluso aunque sea para jugar, piden por ellos la comida en el restaurante, las chucherías en el quiosco, cuentan lo que les sucede cuando van al pediatra, etc. Si bien haciendo esto evitamos posibles errores en la comunicación y al mismo tiempo resolvemos la situación rápidamente, con ello desperdiciamos una oportunidad ideal para que sean los pequeños quienes se comuniquen. Siempre teniendo en cuenta su edad, supervisándolos en lo que haga falta, les podemos pedir que digan ellos mismos lo que necesitan/quieren.

Imaginemos, por ejemplo, que nos encontramos en la mesa de un restaurante y llega el camarero para que pidamos la comida. En este caso, en lugar de preguntarle al niño que nos diga que quiere y decírselo nosotros al camarero (o directamente decidir por él), podemos pedirle que se lo diga él mismo.

Si el menor presenta dificultades para hablar ante desconocidos, evitarle esta clase de situaciones solamente hará que agravar su nerviosismo, por lo que dejarle que poco a poco se enfrente a ello le ayudará a aumentar su confianza y superar el problema. Si este es el caso, deberemos empezar por lo fácil (decirle que salude al dependiente de la tienda de juguetes, por ejemplo) e iremos aumentando la dificultad del encuentro poco a poco, hasta llegar a la comunicación completa.

En todo caso, recordemos que lograr que la infancia de nuestros hijos no sea una basada en la hiperconexión digital será una labor del día a día, no de un par de intervenciones. Predicar con el ejemplo y actuar con paciencia será fundamental para lograr este objetivo.

 

Fuentes:

Infancia Virtual, de Cris Rowan

Como socializar a niños hiperconectados, en SerPadres.com

SocialSKLZ: Como dar a tus niños las habilidades que necesitan para desenvolverse en el mundo moderno, por Faye de Muyshondt

Otros:

Juego Ikonikus

En nuestro blog hablamos mucho sobre el TDAH y de hecho otras veces ya hemos comentado diversos aspectos y características de esta afección, inclusive algunos tratamientos. Si bien entre los tratamientos de 1ª elección encontramos las terapias de conducta, la realidad es que son muchos los niños y niñas que reciben tratamiento farmacológico, siendo el metilfenidato uno de los más usados. A veces incluso se usan dichos tratamientos sin un complemento psicológico que les aporte estrategias a ellos y a sus cuidadores para poder aprovechar mejor los beneficios de dicha medicación.

Todos sabemos que los fármacos, si bien resultan de gran ayuda cuando son usados correctamente, suelen conllevar una serie de efectos secundarios que merece tener muy en cuenta, debiendo evaluarse para cada caso particular la relación coste/beneficio de cada opción, eligiéndose el tratamiento más adecuado disponible.

En todo caso, como decíamos uno de los fármacos de uso más frecuente para tratar el TDAH es el metilfenidato, por lo que consideramos interesante hablar de sus características según las últimas investigaciones.

Eventos adversos no graves

Este apartado se refiere a alteraciones nocivas pero que no ponen directamente en peligro la salud del menor, como puedan ser las alteraciones del sueño, la disminución del apetito, las cefaleas, los dolores abdominales y, paradójicamente, el nerviosismo: Estos son algunos de los efectos negativos más comunes (afectando de un 10% a un 15% de los niños y niñas tratados), si bien ninguno de ellos implica un riesgo directo o grave para la salud del menor. Hay que tener en cuenta que estos efectos suelen ser leves y causados por cambios en la dosis o en el horario en que se toma la medicación.

En cuanto a la falta de apetito, debe vigilarse si esta llega a estar tan presente que produce descenso del peso, en cuyo caso merecería la pena aumentar la ingesta en la merienda y cena, al ser el desayuno y la comida las ingestas tendentes a ser más ligeras por haber tomado recientemente la medicación. Discutible es el uso de batidos, barritas o suplemento vitanímicos como sustitutivos, siendo en los países desarrollados muy extraño que un menor sufra de hipovitaminosis y por tanto sirviendo más como efecto placebo para los padres que no como un remedio real. No se recomienda usar medicamentos que estimulen el apetito, ya que suelen contener antihistamínicos o derivados de neurolépticos que podrían producir somnolencia y producir rigidez muscular, así como aumentar la falta de atención.

En relación a lo anterior, no se han identificado alteraciones neurohormonales que pudieran asociarse a alteraciones en el crecimiento, si bien sí que se ha encontrado cierto retraso en el crecimiento asociado al TDAH en sí mismo (no a ningún tratamiento). Estos retrasos se normalizan en la adolescencia del menor, por lo que los niños y niñas afectados por el TDAH crecen más lentamente pero finalmente logrando una talla promedio.

En cuando al nerviosismo, se debe al llamado efecto rebote que producen los fármacos de vida media corta, consistiéndo en la exacerbación o empeoramiento de los síntomas pasadas de tres a cinco horas tras tomar la dosis. Se puede paliar distribuyendo la dosis a lo largo del día, añadiendo una dosis baja tras terminar la jornada lectiva, o bien utilizando metilfenidato en su forma de liberación prolongada o clonidina (un agonista α-adrenérgico).

Las alteraciones del sueño normalmente toman la forma de insomnio de conciliación, para el cual también se puede hacer uso de la clonidina, antihistamínicos suaves o benzodiazepinas, siempre según el criterio del especialista que lleve el caso.

Eventos adversos graves

No son pocos quienes opinan que los peligros de estos medicamentos son demasiado importantes como para considerar siquiera usarlos, creyendo que la probabilidad de eventos adversos graves es demasiado elevada. Estos eventos se definen como aquellos que pueden causar un daño fatal o irreversible al sujeto que los toma, como sería el caso de las arritmias o incluso el riesgo de infarto. Dicha preocupación es compresible, pero es necesario atender a los datos de los que disponemos y no solamente a «lo que se dice».

Ciertamente, existe cierta alarma social en relación a la salud cardíaca de los menores que toman estimulantes como el metilfenidato o las anfetaminas, la cual se origina en el año 2005, cuando el Sistema de Salud Canadiense retiró de las farmacias el Adderall (un compuesto de anfetaminas que no se vende en Europa) por una supuesta implicación en varios casos de muerte súbita, si bien tras ello se investigó lo sucedido y se determinó que no estaban relacionados con el uso del medicamento y de hecho fue aprobado nuevamente al poco tiempo.

En suma, la retirada del Adderall fue precipitada y no se basó en ninguna evidencia, sembrando el pánico entre padres y médicos injustificadamente. Tras la investigación pertinente, se concluyó que las tasas de muerte súbita en niños que toman el medicamento son idénticas a las de población general de niños, por lo que no altera las probabilidades de estos sucesos.

Lamentablemente, la alarma creada y la desinformación que llevó a ella creó preocupación y miedos que aún hoy están muy presentes. Hay que decir que hoy día aún se realizan investigaciones al respecto, por lo que cada vez tenemos más datos que nos aseguran lo seguro que es usar estos medicamentos. Para que nos hagamos una idea, estadísticamente el riesgo para la vida del menor es treinta veces menor en el caso del uso de metilfenidato que si se sube a un coche.

Otro tema que suele preocupar a padres y madres es si a largo plazo sus hijos podrían desarrollar problemas de abuso de sustancias, argumentando normalmente que estos puedan ver como normal y/o aceptable la ingesta de químicos. Existen varios estudios al respecto y todo parece indicar que los adolescentes tratados con estimulantes como el metilfenidato tienden a tener menos problemas en este sentido que aquellos que no reciben tratamiento.

Aspectos positivos

Para terminar, y aunque los desarrollaremos en más detalle en futuras entradas, como aspectos positivos el metilfenidato mejora los síntomas principales del TDAH, así como el comportamiento general y la calidad de vida, aunque la magnitud de estos efectos es variable entre sujetos. La investigación ha demostrado que el metilfenidato resulta eficaz (alrededor del 70% de éxito), siéndolo todavía más cuando se usa en un plan terapéutico mayor (incluyendo intervenciones psicosociales), permitiendo a los niños y niñas estar sentados y concentrados en el aula y disminuyendo el rechazo que sufren por parte de sus compañeros.
La evidencia en cambio apunta a que un TDAH no tratado podría desembocar en fracaso escolar, abuso de sustancias y aumento del riesgo de verse envueltos en problemas con la ley. Como vemos, serían estos problemas con cierto componente social, que hacen pensar que los síntomas no tratados pueden crear desarraigo social en el sujeto, siendo este el origen de los problemas posteriores.
Con todo lo dicho hasta este momento, podemos afirmar que el tratamiento con metilfenidato aporta beneficios, mientras que los efectos secundarios adversos que pueden surgir son controlables, siguiendo siempre las pautas del especialista.

Nota del Editor: Pese a los consejos previamente apuntados, si tú o tus hijos tenéis prescrito algún psicofármaco, no dejéis de tomarlo ni modifiquéis las tomas sin consultar antes al especialista que lo recetó. El TDAH es un trastorno sobre el que cada día aprendemos más y los tratamientos habitualmente usados tienen en cuenta los datos disponibles y buscan siempre la mejor relación coste/beneficio para el paciente. Si temes estar sufriendo algún efecto adverso, comunícaselo para que realice, en su caso, las comprobaciones pertinentes.

Fuentes:

Methylphenidate for attention deficit hyperactivity disorder (ADHD) in children and adolescents – assessment of adverse events in non-randomised studies, por Jakob Storebø, Nadia Pedersen, Erica Ramstad, Maja Lærke Kielsholm, Signe Sofie Nielsen, Helle B Krogh, Carlos R Moreira-Maia, Frederik L Magnusson, Mathilde Holmskov, Trine Gerner, Maria Skoog, Susanne Rosendal, Camilla Groth, Donna Gillies, Kirsten Buch Rasmussen, Dorothy Gauci, Morris Zwi, Richard Kirubakaran, Sasja J Håkonsen, Lise Aagaard, Erik Simonsen, Christian Gluud.

O su resumen en castellano AQUÍ.

El trastorno de déficit de atención/hiperactividad en la consulta del pediatra. Algunas sugerencias. Por J.Artigas Pallarés.

Metilfenidato para el TDAH en niños y adolescentes: un análisis de sus efectos. Por Mauro Colombo.

Guía de Práctica Clínica sobre las Intervenciones Terapéuticas en el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).

Como dije en anteriores entradas, el TDAH es un trastorno complejo del que aún estamos aprendiendo día a día, lo que en parte explica toda la desinformación y confusiones que hay al respecto. Por ello quisiera hacer un repaso a los principales modelos explicativos y si anteriormente hablé del modelo de Barkley, hoy lo haré del de Brown, un modelo explicativo centrado en la afectación de las capacidades cognitivas complejas.

Brown considera que hay seis funciones ejecutivas afectadas: Activación, Concentración, Esfuerzo, Emoción, Memoria y Acción, las cuales le sirven al individuo para poder desenvolverse día a día. Mediante estos elementos, el profesor Thomas Brown pretende explicar por ejemplo por qué un niño con TDAH parecer ser capaz de ver la tele o jugar a la consola sin problemas, pero sí padece ante tareas más complejas. Veamos.

La Activación es la capacidad de empezar una tarea, priorizándola por encima de otras, capacidad bastante afectada en los niños y niñas que padecen TDAH, quienes por su edad nos parece a veces que ya deberían saber distinguir la importancia de ciertas actividades (como hacer los deberes o estudiar). Al no realizarse la activación correctamente, se posponen las tareas, dejándolas para más adelante, solo realizándolas cuando el plazo está a punto de terminarse o cuando se vuelven muy urgentes, a veces siquiera eso.

Es por ello que luego deben llevarlas a cabo atropelladamente, con prisas y cometiendo errores en el proceso, que seguramente no hubieran hecho de realizarla con previsión. Lo peor es que estos niños y niñas se pueden acostumbrar a este ritmo de trabajo, siendo para ellos habitual no hacer el trabajo en el momento y luego tener que hacerlo a toda prisa, no aprendiendo a dosificar sus esfuerzos.

La Concentración por otra parte, es la capacidad de mantenerse la atención centrada en una tarea, función igualmente alterada en los sujetos que padecen TDAH. Tanto niños como adultos se distraerán muy fácilmente con cualquier estímulo ajeno a la tarea en cuestión (música, la vibración del móvil o incluso sus propios pensamientos, entre otros). Por ello dan la impresión de quedarse soñando despiertos con asiduidad.

El Esfuerzo es la función requerida cuando el sujeto debe permanecer procesando y trabajando con la información cuando empiezan a agotarse. Los afectados por TDAH suelen acabar sin problema proyectos de corta duración o que les motiven mucho, manifestando grandes dificultades cuando la tarea a realizar requiere un trabajo sostenido en el tiempo. Esto se relaciona con las dos funciones antes mencionadas, pues al tardar en activarse, empiezan más tarde, al tiempo que se cansan más pronto que otros debido a las dificultades para concentrarse, lo que les causa un mayor agotamiento y desgaste, requiriendo pues mayor esfuerzo para terminar el trabajo.

Por otra parte estaría la Emoción, término referido efectivamente a la capacidad para gestionar las propias emociones, que también suele estar afectada en quienes padecen TDAH, si bien este síntoma parece ser menos conocido que los otros. Sobre todo en los menores, quienes suelen tener bastantes dificultades para lidiar con sus frustraciones y sus emociones, positivas y negativas. En este sentido el menor parecerá más inmadura que sus pares, manifestando conductas y actitudes que normalmente se asocian con niños de menor edad. Cuando estos niños y niñas sienten rabia, por ejemplo, parece que les sea imposible atender o pensar en otra cosa, no logrando calmarse hasta que tras un rato se les pasa.

Por ello podemos describir a estos niños como más sensibles a los problemas emocionales, reaccionando más acaloradamente a las discusiones, reprimendas, preocupaciones y demás, agravando esto sus dificultades atencionales. Si cuando estamos preocupados, tristes o enfadados nos cuesta más concentrarnos, en el caso del TDAH este efecto es todavía mayor.

En quinto lugar el modelo lista como función afectada a la Memoria, ya que si bien su memoria a largo plazo está en perfectas condiciones, estos sujetos pueden ver afectada su capacidad para recordar qué se les ha dicho hace unos instantes, qué tenían que hacer o incluso lo que iban a decir ellos mismos. Esto sucede por las dificultades para mantener las ideas en mente, pues cualquier distracción hace que cambien el foco atencional, sustituyendo la idea que se tenía por otro pensamiento no relacionado. Así mismo, manifiestan problemas para recordar información ya memorizada, pero pueden acordarse de esos mismos datos cuando no los necesitan. Podemos decir que memorizan la información, pero que a la hora de recuperarla de la memoria padecen dificultades, una vez más por los problemas de concentración.

Vemos que cada función se relaciona con las demás, pero aún queda una, la llamada Acción, referida al poder regular las propias acciones. Cuando imaginamos un niño que padece TDAH, no es difícil imaginar que le cueste contenerse en sus conductas, pero esta afectación aparece incluso en los niños que no poseen este síntoma. Esto es debido a la impulsividad, síntoma que les impele a manifestar una conducta nada más se presenta esta en su mente, sin reflexionar sobre su conveniencia. Además, presentan problemas para contextualizar dichas acciones, pudiendo tener dificultades para percibir los sentimientos ajenos en un primer momento, no porque no los entienda sino porque no atienden a las claves que los indican. Con todo ello sumado, los niños con TDAH suelen actuar y luego tener además dificultades para rectificar dicha acción si esta resultó ser poco oportuna.

Así mismo, sufren problemas para regular el ritmo de sus acciones, pudiendo saltar de una a otra, dejándolas a medio hacer (incluso aquellas que les gustan), no pudiendo disminuir su ritmo cuando la tarea requiere ir con cuidado o acelerarlo si deben terminarla a tiempo.

Este modelo resulta interesante para explicar la sintomatología del TDAH, ya que la gran mayoría de afectados, niños y adultos, por este trastorno, sufren problemas en las seis funciones mencionadas de forma crónica, sufriendo por ello afectación en su día a día.

 

Fuentes:

Modelos explicativos de las FFEE en el TDAH, en Fundación CADAH

Modelo del Trastorno de Déficit de Atención desarrollado por el Dr. Brown

Attention Deficit Disorder: The Unfocused Mind in Children and Adults, por Thomas E. Brown.

Manual de Diagnóstico y Tratamiento de TDAH. Por Soutullo y Díez.

El pasado día 8 se celebró el Día Internacional de la Mujer, celebrándose múltiples manifestaciones cuyo objeto era declamar que todavía hoy existen notables diferencias en la forma en que la sociedad trata a mujeres y hombres, favoreciendo en general a estos últimos. Dichas manifestaciones congregaron a una cantidad de gente importante, lo que dice mucho acerca de las necesidades que aún hoy tenemos en este aspecto y que la sociedad demanda solventar. Igualmente, ese día las redes se inundaron con las opiniones de unos y otros al respecto, pero aunque se seguirán hablando de estos temas seguramente hasta tiempo después que logremos solucionarlos, los derechos de la mujer no deberían reivindicarse un solo día. Por ello, quisiera hablar sobre algunos aspectos de mi área de conocimiento, la psicología jurídica, en relación a como trata la justicia a las mujeres en general y a las víctimas de violencia de género en particular.

Manifestación por el día internacional de la mujer de 1917 en Petrogrado (hoy San Petersburgo)

Hace ya unos años el grupo de expertos en Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) elaboró una guía con la que pretendía aclarar ciertos aspectos de estos casos que parecían generar confusión o tener tendencia a ser malinterpretados por diversos motivos. Entre otras aclaraciones, los expertos contaban que ante casos de violencia contra la mujer, cuando hubiere hijos fruto de la relación, el agresor jamás debería poder compartir dicha custodia.

Sin ir más lejos, el artículo 92.7 del código Civil dice textualmente que “No procederá la guarda conjunta cuando cualquiera de los padres esté incurso en un proceso penal iniciado por atentar contra la vida, la integridad física, la libertad, la integridad moral o la libertad e indemnidad sexual del otro cónyuge o de los hijos que convivan con ambos. Tampoco procederá cuando el Juez advierta (…) la existencia de indicios fundados de violencia doméstica”.

En relación a lo anterior, a veces se alega para que pueda darse dicha custodia compartida, que el menor está siendo afectado por el “síndrome de alienación parental” o SAP, el cual cabría recordar que ni tiene, ni tuvo nunca base científica alguna. Este mal llamado síndrome es, por tanto, poco más que un estereotipo pernicioso, cuyos pretendidos síntomas pueden explicarse mejor de muchas otras formas.

Pese a ello, aún hoy día resulta muy común que en el objeto de una pericial se nos demande que determinemos si existe o no el SAP en el caso en cuestión. Resulta fácil pues contestar a esta pregunta, si bien habremos de entender que lo que en realidad se nos solicita es que determinemos si alguno de los progenitores está influyendo negativamente al menor, poniéndolo consciente o inconscientemente en contra del otro sin que haya ninguna base racional para ello.

Por si todo lo anterior fuera poco, el tribunal Supremo fijó en su día doctrina respecto a este tema, estableciendo que “la adopción de una guardia y custodia no depende del informe favorable del fiscal sino de la valoración que merezca al juez la adecuación de una medida u otra en base al interés del menor.”

Pese a ello, no es raro encontrarse que en la vista de un juicio se pregunta, viniera indicado este tema en el objeto de la pericial o no, si podría existir en dicho caso el SAP. Me temo que se trata de uno de esos mitos que se perpetúan  pese a que nunca tuvieron fundamento, como aquel que dice que solamente usamos un 10% de nuestro cerebro o que las vacunas provocan autismo. Mitos que a la larga se convierten en mentiras dañinas.

El SAP en concreto, supone un intento de minimizar, de restarle importancia a la violencia que se ejerce sobre las mujeres y a otra clase de conductas machistas más sutiles. Por ello, simplemente aceptar que se enarbole este argumento como una posible razón a tener en cuenta en un procedimiento de guarda y custodia supondría vulnerar los derechos de los menores, exponiéndolos al daño del que supuestamente las instituciones legales deberían estar protegiéndolos.

Bueno, ¿y entonces de dónde viene este síndrome? Por supuesto que no surge de la nada, sino que fue creado por un médico en 1985, precisamente cuando se encontraba en pleno litigio por la custodia de sus hijos. El médico, llamado Richard Gardner, argumentaba que la madre alienaba a sus hijos y que durante el tiempo que estos pasaban con ella, la mujer los condicionaba poniéndolos en su contra, por lo que consideraba que debía ser él quien detentara la custodia. Y no solo eso, pues añadía a su razonamiento y peticiones que debería ordenarse un tratamiento para solucionar la situación. Al escuchar esta historia uno podría preguntarse qué pruebas aportó el médico para sostener su causa, pero la verdad es que no fue capaz de aportar nada más allá de su opinión e impresiones personales.

Tras este evento, y por mucho que algunos se empecinaron en ello, no se encontró nunca pruebas que lo apoyaran. En concreto, Gardner basó su vida profesional casi completamente en el SAP, recomendando como supuesto experto que en los casos de abuso sexual infantil, a los que consideraba una histeria colectiva, sería recomendable dar la guarda y custodia al presunto abusador.

Así pues, el SAP nunca ha llegado a ser reconocido por ninguna asociación profesional ni científica, siendo rechazado por todos los sistemas diagnósticos reconocidos, como el DSM o el CIE en sus diversas revisiones. La propia Asociación Americana de Psicología (APA) decía al respecto que “no existe ninguna evidencia científica que avale este supuesto síndrome”.

Según las investigaciones, la realidad tras el rechazo de algunos menores frente a las visitas del progenitor no custodio suelen poder ser explicado mejor por la propia ansiedad que padece el menor tras la separación, por la ausencia del progenitor custodio o por la existencia de violencia previa contra él o contra la madre. Así pues, atribuir por defecto dicha aversión a una manipulación por parte de la progenitora en base al supuesto síndrome, no es sino aplicar una teoría pseudocientífica.

Recordemos, no obstante, que no es lo mismo un caso donde ambos progenitores parten de las mismas condiciones pero el menor o los menores manifiestan su preferencia de estar con uno de ellos, que aquellos casos en que hay indicios de violencia de género o contra los propios menores. En los primeros, muchas veces se decide en contra de la voluntad del menor, por ejemplo cuando este es demasiado pequeño para entender la situación, pero siempre buscando el mayor beneficio para él o ella. Por ello mismo, en los segundos no debería caber posibilidad de compartir la custodia.

Y es que durante todo el proceso judicial, inclusive al fijar las medidas de custodia y visitas, se buscará siempre “preservar y garantizar la integridad tanto física como psíquica del menor”. Por ello, en casos donde se encuentren los citados indicios de violencia, debería realizarse un informe pericial acerca de la idoneidad de que los menores tengan contacto con el progenitor agresor, por ejemplo en forma de visitas.

Según explicaba la guía de CGPJ, existiría la tendencia en algunas Audiencias Provinciales a exigir que se probara la existencia de ánimo de dominar a la mujer para calificar un delito como de violencia de género. Recordemos, sin embargo, que los expertos en violencia doméstica consideran que es innecesario probar tal eventualidad, ya que por defecto forma parte de este tipo de violencia, al ejercerse esta en el ámbito de la pareja y ser producto de la relación desigual entre ambos sexos, así como de la dominación histórica entre hombres y mujeres.

 

Fuentes:

La custodia compartida no cabe nunca en casos de violencia de género. Visto en Europa Press.

Código Civil.

Síndrome de alienación parental. Información de apoyo extraída de Wikipedia.

 

Rusell Barkley es un psicólogo nortemaericano referente en el estudio del TDAH. Tras décadas de estudio ha desarrollado un modelo explicativo que nos puede ayudar a entender mejor en qué consiste y cómo funciona este trastorno.

En dicho modelo se desarrollan varios conceptos que lo vertebran, siendo el primero la capacidad para la Inhibición de la respuesta, que engloba los procesos referidos a la habilidad para no responder ante un determinado estímulo, vital para interactuar correctamente con nuestro medio. A su vez podemos dividir esta capacidad en tres distintas:

  • Inhibición de la respuesta automática: Esto es, el poder crear a propósito un retraso antes de emitir la respuesta, no cediendo al primer impulso. Los niños y niñas afectados por TDAH tienen dificultades en este sentido y es por ello que muchas veces hacen y dicen lo primero que se les cruza por la cabeza.
  • Interrupción de la respuesta ya iniciada: Igualmente, a veces debemos detener una acción ya empezada cuando esta no está dando los resultados deseados. Para ello hay que evaluar los resultados que estamos obteniendo, cambiando de respuesta si la actual no resulta eficaz. Una vez más, esto resulta difícil para los afectos por el déficit de atención, por lo que pueden presentar dificultades para corregir sus errores, empecinándose en sus acciones y opiniones.
  • Protección de la acción: Se refiere a cuando nuestra conducta, que tiene un objetivo final, se ve interferida por elementos externos como puede ser una distracción. Para superar estos obstáculos se requiere mantener la evaluación sobre la acción, de modo que se percibe rápidamente cuando el elemento distractorio la está dificultando. Según este modelo, quienes sufren de TDAH presentan dificultades para terminar tareas prolongadas o complejas precisamente por esto, ya que cualquier elemento puede interrumpir la acción, dificultando además el retomarla.

Los dispositivos móviles, fuente ilimitada de distracciones.

Si lo aplicamos a un caso concreto y mundano, un niño que deba estudiar deberá antes superar su primer impulso (no estudiar, probablemente), tener en mente la conducta alternativa a ese primer impulso y darse cuenta de que esa alternativa es mejor opción (mejor me pongo a estudiar) y empezar a hacerlo. Incluso llegados a este punto, que ya puede suponer un esfuerzo, deberá mantenerlo durante el tiempo requerido, ignorando distracciones y manteniendo sus acciones enfocadas al objetivo final, que será saberse la materia.

Por otra parte encontramos que es igualmente importante el autocontrol, que se refiere a la capacidad para ser consciente de las consecuencias de nuestros actos en todo momento, ajustando la propia conducta para que dichas consecuencias sean las apropiadas. Como vemos, implica que para, por ejemplo, no golpear a un compañero de clase que le está molestando, un niño no solo debe saber y entender porqué no debe hacerlo, sino ser capaz de controlar su conducta y elegir emitir otra, como pedirle por favor que pare, decírselo al maestro, etc.

Funciones ejecutivas

El modelo relaciona estas capacidades directamente con cuatro funciones ejecutivas, procesos cognitivos relacionados entre otras cosas con la toma de decisiones. La primera sería la memoria de trabajo no verbal, que es la capacidad de recordar elementos anteriormente percibidos, para luego trabajar mentalmente con estos elementos, prediciendo futuras situaciones relacionadas. Por ejemplo, se utiliza este mecanismo para deducir, en base a nuestras experiencias, qué pasará si saltamos desde determinada altura.

Por otra parte, también tenemos la memoria de trabajo verbal, que implica el uso del lenguaje sin emitir conductas de habla, es decir hablándose a sí mismo mentalmente. Este lenguaje interior nos permite reflexionar y autocorregirnos, siendo la base de la conducta moral y además fundamental para resolver problemas y decidir cómo actuar. En los casos de TDAH se encuentra un retraso en el desarrollo de estas habilidades por lo que un niño con este trastorno podría parecer que se comporta como si tuviera algunos años menos.

Igualmente importante es la Autorregulación del humor, de la motivación, la activación y la intensidad de la emoción. Esta función implica que la persona es capaz de controlar hasta cierto punto su respuesta emocional ante una situación, decidiendo pues si quiere mantenerla, suprimirla o si la guarda para sí mismo. Los afectados por TDAH padecen dificultades para retrasar la respuesta emocional inicial, por lo que con frecuencia sufre de explosiones afectivas ante las situaciones que le resulten frustrantes. Además, esto implica que también tendrá dificultades para automotivarse ante una tarea que no le resulte agradable, por lo que le costará más esforzarse hasta finalizarla.

Por último, encontramos la función de Reconstrucción mental, capacidad referida al poder combinar mentalmente varias acciones creando conductas más complejas, por lo que se puede elegir la mejor forma de abordar un problema, buscando nuevas formas de actuar ante él.

Opino que lo más interesante del modelo de Barkley es lo bien que muestra que la afectación del TDAH no se limita solo a sus aspectos más obvios, como la falta de atención o la agitación constante, sino que afecta al sujeto de un modo bastante más sutil que puede pasar desapercibido pero no por eso es menos relevante. Por ello debería ser tenido muy en cuenta tanto a la hora de realizar un tratamiento, como al interactuar con estos niños ya sea en clase o en casa.

 

Fuentes:

ADHD and the Nature of Self-Control. Por Russell A. Barkley.

Tomar El Control Del TDAH En La Edad Adulta. Por Rusell A. Barkley.

Niños hiperactivos: Cómo comprender y atender sus necesidades especiales. Por Rusell A. Barkley.

Manual de Diagnóstico y Tratamiento de TDAH. Por Soutullo y Díez.

Entre los padres que vienen a consulta para obtener ayuda o apoyo con hijos que padecen Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad, una preocupación habitual es que estos niños tienden a mostrar dificultades en cuanto a la expresión de las emociones propias y la identificación de las emociones ajenas. Y es que los problemas de tipo emocional en los niños con TDAH son relativamente frecuentes.

Puesto que la correcta percepción de las emociones es vital para desarrollar las propias habilidades sociales, será necesario corregir este déficit, ya que afectará al menor no solo en sus relaciones interpersonales, sino también en su rendimiento escolar y en otras esferas vitales.

Si tomamos en consideración las diversas investigaciones acerca de este tema encontraremos que la mayoría de ellas indican que los afectados por TDAH sufren de este tipo de déficit en menor o mayor medida, según casos. Revisando la bibliografía encontramos que se ve afectado especialmente el reconocimiento de la ira y el miedo, seguidos del asco y sorpresa, y quedando como menos afectadas el resto de emociones existentes. Por tanto el principal foco de problemas en este sentido es el reconocimiento de las emociones negativas.

Para compensar este déficit emocional es necesario que los niños sean educados teniendo en cuenta esta circunstancia, pues se trata de habilidades que pueden ser entrenadas, para lo cual se requerirá un trabajo diario y seguimiento por parte de los padres, y posiblemente un tratamiento psicoeducativo que lo tenga en cuenta. Para ello pueden ser especialmente útiles programas de educación emocional que utilicen el juego terapéutico mediante herramientas apropiadas como por ejemplo el LEGO Education Build Me Emotions, juguetes con los que representar escenas con carga emocional, o incluso otras desarrolladas específicamente su uso psicoeducativo (como el PIAAR-R). Otros elementos útiles son los paneles de emociones, o las herramientas audiovisuales como vídeos o películas sobre los que se puede charlar después o durante su visualización, comentando las emociones de los diversos personajes y analizando junto al niño porqué se sienten así.

Mediante dichas herramientas buscaremos alcanzar objetivos concretos, ordenados desde el más básico hasta el más complejo. Podemos empezar por ejemplo por que el niño descubra o conozca mejor las diversas emociones que tanto él como los demás pueden sentir: Alegría, tristeza, sorpresa, miedo, asco y enfado. Una vez alcanzado este conocimiento podremos plantearnos que el menor aprenda a identificar (y eventualmente usar) cada una de las expresiones y gestos asociados a cada emoción.

El siguiente paso debería ser aprender a identificar las diversas situaciones en las que una persona puede sentir cada una de estas emociones, porqué y cuáles serían las conductas que podrían ir asociadas en casa paso. Al mismo tiempo podemos explicarle al niño y pedirle que explique en que situaciones sentimos cada una de estas emociones, haciéndole ver que cada uno podemos sentirnos de un modo distinto en una misma situación, si bien hay contextos que son considerados universalmente negativos o positivos.

Una vez cumplidos estos objetivos más básicos, podremos empezar a trabajar la empatía, la capacidad para sentir lo que siente el otro al ponernos en su lugar, compartiendo su modo de sentir y por tanto comprendiendo cómo y por qué se siente de un modo u otro, capacidad vital para desarrollarse como persona.

Debe entenderse por cierto, que estas dificultades emocionales, este déficit a la hora de percibir y/o expresar las emociones, no quiere decir que el niño no sienta y padezca como los demás. Sentirá igualmente tristeza, frustración, etc, quizás incluso más si tenemos en cuenta que probablemente no dispone de habilidades suficientes para gestionar dichas emociones de una forma sana, pudiendo intentar reprimirlas o simplemente no sabiendo cómo reaccionar ante ellas.

Si bien estos déficits no se presentan solamente en los niños con TDAH, su tendencia a las conductas impulsivas les hacen más propensos a manifestar respuestas emocionales de carácter disruptivo cuando se enfrentan a un suceso que les hace sentir mal. Por eso es importante hacerle ver no solo que tanto él como los demás poseen emociones, y cómo pueden ser estas expresadas, sino también que entienda cuán importante su correcta gestión puede llegar a ser. Para ello, le expondremos en términos que él pueda entender cómo le afecta en cada aspecto de su vida, por ejemplo en sus relaciones sociales.

No podemos olvidar el papel de la familia en todo esto, siendo como son los principales referentes del niño. Los padres, así como el resto de la familia, deberán aprovechar cada mala gestión del menor y tomarla como una oportunidad para mejorar y no como un fracaso más que añadir a la lista. Juntos, pueden buscar qué ha provocado esta reacción en el niño y ayudarle a buscar alternativas para la expresión de esos sentimientos, de modo que la próxima vez que aparezcan disponga de una alternativa conductual clara.

Otra buena idea para trabajar los problemas emocionales es disponer en casa de un espacio específicamente dedicado a este tipo de tareas: una pared, un mural o una pizarra. En él no solamente el niño sino también el resto de miembros de la familia podrán escribir cómo se sienten en cada momento, sirviendo pues como una herramienta eficaz para expresar sus emociones y sentimientos. Esto servirá  al menor como vía alternativa para hacerse entender, pero también para entender él mismo cómo se sienten los demás. Además, es una oportunidad para que los adultos escriban cuando se sienten mal por algún motivo, pero aun así mostrándose calmados y tranquilos, sirviendo de ejemplo para mostrarle al niño como evitar dejarse llevar por su frustración.

Por supuesto, si bien estos consejos son de carácter general y por tanto son aplicables a la práctica totalidad de casos semejantes a los comentados, si crees necesitar ayuda profesional en forma de consejo o de psicoterapia, no dudes en pedirla contactando conmigo o dejando un mensaje en la caja de comentarios expresando tus dudas.

 

Bibliografía:

Dificultades de reconocimiento emocional facial como déficit primario en niños con trastorno por déficit de atención/hiperactividad: revisión sistemática por D. Rodrigo-Ruiz, J.C. Pérez-González, J. Cejudo

Reconocimiento de emociones en niños con TDAH, por Juan Cruz

Uso de LEGO como herramienta terapéutica para mejorar las habilidades sociales, por LeGoff (en inglés).

TDAH: Actividad para entrenar la Inteligencia Emocional, encontrado en Fundación CADAH

TDAH e inteligencia emocional: el papel de la familia, encontrado en Fundación CADAH