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Aunque a veces pueda resultar sorprendente, en muchos casos gran parte del malestar en nuestras vidas viene causado por una falta de control de nuestras propias conductas y actitudes. Las técnicas y el entrenamiento en autocontrol tiene precisamente como objetivo principal, proporcionarnos las herramientas necesarias para abordar este tipo de problemáticas y los conflictos que de ellas se derivan. Y es que en dichos casos, si la persona logra modificar y ganar control de sus hábitos y de su estilo de vida, mejorará seguro la calidad de esta. Es por ello que dichas técnicas se han venido usando en todo tipo de trastornos médicos y psicológicos, así como de forma preventiva y en casos en que no encontramos ningún problema estrictamente patológico.

¿Qué es el autocontrol?

Decía Rotter que la conducta se da siempre en relación a las expectativas que el sujeto que la emite asigna previamente a los posibles resultados de esta, así como del grado de control que tiene sobre la conducta en sí. Esto viene a decir que actuamos en base a lo que esperamos que suceda tras nuestras acciones, pero también que nuestra percepción de control sobre cada conducta afecta a las probabilidades de que esta se de.

Por su parte, autores como Mischel y Staub consideraban que el autocontrol se trataría de la habilidad de posponer la gratificación inmediata en favor de una más lejana temporalmente, pero valorada como más gratificante. Se trata del clásico ejemplo en que un niño pequeño suele elegir una chocolatina al instante antes que un paquete entero de chocolate que le daríamos más adelante. Niños y niñas más mayores, en cambio, pueden plantearse que la segunda opción es más beneficiosa y que para obtenerla solamente han de resistir sus ganas de elegir la primera (han de autocontrolarse). Además de lo dicho, es destacable que esta habilidad parece estar estrechamente relacionada con la percepción de autoeficacia de cada uno: A mayor autocontrol, más eficaces, capaces y habilidosos nos percibimos (y por ello, más satisfechos con nuestra persona).

Kanfer, más adelante, dividió esta habilidad en tres subprocesos:

  • Autorregistro: El sujeto debe ser consciente de las consecuencias de sus acciones como paso previo al resto.
  • Autoevaluación: Pero no se trata solo de que sea consciente de ellas, sino de valorarlas en relación a la acción realizada. Así, conductas con consecuencias positivas tenderán a ser repetidas, mientras que las que producen resultados negativos tenderán a desestimarse en un futuro.
  • Autorrefuerzo: Finalmente, el sujeto debe ser capaz de relacionar las consecuencias citadas a las acciones, generalizándolas a otros contextos, pudiendo así integrarlas en su repertorio conductual.

El autocontrol es, en todo caso, una habilidad susceptible de ser entrenada, pudiendo ser aprendida y refinada. Debemos entenderla como un continuo dimensional a través del cual cada persona puede ser situada, desde quienes no tienen ningún autocontrol, hasta los que presentan un dominio absoluto de esta habilidad, y entre ellos personas con diferentes grados de autocontrol.

Entrenamiento en autocontrol.

Citamos de nuevo a Kanfer, que además de lo dicho identificó dos estrategias distintas de autocontrol: la decisional y la prolongada. La primera trata de evitar los estímulos discriminativos que se asocian a la conducta que se quiere controlar. Se sigue la lógica de que si se evitan estos estímulos, no se disparará la conducta asociada. En cuanto al autocontrol prolongado, se trata de algo más complejo, ya que se refiere al uso de estrategias de afrontamiento (esto es, el sujeto enfrenta el problema en vez de simplemente evitarlo).

Normalmente las técnicas de autocontrol se presentan en el contexto de un entrenamiento más amplio, cuyo objetivo es mejorar la mencionada habilidad de forma global. En él, tras establecer los objetivos específicos aplicables al caso en cuestión, se eligen que técnicas son más apropiadas para este y se aplican, primero entrenándolas en un contexto simulado y luego ya en uno real. Tras ello, solo queda evaluar la ejecución de las mismas para decidir si hay que entrenarlas todavía más o si el sujeto ya está preparado para afrontar sus problemas de control por sí mismo.

Hay que tener en cuenta que estos programas no buscan en ningún caso eliminar problemas de conducta aislados y/o puntuales, sino que el sujeto internalice las técnicas enseñadas en su repertorio conductual, lo que le permitirá problemas futuros similares que le pudieran surgir.

Técnicas de autocontrol.

En cuanto a las diversas técnicas que podemos emplear al buscar esta mejoría, las podemos dividir en dos grandes grupos: las de control estimular o ambiental, y las de programación conductual. Como su nombre indica, las primeras buscan actuar sobre el ambiente del sujeto, adaptándolo para mejorar las probabilidades de que se dé una respuesta autocontrolada, mientras que el segundo grupo pretende manipular las propias consecuencias de las conductas. Se puede argumentar además la existencia de un tercer grupo, referido a las técnicas que buscarían mejorar la motivación del sujeto en relación a mantener una conducta controlada: serían pues, técnicas facilitadoras de la conducta. En este tercer grupo podemos encontrar:

  • Autoobservación y autorregistro: El sujeto observa sus propias conductas y toma nota de ellas, aumentando así el conocimiento sobre sí mismo, las conductas que suele emitir y las consecuencias de estas.
  • Tareas intersesiones (tareas para casa): Sirven para practicar lo aprendido, reforzar conocimientos y aumentar la motivación.
  • Contratos conductuales: Se trata de formalizar los detalles y objetivos de la intervención, así como las obligaciones de cada cual en este proceso. Sirve para que el cliente sepa qué debe hacer, qué se espera de él/ella y como debe gestionarse mediante el uso de normas y reglas que buscarán generarle nuevas pautas conductuales. Nunca es forzado, sino que dimana de la voluntad de cambio de la persona, siendo el terapeuta únicamente un orientador, además del testigo del compromiso.
  • Respuestas alternativas: Se trata de entrenar el uso de conductas que interfieren en la aparición de otras (las que queremos evitar).

En cuanto a las técnicas de planificación ambiental (también llamadas de control estimular), son las que identifican y modifican los elementos antecedentes a la conducta que buscamos cambiar. La lógica subyacente es que al alterar el contexto favorecemos la desaparición o aparición de las conductas seleccionadas. En este grupo encontramos:

  • Control de estímulos: Sin más, se trata de cambiar los estímulos que precipitan la conducta. Sin estímulo, se presupone la menor aparición de la conducta problema. En este apartado incluiríamos la restricción física, la presentación y/o eliminación de estímulos discriminativos, el uso de estímulos que dificulten la emisión de la conducta, la modificación de la configuración física y/o social del ambiente, el fortalecimiento de indicios y la modificación de las condiciones físicas o fisiológicas del propio sujeto.
  • Estrategias cognitivas: Establecer nuevas autoverbalizaciones que guíen al sujeto hacia los objetivos perseguidos. Entre estas encontramos la detección y detención del pensamiento o las autoinstrucciones, entre otros.
  • Contratos de contingencias: Un acuerdo por escrito sobre lo que deseamos cambiar y en qué condiciones.
  • Entrenamiento en respuestas incompatibles: Instauración de conductas que impiden la aparición de las que se quieren evitar, al ser incompatibles entre ellas.

Por último, las técnicas de programación conductal son aquellas que buscan reestructurar las consecuencias derivadas de la conducta a evitar, una vez ya ejecutada esta:

  • Autorrefuerzo: El sujeto se administra a sí mismo, contingentemente a la emisión de la conducta correcta, un reforzador previamente definido. Este debería ser primero continuo e inmediato, pasando luego a ser demorado e intermitente.
  • Autocastigo: Como la restricción de actividades agradables, multas o la práctica negativa. No se recomienda su uso sin reforzamiento positivo y el entrenamiento en nuevos hábitos.

Se acerca, una vez más, el día en que los ciudadanos de España harán valer su derecho al voto a fin de elegir quienes les representarán durante cuatro años, en principio. Puesto que cuatro años no es poco tiempo, hay mucha gente que no para de darle vueltas al asunto, intentando averiguar qué partido se ajusta más a sus intereses o cómo hacer que su voto sea un “voto útil”. Otros en cambio tiene muy claro a quién irá dirigido el suyo, siendo muy difícil que cambien su decisión de aquí a entonces. Aun así, a día de hoy vemos que, independientemente de las inclinaciones políticas de cada uno, existen gran variedad de partidos a los que votar, por lo que los resultados son más imprevisibles que nunca. Cabe preguntarse pues, qué causa estas variaciones en el voto entre individuos y porqué estas son tan esquivas de predecir de cara a los resultados definitivos. Hoy vengo a hablar de la psicología del votante y de las estrategias empleadas por los candidatos a fin de aprovecharla.

Y es que preguntarse por qué votamos como lo hacemos equivale en cierta manera a preguntarse cuáles son las estrategias de persuasión de los propios políticos, pues estos, actuando conforme a sus objetivos últimos y siendo asesorados, lo que finalmente buscan siempre es que se les vote. Hay que aclarar esto, pues no pretendo aquí realizar un análisis sobre qué partido es mejor o peor, ya que hay gente mucho más cualificada para ello. Lo que aquí quiero hacer ver es que cada uno de los potenciales candidatos utiliza, aunque no siempre sea evidente, estrategias similares, aplicadas eso sí de un modo afín a su ideario.

Estrategias de persuasión

No todos tenemos la misma capacidad de persuasión y esto es debido a varios factores, algunos de los cuales podemos controlar, mientras que otros no tanto. Por eso lo partidos no eligen siempre al candidato más capaz para gobernar, sino el que lo es para persuadir, para convencer. Para ello, uno de los aspectos a tener en cuenta es el atractivo de dicho candidato.

Si hablamos del atractivo de una persona, probablemente nos vengan a la cabeza sus rasgos físicos y en concreto una buena presencia, unos rasgos agradables, pero el atractivo de un individuo no se limita solo a esto. Así pues, a lo anterior hay que añadir la capacidad para evocar familiaridad, parecido, al potencial votante. Y es que cuanto más nos veamos reflejados en el candidato, más probable es que lo relacionemos con nuestro ideario y por ello más fácil será que lo votemos.

En este apartado encontramos la razón de que cada candidato elija una u otra vestimenta e incluso su peinado, pero también el modo en que expresa sus ideas, el rango de edad de los actuales candidatos (que en general, tienden a intentar dar una imagen de renovación, de cambio respecto a los anteriores gobernantes, independientemente de sus ideas y propuestas). El caso más evidente es quizás el de Pablo Iglesias, quien manifestaba comprar su ropa en Alcampo, apelando así a la humildad, si bien sus rivales en aquel entonces utilizaban precisamente este hecho para desprestigiarlo ante el electorado, apelando pues a diferentes sectores de este.

En relación a lo anterior encontraríamos pues la semejanza con el votante, importantísima hasta el punto que cada candidato tiende a parecerse a aquellos quienes desea que le voten, siendo difícil a veces distinguir hasta que punto dicha semejanza forma parte de su verdadera persona y hasta donde de un personaje ideado para apelar a determinados sectores del electorado. En todo caso, resulta relativamente sencillo ver a qué sectores intenta acercarse cada uno. Así, el líder de Podemos viste con ropa que podría llevar casi cualquiera, sin usar corbatas ni chaquetas, siendo también su icónica coleta otro elemento que le hace destacar frente a sus oponentes.

Por su parte, Albert Rivera también rompe, hasta cierto punto, con la imagen estereotípica del político promedio, alternando la vestimenta típica con otra más distendida, apelando igualmente a aquellos que están hartos de la política que ha venido haciéndose en España desde hace años, pero alejándose a un tiempo del movimiento de izquierdas surgido del 15M que sí ha querido heredar Podemos.

Estos intentos por conseguir que el votante, sobre todo el que aún está indeciso, se sienta identificado, no es una estrategia que se aplique solamente a los propios candidatos, sino que incluso los propios partidos en su conjunto lo emplean, empezando por sus nombres. No es baladí que el PSOE enarbole como bandera de sus políticas y propuestas que es el partido «socialista y obrero», el partido de los trabajadores (como lo es la inmensa mayoría del electorado). Tampoco es casualidad que el PP sea el partido popular (el del pueblo, vaya), ni lo es el nombre de partidos de más reciente creación como Ciudadanos (apelando este al 100% de la población votante) o Podemos, rebautizado como Unidas Podemos, que no solo intenta aprovechar la semejanza sino en su caso también apela a los deseos de muchos de que el sistema político cambie, así como al cada vez más presente movimiento feminista, siendo por tanto a la vez una suerte de eslogan.

El mensajero y el mensaje

Por supuesto, para que todo esto funcione se debe tener en cuenta no solo las características del candidato, sino también las del votante al que se apela, para así poder adaptar y refinar el mensaje y la forma en que este es entregado. Una de estas características a tener en cuenta es la edad, dato importantísimo si quieren que el mensaje llegue a cuanta más gente posible y conecte con ellos. Por tanto, no nos extrañará ver que la edad media de los candidatos ha bajado notablemente respecto a anteriores candidatos, poseyendo los actuales una apariencia más jovial, mostrando en general una actitud más distendida. Esto, además de en todo lo ya dicho, influye también en los referentes usados por varios candidatos en los últimos tiempos: Star Wars, el Señor de los Anillos, Juego de Tronos, etc. Todo ello apela al lenguaje audiovisual, capaz de conectar más fácilmente con nuevas generaciones, que no necesariamente relacionan la capacidad de gestión política con trajes encorsetados y sobria seriedad.

Además de en la forma en que se entregará el mensaje, la edad también afecta en lo que dicho mensaje debería contener para convencer a los potenciales votantes. No es, por supuesto, una ley escrita en piedra ni que pueda aplicarse a todos, pero sí hay estudios psicológicos que nos indican que los humanos tendemos a desarrollar un pensamientos más conservador conforme envejecemos, al menos respecto a las ideas que teníamos cuando éramos más jóvenes. Esto explica porqué cada nueva generación desarrolla ideas que a la anterior le suelen parecer alocadas, excesivas y trasnochadas, pero también porqué la edad del votante promedio es más elevada en los partidos más clásicos que en los de nueva creación, circunstancia de la que todos ellos son conscientes.

La emoción no es cosa menor

Hasta ahora hemos hablado de diversos factores los cuales intervienen en los procesos de persuasión, pero si no añadiéramos un elemento más al cóctel estos serían extremadamente mecánicos y por ello mucho más predecibles de lo que en realidad son. Dicho elemento no es otro que las emociones, pues el ser humano no es una criatura meramente racional ni mucho menos (por suerte).

Y es que solo hay que ver un discurso, casi cualquiera nos vale, de cualquiera de los candidatos para ver que apelan continuamente a la emocionalidad del electorado. Ya no es solo que mencionen temas sensibles como el feminismo, la inmigración o el independentismo (y el miedo o la simpatía que todo ello pueda generar) de forma continuada, sino que lo hacen con exaltación: «Haremos historia», «España es una nación digna», «hay esperanza», «el presidente golpista», «traidor a nuestra nación», «un futuro mejor» y un largo etc. Cierto es que unos partidos tienden más a utilizar mensajes positivos, esperanzadores, mientras que otros usan más el alarmismo y la defensividad contra amenazas ficticias o reales, pero en ambos casos se está jugando con dos caras de una misma moneda, que es la emoción que sentimos ante la exposición de ciertas ideas.

Este es quizás el aspecto más negativo, más recriminable, de las estrategias empleadas por nuestros políticos, puesto que no solo suman la emoción a su discurso, sino que fundamentan este en ellas, ignorando muchas veces los datos en favor de la energía emocional. Buscan, por tanto, que actuemos impulsivamente, llevados por el calor del momento. Como políticos, resulta lógico que actúen así para ganar votos, pues está demostrado que la mayor parte de los votantes no atiende tanto a los datos como a la simpatía que le infunde el candidato y como concuerdan las palabras de este con sus ideas y creencias. Por tanto, no buscamos tanto la verdad como a alguien que aparentemente hable dándonos la razón, confirmando nuestra forma de pensar, aunque lo que diga no sea necesariamente verdad.

Recordemos, las emociones básicas son el miedo, la alegría, la tristeza, la ira, el asco y la sorpresa, y todas ellas juegan un papel, mayor o menor, en el discurso de los candidatos. Sin embargo, los expertos en persuasión dividen las estrategias en dos grupos, las que usan la ruta central y las que usan la periférica. La primera se refiere a los argumentos, al mensaje, mientras que la segunda habla de elementos periféricos a este, como son las emociones implicadas. Este segundo grupo llega con más fuerza e impacto al receptor, pero también lo agota antes, pudiendo hacer que se canse de escuchar siempre lo mismo. Y en buena parte esto explica porque la intención de voto nunca acaba de cuadrar del todo con los resultados finales. Se trata de una carrera de fondo, pero en los días previos a la votación todos los candidatos echan los restos e intentan lograr cuantos más votos mejor aprovechando esa impulsividad.

En el debate, Albert Rivera intentaba no tanto dar un mensaje sino dar una impresión concreta sobre él y sus oponentes.

No me lo creo

Todo lo mencionado acaba encauzándose a un mismo objetivo, parecer más creíble que los demás, inspirar más confianza. La cuestión es simple: Igual que no dejaríamos a nuestros hijos al cuidado de cualquiera, no nos puede dar igual quien gestione nuestro país. Pero nótese que no he dicho «ser más creíble» sino «parecer más creíble», ya que puesto que nadie puede ver el futuro, lo único que podemos hacer es escoger en quien depositar nuestra confianza y votarle. Esto también explica porque los candidatos se afanan no solo en crearse una imagen, sino también en destruir la de los demás, sobre todo la de sus principales competidores. Saben que muchos votantes desconfían de los políticos en general, por lo que les resulta útil generar desconfianza respecto a sus adversarios para que estos votos dubitativos puedan acabar recayendo sobre ellos en el último momento.

Así pues la credibilidad es clave y cada candidato hace todo lo posible por mejorar su reputación de cara a los votantes. No se trata ya de ser simpático, cercano, sino también alguien en quien podemos confiar. Cada cual apelará a varias estrategias en este sentido, como sacar a colación datos de la gestión ejercida previamente por el partido, compararse con otros referentes políticos o éticos u ofrecer propuestas específicas en su programa.

En conclusión, ¿podemos saber cómo concluirán las presentes elecciones? Difícilmente, pero ser conscientes de las mencionadas estrategias puede ayudarnos a centrarnos en los argumentos de cada candidato a la hora de ejercer nuestro derecho a voto en las mejores condiciones posibles.

Feminismo. Un término que cada vez parece oírse más, habiendo quien hace de él un objetivo a lograr y quienes se oponen a ello. Definimos como feminismo el principio de igualdad de derechos entre hombres y mujeres, así como el movimiento social que lucha la realización efectiva de dicho principio. En materia feminista se ha avanzado mucho en los últimos años, aunque queda mucho más por lograr. Por ello, las huelgas, concentraciones, manifestaciones y otras actividades con el feminismo y la mujer como eje central deberían ser motivo de orgullo y alegría, pero es evidente que no todo el mundo piensa igual.

Y es que en el otro lado del espectro ideológico encontramos personas de ambos géneros mostrando su repulsa a todas las actividades antes referidas y a cualquier otra que se pueda etiquetar como feminista. No son pocos los mensajes que podemos encontrar expresando que «necesitamos menos feminismo y más igualdad». Y si bien afirmaciones como esta darían para un artículo propio, hoy prefiero no ahondar en el tema y centrarme en otro relacionado del que se ha hablado menos: los incel.

¿Qué es eso de incel?

Quizás sea pertinente una pequeña introducción al concepto, el cual proviene del inglés «involuntary celibate» o célibe involuntario en castellano. Este término designa un grupo social compuesto mayormente por hombres heterosexuales, que manifiestan sus quejas respecto a que no logran mantener relaciones sexuales. Dichas quejas suelen ser expresadas sobre todo en entornos virtuales, habiendo ido cogiendo fuerza como movimiento reaccionario al feminismo.

Pero, ¿cómo se relacionan ambos fenómenos? Esto sucede debido a que los incel normalmente se sienten resentidos con las mujeres al considerar que lo que les sucede es culpa de ellas. Y si bien esta «culpa» puede tomar muchas formas, este grupo social tiende a manifestar comportamientos y actitudes misóginos, justificando la violencia contra las mismas. A esto hay que añadir que también suelen sentir resquemor frente a los hombres que no comparten «su condición», aquellos que según creen han tenido la suerte de nacer con atributos que los hacen más deseables.

Explicado así, en frío, puede parecer algo delirante, pero demuestra ser motivo de preocupación cuando al buscar «incel» en Google Noticias lo que encontramos (en el momento de escribir este texto) en la primera página de resultados es lo siguiente, en orden de aparición:

  • Varios reportajes sobre Nido.org, un foro dedicado exclusivamente a compartir material sexual sin permiso (véase pornovenganza), a veces inclusive relativo a menores.
  • El boicot a Capitana Marvel, por el mero hecho de ser esta película protagonizada por una mujer.
  • Información sobre Lamuel Lukas Luis Donoso Moscheni, administrador del mencionado foro.
  • Un tiroteo reciente orquestado por este grupo social en el cual murieron dos mujeres.
  • Un reportaje que resume varios ataques y atentados como el antes citado.

Si realizamos una búsqueda similar en la versión inglesa de la web, los resultados no son más halagüeños, como tampoco lo son si avanzamos más allá de la primera página de resultados. Siendo como es este un fenómeno en auge, lamentablemente, no es difícil encontrar información más extensa al respecto. El patrón es casi siempre el mismo, el de hombres con escasas habilidades sociales y por tanto aislados, que nunca han mantenido relaciones sexuales y que encuentran en foros como el ya mencionado una comunidad que respalda y valida su forma de sentir y pensar, retroalimentando sus actitudes y comportamientos nocivos, aumentando cada vez más su odio hacia las mujeres y hacia todo aquel que no les dé la razón.

En no pocas ocasiones achacan su soledad a su aspecto físico, considerando que el mundo (las mujeres) es superficial y que eso les condena a un destino injusto. El hecho que se reúnan en internet agrava el problema, pues con el anonimato que proporciona un seudónimo se sienten con ánimos de expresar sin límites su odio, que no solo toma forma de misoginia, sino también de misantropía y xenofobia, entre otros. Hemos de suponer que la inmensa mayoría de ellos jamás concretará dicho odio en conductas violentas explícitas (aunque una cantidad relativamente alta de ellos sí lo hace), pero el problema va incluso más allá del las explosiones de agresividad.

El discurso de la subcultura incel habla de organizar un contraataque contra las mujeres, de privarlas de su libertad sexual (puede parecer que exagero, lo sé), llegando a afirmar que sería lo justo para así garantizar que ellos tuvieran cubiertas sus necesidades en este sentido. Son ideas muy extremas, pero la comunidad online que forman las refuerza hasta que ya no se sienten solos en ellas, tomando cada vez más fuerza y radicalizándose debido a la camaradería que se forma entre ellos y gracias al efecto cámara de eco valida su forma de pensar. Lógicamente, los miembros de estas comunidades no se llevan siempre bien con todos, pero con una autoestima afectada y habilidades sociales limitadas, se seguirán sintiéndo más cómodos entre ellos al no recibir censura o reproches por su parte y sí aceptación.

Hay que entender que incel no equivale a odiar a las mujeres, ni odiar a las mujeres te convierte en incel, pero con un breve vistazo a alguno de estos foros resulta absurdamente sencillo comprobar que en ellos se promueve dicho tipo de ideario: misoginia, autoindulgencia y autocompasión, rabia acumulada que desea ser expresada como venganza. Lo llaman la rebelión de los incels o el alzamiento beta, entre otros apelativos. ¿Que qué es un beta? Es otro término con el que muchos de ellos se autodenominan, como contraposición a los «alphas», los hombres que sí son escogidos por las mujeres como parejas, según ellos por tener la suerte de ser más guapos, poseer mejor posición económica, etc. Como vemos, la ideología posee un fuerte componente de autodesprecio.

Un usuario demanda el alzamiento beta, pidiendo que se asesine no solo a mujeres de forma azarosa, sino también a alguna feminista conocida para así enviar «el mensaje».

No hace falta ser un experto en movimientos sectarios peligrosos para darse cuenta que los grupos incel reúnen suficientes de sus características como para ser preocupantes. No es de extrañar que el Southern Poverty Law Center (organización especializada en el estudio de las ideologías de odio y su prevención) añadiera la «supremacía masculina» a su particular lista, destacando dentro de ella a los grupos incel. Keegan Hankes, investigador de dicha organización, informaba muy preocupado que en los foros incel leía discursos más violentos incluso que los que suele encontrar en los foros de temática racista. Explica además que dichos discursos suponen un grave peligro, pues los individuos que hasta el momento de leerlos no hubieran tenido pensamientos violentos empezarán a exponerse a ellos en una dosis altísima, lo cual les afectará seguro.

Hace ya aproximadamente un año, un hombre llamado Alek Minassian perpetró un ataque en Toronto, atropellando a diez personas con una furgoneta, de las cuales ocho eran mujeres. Podría haberse tratado de un fatídico accidente, pero no es el caso. Días antes, Minassian había escrito en redes un mensaje preocupante. Rezaba tal que así: «¡La Rebelión Incel ha comenzado! ¡Derrocaremos a los Chads y Stacys! ¡Saludad al grandioso caballero Elliot Rodger!».

En la terminología de estos grupos, un Chad es lo mismo que un alpha, es decir, un varón sexualmente atractivo, aunque el término es susceptible de aplicarse a cualquier hombre que no sea un incel. Por su parte, el término Stacy es usado por esta comunidad para referirse a las mujeres que consideran sexualmente atractivas y que según ellos solamente tendrán relaciones con los «Chad». Además, el nombre con el que se refieren al resto de mujeres es «Becky», considerando que ya que estas «no podrán» relacionarse con Chads, «el orden natural» dicta que deben relacionarse con ellos (los incel) y que al no hacerlo están agraviándoles y contradiciendo dicho «orden». Y si esto ya de por sí es grave, deberíamos saber que no son los términos más graves que usan para referirse a las mujeres. Podemos afirmar pues que se trata de grupos en cuya raíz encontramos grandes dosis de autocompasión, resentimiento, desprecio y odio.

En cuanto al nombre citado por Minassian, Elliot Rodger, se trata de otro terrorista incel que cometió su crimen en el año 2014, una especie de mártir para la comunidad incel, como se deduce del empleo del apelativo «grandioso caballero» para referirse a él. Tras su propio ataque, Minassian era también reverenciado por buena parte de la comunidad incel, aunque el resto de la misma manifestaba sus quejas respecto a que no hubiera hecho mucho más. No reproduciré ninguno de dichos mensajes por motivos evidentes.

No obstante, si Minassian prácticamente había anunciado su ataque en redes y ya existían varios precedentes ¿cómo es que no se le detuvo a tiempo? ¿Cómo es que este no es un problema al que se le dedica más atención? En buena parte es debido a que la sociedad no los percibe como un peligro real, precisamente por la visión hipermasculinizada imperante. Sin darnos cuenta, despreciamos el papel que puede jugar un individuo aislado con las características comentadas, no le damos la importancia que deberíamos, no se percibe como un peligro real. Además, los grupos incel tienden (como muchos otros grupos violentos, véase ISIS) a atribuirse los ataques con lo que se sienten identificados, incluso cuando la autoría es desconocida, por lo que al no ser un grupo verdaderamente organizado se les menosprecia en cuanto a la amenaza que pueden suponer.

Encontrar alguna de estas comunidades no es complicado, y aunque por suerte ya se han cerrado varias a fin de limitar el poder que la retroalimentación de dichas ideas tiene en estos hombres, nuevos grupos online surgen a diario para substituir a los desaparecidos. Si entráramos en alguno, veríamos que mensajes como los de Minassian y Rodger no son precisamente minoría, y puesto que la mayoría nunca pasan de meras amenazas y fantasías, identificar a los potenciales asesinos para intervenir se torna en una tarea realmente complicada. En muchos de estos textos vemos que, tras un tiempo de pertenencia a la comunidad, los mensajes pasan de expresar su deseo de mantener relaciones con mujeres a también manifestar querer dañarlas, humillarlas, agredirlas, controlarlas y vengarse de ellas. Una petición recurrente es el deseo de que los roles de género reviertan a como eran previamente, relegando a las mujeres a las tareas del hogar y a satisfacer los deseos de «sus hombres», justificando la violencia de género con la creencia de que mediante ella lo lograrían. Estos deseos, me temo, no son algo único de los incel y de hecho podemos encontrar un número alarmante de individuos que manifiestan demandas similares.

Otros en cambio, consideran que lograr tal objetivo es imposible a día de hoy y prefieren «conformarse» con infringirles daño psicológico, acosarlas en redes y en las calles, hacerles chantaje hackeando sus archivos privados, etc. Y a pesar de estos comportamiento, los incel campan a sus anchas por las redes, poseyendo especial fuerza en EE.UU., donde las fuerzas policiales no pueden hacer nada pues les protege el derecho a la libertad de expresión, otorgado por la famosa 1ª Enmienda.

En otro países, como España, esta subcultura no se ha desarrollado tanto como grupo unido, aunque igualmente su forma de pensar sigue cobrando fuerza. La Unión Europea ya ha advertido que tomará cartas en el asunto si las redes sociales no ponen de su parte en combatir este tipo de ideología en sus webs, siendo conscientes que acabará tornándose un problema si su crecimiento no es detenido. El problema es que cuando intentamos combatir grupos como este, cimentados en el odio, al sentirse atacados se vuelven cada vez más violentos, propagándose como la pólvora y volviéndose volátiles como esta.

Como decía, por cada web, foro o grupo de discusión que se cierra aparecen otros sustituyéndolos, sintiéndose cada vez más predispuestos a sus ataques. De hecho, los primeros foros incel no eran más que lugares que ofrecían apoyo para gente que se sentía sola, incluyendo mujeres. Gente que hablaba de sus problemas, que pedía consejo y quería sentirse comprendida, que quería superar sus problemas al relacionarse. Curiosamente, la primera en usar el término fue de hecho una mujer, una usuaria llamada Alana, actualmente desvinculada del movimiento por razones obvias.

Sobre el porqué de la radicalización de estos individuos, hay quien lo relaciona con el auge de la derecha alternativa, alt-right en inglés, movimiento que recibe su nombre al servir como alternativa de derechas a la política más tradicional y/o conservadora. Y aunque probablemente obedece a una conjunción de varios factores, si es cierto que dicho movimiento político se relaciona íntimamente con las ideas que promulgan los incel. Como ejemplo más flagrante tenemos a Nathan Larson, quién se presentó el año pasado a congresista en el estado de Virginia, siendo un hombre que abiertamente se autoproclama parte del movimiento incel. Entre sus aberrantes propuestas e ideas encontramos que está a favor de la violación, de la segregación racial, del incesto y de la pedofilia. Puede parecer exagerado, pero Larson no oculta, ni mucho menos, su forma de pensar. Puesto que no logró la victoria, su candidatura no pasa por ahora de una desagradable anécdota, pero da que pensar que alguien como él consiguiera apoyos suficientes como para ser considerado candidato.

Otra factor muy a tener en cuenta es que internet ayuda a cimentar movimientos como este, y si bien también ha ayudado a hacer del mundo un lugar mejor y más tolerante (esparciendo igualmente las ideas feministas, por ejemplo), es innegable que sirve para catapultar mensajes de odio como el que nos atañe, perpetuándolos.

Mucho a llovido desde que Alana creara el Alana’s Involuntary Celibacy Projectdescrito en su momento como una comunidad de apoyo muy positiva y esperanzadora. Para escribir estas líneas, he indagado en internet, leído y recopilado mucha información, de la cual he omitido gran cantidad por considerarla innecesariamente explícita y ofensiva. Mensajes cargados de odio y rencor, que reflejan el sentir de individuos convencidos de que la sociedad no les quiere, que no tiene sentido vivir y que, inmersos en un mar desesperanza, están muchas veces a un paso de cometer una atrocidad, sabiendo que les pase lo que les pase sus compañeros incel les van a apoyar y respetar, tal vez a alabar como si de héroes se tratara.

Si queremos evitar que este movimiento crezca y se recrudezca más todavía, deberíamos proteger sobre todo a los más jóvenes, pues siendo como son los adolescentes especialmente permeables a las ideas que confirman sus potenciales sesgos y prejuicios, pueden más fácilmente que nadie acabar siendo atrapados por estas comunidades. Muchos adolescentes se siente frustrados sexual y sentimentalmente, por lo que no nos debería extrañar que, estando como estamos en la era de internet, acaben encontrando foros como los que hemos comentado. En situaciones como esa, cualquier apoyo, por nocivo que sea, puede resultar reconfortante, al sentir que han encontrado gente que comparte y entiende sus problemas y su forma de sentir.

Los estudios al respecto indican que alrededor de un 10% de los miembros de estas comunidades son menores de edad. ¿Qué hacer si identificamos a un adolescente en esta situación, formando parte de grupos semejantes? Podemos hablar con él, darle otros puntos de vista, apoyarle, intentar alentarle para que supere sus prejuicios y sus carencias, a mejorar su vida tanto por él mismo como por quienes le rodean. Hemos de tener muy presente que para ayudarles necesitamos tener claro qué es lo que les ofrecen dichas comunidades, siendo el aspecto más relevante la aparente compresión, por lo que deberíamos estar dispuestos a escucharles, oír que tienen que decir, qué les preocupa, sin limitarnos a criticarles sino también ofreciéndoles alternativas y reforzando sus apoyos sociales, pues necesitamos que se sientan aceptados si queremos que acaben formando parte de la sociedad y se integren plena y saludablemente en ella. Cualquier intento por ayudarles, por banal y fútil que pueda parecer, puede ayudar también a cambiar el mundo a mejor.

 

Fuentes: