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Como dije en anteriores entradas, el TDAH es un trastorno complejo del que aún estamos aprendiendo día a día, lo que en parte explica toda la desinformación y confusiones que hay al respecto. Por ello quisiera hacer un repaso a los principales modelos explicativos y si anteriormente hablé del modelo de Barkley, hoy lo haré del de Brown, un modelo explicativo centrado en la afectación de las capacidades cognitivas complejas.

Brown considera que hay seis funciones ejecutivas afectadas: Activación, Concentración, Esfuerzo, Emoción, Memoria y Acción, las cuales le sirven al individuo para poder desenvolverse día a día. Mediante estos elementos, el profesor Thomas Brown pretende explicar por ejemplo por qué un niño con TDAH parecer ser capaz de ver la tele o jugar a la consola sin problemas, pero sí padece ante tareas más complejas. Veamos.

La Activación es la capacidad de empezar una tarea, priorizándola por encima de otras, capacidad bastante afectada en los niños y niñas que padecen TDAH, quienes por su edad nos parece a veces que ya deberían saber distinguir la importancia de ciertas actividades (como hacer los deberes o estudiar). Al no realizarse la activación correctamente, se posponen las tareas, dejándolas para más adelante, solo realizándolas cuando el plazo está a punto de terminarse o cuando se vuelven muy urgentes, a veces siquiera eso.

Es por ello que luego deben llevarlas a cabo atropelladamente, con prisas y cometiendo errores en el proceso, que seguramente no hubieran hecho de realizarla con previsión. Lo peor es que estos niños y niñas se pueden acostumbrar a este ritmo de trabajo, siendo para ellos habitual no hacer el trabajo en el momento y luego tener que hacerlo a toda prisa, no aprendiendo a dosificar sus esfuerzos.

La Concentración por otra parte, es la capacidad de mantenerse la atención centrada en una tarea, función igualmente alterada en los sujetos que padecen TDAH. Tanto niños como adultos se distraerán muy fácilmente con cualquier estímulo ajeno a la tarea en cuestión (música, la vibración del móvil o incluso sus propios pensamientos, entre otros). Por ello dan la impresión de quedarse soñando despiertos con asiduidad.

El Esfuerzo es la función requerida cuando el sujeto debe permanecer procesando y trabajando con la información cuando empiezan a agotarse. Los afectados por TDAH suelen acabar sin problema proyectos de corta duración o que les motiven mucho, manifestando grandes dificultades cuando la tarea a realizar requiere un trabajo sostenido en el tiempo. Esto se relaciona con las dos funciones antes mencionadas, pues al tardar en activarse, empiezan más tarde, al tiempo que se cansan más pronto que otros debido a las dificultades para concentrarse, lo que les causa un mayor agotamiento y desgaste, requiriendo pues mayor esfuerzo para terminar el trabajo.

Por otra parte estaría la Emoción, término referido efectivamente a la capacidad para gestionar las propias emociones, que también suele estar afectada en quienes padecen TDAH, si bien este síntoma parece ser menos conocido que los otros. Sobre todo en los menores, quienes suelen tener bastantes dificultades para lidiar con sus frustraciones y sus emociones, positivas y negativas. En este sentido el menor parecerá más inmadura que sus pares, manifestando conductas y actitudes que normalmente se asocian con niños de menor edad. Cuando estos niños y niñas sienten rabia, por ejemplo, parece que les sea imposible atender o pensar en otra cosa, no logrando calmarse hasta que tras un rato se les pasa.

Por ello podemos describir a estos niños como más sensibles a los problemas emocionales, reaccionando más acaloradamente a las discusiones, reprimendas, preocupaciones y demás, agravando esto sus dificultades atencionales. Si cuando estamos preocupados, tristes o enfadados nos cuesta más concentrarnos, en el caso del TDAH este efecto es todavía mayor.

En quinto lugar el modelo lista como función afectada a la Memoria, ya que si bien su memoria a largo plazo está en perfectas condiciones, estos sujetos pueden ver afectada su capacidad para recordar qué se les ha dicho hace unos instantes, qué tenían que hacer o incluso lo que iban a decir ellos mismos. Esto sucede por las dificultades para mantener las ideas en mente, pues cualquier distracción hace que cambien el foco atencional, sustituyendo la idea que se tenía por otro pensamiento no relacionado. Así mismo, manifiestan problemas para recordar información ya memorizada, pero pueden acordarse de esos mismos datos cuando no los necesitan. Podemos decir que memorizan la información, pero que a la hora de recuperarla de la memoria padecen dificultades, una vez más por los problemas de concentración.

Vemos que cada función se relaciona con las demás, pero aún queda una, la llamada Acción, referida al poder regular las propias acciones. Cuando imaginamos un niño que padece TDAH, no es difícil imaginar que le cueste contenerse en sus conductas, pero esta afectación aparece incluso en los niños que no poseen este síntoma. Esto es debido a la impulsividad, síntoma que les impele a manifestar una conducta nada más se presenta esta en su mente, sin reflexionar sobre su conveniencia. Además, presentan problemas para contextualizar dichas acciones, pudiendo tener dificultades para percibir los sentimientos ajenos en un primer momento, no porque no los entienda sino porque no atienden a las claves que los indican. Con todo ello sumado, los niños con TDAH suelen actuar y luego tener además dificultades para rectificar dicha acción si esta resultó ser poco oportuna.

Así mismo, sufren problemas para regular el ritmo de sus acciones, pudiendo saltar de una a otra, dejándolas a medio hacer (incluso aquellas que les gustan), no pudiendo disminuir su ritmo cuando la tarea requiere ir con cuidado o acelerarlo si deben terminarla a tiempo.

Este modelo resulta interesante para explicar la sintomatología del TDAH, ya que la gran mayoría de afectados, niños y adultos, por este trastorno, sufren problemas en las seis funciones mencionadas de forma crónica, sufriendo por ello afectación en su día a día.

 

Fuentes:

Modelos explicativos de las FFEE en el TDAH, en Fundación CADAH

Modelo del Trastorno de Déficit de Atención desarrollado por el Dr. Brown

Attention Deficit Disorder: The Unfocused Mind in Children and Adults, por Thomas E. Brown.

Manual de Diagnóstico y Tratamiento de TDAH. Por Soutullo y Díez.

Rusell Barkley es un psicólogo nortemaericano referente en el estudio del TDAH. Tras décadas de estudio ha desarrollado un modelo explicativo que nos puede ayudar a entender mejor en qué consiste y cómo funciona este trastorno.

En dicho modelo se desarrollan varios conceptos que lo vertebran, siendo el primero la capacidad para la Inhibición de la respuesta, que engloba los procesos referidos a la habilidad para no responder ante un determinado estímulo, vital para interactuar correctamente con nuestro medio. A su vez podemos dividir esta capacidad en tres distintas:

  • Inhibición de la respuesta automática: Esto es, el poder crear a propósito un retraso antes de emitir la respuesta, no cediendo al primer impulso. Los niños y niñas afectados por TDAH tienen dificultades en este sentido y es por ello que muchas veces hacen y dicen lo primero que se les cruza por la cabeza.
  • Interrupción de la respuesta ya iniciada: Igualmente, a veces debemos detener una acción ya empezada cuando esta no está dando los resultados deseados. Para ello hay que evaluar los resultados que estamos obteniendo, cambiando de respuesta si la actual no resulta eficaz. Una vez más, esto resulta difícil para los afectos por el déficit de atención, por lo que pueden presentar dificultades para corregir sus errores, empecinándose en sus acciones y opiniones.
  • Protección de la acción: Se refiere a cuando nuestra conducta, que tiene un objetivo final, se ve interferida por elementos externos como puede ser una distracción. Para superar estos obstáculos se requiere mantener la evaluación sobre la acción, de modo que se percibe rápidamente cuando el elemento distractorio la está dificultando. Según este modelo, quienes sufren de TDAH presentan dificultades para terminar tareas prolongadas o complejas precisamente por esto, ya que cualquier elemento puede interrumpir la acción, dificultando además el retomarla.

Los dispositivos móviles, fuente ilimitada de distracciones.

Si lo aplicamos a un caso concreto y mundano, un niño que deba estudiar deberá antes superar su primer impulso (no estudiar, probablemente), tener en mente la conducta alternativa a ese primer impulso y darse cuenta de que esa alternativa es mejor opción (mejor me pongo a estudiar) y empezar a hacerlo. Incluso llegados a este punto, que ya puede suponer un esfuerzo, deberá mantenerlo durante el tiempo requerido, ignorando distracciones y manteniendo sus acciones enfocadas al objetivo final, que será saberse la materia.

Por otra parte encontramos que es igualmente importante el autocontrol, que se refiere a la capacidad para ser consciente de las consecuencias de nuestros actos en todo momento, ajustando la propia conducta para que dichas consecuencias sean las apropiadas. Como vemos, implica que para, por ejemplo, no golpear a un compañero de clase que le está molestando, un niño no solo debe saber y entender porqué no debe hacerlo, sino ser capaz de controlar su conducta y elegir emitir otra, como pedirle por favor que pare, decírselo al maestro, etc.

Funciones ejecutivas

El modelo relaciona estas capacidades directamente con cuatro funciones ejecutivas, procesos cognitivos relacionados entre otras cosas con la toma de decisiones. La primera sería la memoria de trabajo no verbal, que es la capacidad de recordar elementos anteriormente percibidos, para luego trabajar mentalmente con estos elementos, prediciendo futuras situaciones relacionadas. Por ejemplo, se utiliza este mecanismo para deducir, en base a nuestras experiencias, qué pasará si saltamos desde determinada altura.

Por otra parte, también tenemos la memoria de trabajo verbal, que implica el uso del lenguaje sin emitir conductas de habla, es decir hablándose a sí mismo mentalmente. Este lenguaje interior nos permite reflexionar y autocorregirnos, siendo la base de la conducta moral y además fundamental para resolver problemas y decidir cómo actuar. En los casos de TDAH se encuentra un retraso en el desarrollo de estas habilidades por lo que un niño con este trastorno podría parecer que se comporta como si tuviera algunos años menos.

Igualmente importante es la Autorregulación del humor, de la motivación, la activación y la intensidad de la emoción. Esta función implica que la persona es capaz de controlar hasta cierto punto su respuesta emocional ante una situación, decidiendo pues si quiere mantenerla, suprimirla o si la guarda para sí mismo. Los afectados por TDAH padecen dificultades para retrasar la respuesta emocional inicial, por lo que con frecuencia sufre de explosiones afectivas ante las situaciones que le resulten frustrantes. Además, esto implica que también tendrá dificultades para automotivarse ante una tarea que no le resulte agradable, por lo que le costará más esforzarse hasta finalizarla.

Por último, encontramos la función de Reconstrucción mental, capacidad referida al poder combinar mentalmente varias acciones creando conductas más complejas, por lo que se puede elegir la mejor forma de abordar un problema, buscando nuevas formas de actuar ante él.

Opino que lo más interesante del modelo de Barkley es lo bien que muestra que la afectación del TDAH no se limita solo a sus aspectos más obvios, como la falta de atención o la agitación constante, sino que afecta al sujeto de un modo bastante más sutil que puede pasar desapercibido pero no por eso es menos relevante. Por ello debería ser tenido muy en cuenta tanto a la hora de realizar un tratamiento, como al interactuar con estos niños ya sea en clase o en casa.

 

Fuentes:

ADHD and the Nature of Self-Control. Por Russell A. Barkley.

Tomar El Control Del TDAH En La Edad Adulta. Por Rusell A. Barkley.

Niños hiperactivos: Cómo comprender y atender sus necesidades especiales. Por Rusell A. Barkley.

Manual de Diagnóstico y Tratamiento de TDAH. Por Soutullo y Díez.

La depresión es uno de los trastornos psicológicos más conocidos y uno de los principales motivos de consulta, pues resulta relativamente común entre la población actual. Sin embargo, el conocimiento popular no es el mismo que el clínico y es por ello que muchas veces no se sabe identificar el problema correctamente ni tratarlo a tiempo. La siguiente pretende ser una guía introductoria que pueda ayudar a paliar dicho problema, ofreciendo información general respecto a este trastorno, contrastada y útil.

¿Qué es la depresión?

La depresión, como ahora veremos, es un enemigo silencioso que entra en nuestras vidas poco a poco y sin avisar, de modo que cuando se apodera del día a día de la persona esta puede no darse cuenta hasta que ya es demasiado tarde. Sus síntomas más habituales son un estado general de tristeza, acompañado con apatía, incapacidad para disfrutar y algunos efectos somáticos que pueden ser confundidos con otras patologías y con los que hay que estar por tanto muy atentos (por ejemplo, el cansancio o el dolor).

Podemos dividir estos síntomas en cuatro categorías: cognitivos, afectivos, conductuales o motores y somáticos. Los tres se relacionan y vertebran alrededor de lo que suele ser llamada la Triada depresiva, es decir pensamientos negativos respecto a uno mismo, el mundo que nos rodea y el futuro que nos espera. El individuo se sentirá mal consigo mismo, percibirá el mundo como un lugar hostil del que puede esperar poco o nada y por tanto intuirá que su futuro no va a mejorar y posiblemente empeore, lo cual le producirá aún más desánimo y propiciará que no haga nada por cambiar su situación al sentir que nada importa.

Tipos de trastornos depresivos

El DSM-V, el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales, aúna varias patologías con características similares en un grupo llamado “Trastornos depresivos” y los define como aquellos que afectan a la normal regulación del estado de ánimo. Incluye la depresión mayor y la distimia entre otros y aunque no es conveniente ahora ahondar en los detalles que los diferencian, hay que decir que todos ellos comparten como característica la presencia de un ánimo triste, apático o irritable, así como cambios somáticos y cognitivos que afectan al individuo en su normal funcionamiento diario, diferenciándose unos de otros en su duración, gravedad, persistencia y origen.

Posiblemente el más conocido y el que quizás tenga en mente el lector es el Trastorno de depresión mayor, el cual podría ser resumido como un estado de tristeza muy intenso que se prolonga en el tiempo de forma no adaptativa. El manual ofrece una lista de síntomas a buscar que indicarían la presencia de este trastorno:

  1. Cinco o más de los siguientes durante al menos dos semanas (requiriéndose la presencia del número 1 o el número 2):

    1. Estado de ánimo deprimido la mayor parte del día, sentimientos de tristeza y desesperanza.

    2. Pérdida de interés por casi todas las actividades durante la mayor parte del día o bien del placer que antes se obtenía de ellas.

    3. Modificación importante del peso corporal sin hacer dieta o sin mediar trastorno médico o medicación, o pérdida de apetito casi todos los días.

    4. Dificultades generales para dormir o ganas de dormir continuamente.

    5. Agitación o inmovilidad la mayor parte de los días, observada por los demás no siendo válida pues la simple sensación subjetiva informada por el paciente.

    6. Fatiga o pérdida de energía.

    7. Sentimientos de inutilidad o culpabilidad excesiva o inapropiada, pudiendo llegar a ser delirante.

    8. Pérdida de la capacidad para pensar, concentrarse o decidir.

    9. Pensamientos de muerte recurrentes, ideas suicidas aun sin un plan determinado, intentos de suicidio o elaboración de un plan concreto para ello.

  2. Los anteriores síntomas causan malestar significativo, deterioro social o laboral y afectan a otras áreas del normal funcionamiento de la persona.

  3. Los síntomas no pueden atribuirse a efectos de alguna sustancia o afección médica.

  4. Los síntomas no se explican mejor por un trastorno esquizoafectivo, esquizofrenia, esquizofreniforme, psicótico o cualquier otro. Esta distinción debe ser realizada por un especialista que pueda descartar este tipo de problemas.

  5. No haber sufrido nunca episodios maníacos o hipomaníacos, aunque este punto no se aplica si dichos episodios pudieron ser originados por el consumo de sustancias o por una afección médica.

Diagnóstico

En base a los anteriores síntomas se debe emitir diagnóstico. No obstante, resulta notable que la lista de síntomas no tiene en cuenta el posible origen y causas del trastorno, careciendo pues de contexto.

Para dotar al diagnóstico de dicho contexto, de un marco teórico desde el cual analizar lo que le sucede a la persona se emplea el análisis funcional, consistente en definir el problema mediante sus elementos contextuales, los antecedentes personales y sociales sean estos próximos en el tiempo o del pasado, así como las consecuencias que todo ello tiene en el sujeto.

Para realizarlo se debe tener en mente una teoría validada que respalde el análisis y el futuro tratamiento, si bien todas tendrán varios elementos en común como considerar como punto central del trastorno la emoción llamada tristeza. Dicha emoción se origina ante una pérdida, ya sea esta material, emocional, social o del tipo que sea, que afecta al sujeto empezando este a sentirse triste, una reacción no voluntaria cuya función es la de pedir ayuda a quienes nos rodean. El problema viene cuando por algún motivo esta reacción emocional se prolonga en el tiempo demasiado o alcanza una intensidad que impide a la persona actuar normalmente y recuperar su ritmo de vida normal, convirtiéndose en patológica y dando lugar a la depresión.

Por supuesto, el problema es bastante más complicado que esto y habría que tener en cuenta la bioquímica humana y cómo esta se ve afectada por el proceso depresivo, creando un bucle en su cuerpo que le impide salir de la situación, pues ese desajuste tiende a perpetuar el estado de ánimo negativo y apático. Sin entrar en detalles, me gustaría explicar que la depresión debe entenderse al mismo tiempo como una alteración de nuestro cuerpo, pero también de nuestra mente y es precisamente esta una de las clave para superar el problema, como veremos más adelante.

Teorías acerca de la depresión

Existen diversas teorías que explican los procesos depresivos de las cuales mencionaré las principales y las que considero que aportan más a la hora de comprender este tipo de trastornos. En primer lugar tenemos la teoría conductual, que considera como el origen de la depresión la falta de refuerzos, es decir que la persona ha aprendido que sus acciones no reciben el premio que espera, por lo que actuar es inútil. El problema es que al dejar de actuar, recibe cada vez menos refuerzos y por tanto la depresión se acrecenta y perpetúa. Siguiendo este razonamiento encontramos que el tratamiento debería consistir en reemprender la actividad buscando la recompensa de nuevo y una vez se logre recibir reforzamiento nuevamente se romperá el círculo de inactividad y pasividad, el sujeto se sentirá mejor y volverá poco a poco a su ritmo de vida normal.

Por ello es muy importante la forma de plantear el problema a la persona y cuando este nos diga que no quiere hacer nada porque no le apetece y que lo hará cuando tenga ganas, hay que hacerle ver que ha de hacer justo lo contrario. No esperar sino actuar y en cuanto las actividades le proporcionen el ansiado refuerzo es cuándo empezará a sentirse mejor.

Otra teoría de importancia capital para entender los trastornos depresivos es la cognitiva, la cual interpreta que son resultado de la propia forma de pensar del paciente, afectada por lo que llamamos distorsiones cognitivas. Estas distorsiones consisten en la percepción errónea de la realidad de forma generalmente negativa. Este sesgo hace al sujeto valorar negativamente su contexto, su futuro y a sí mismo/a.

Por tanto es muy importante saber reconocer este tipo de pensamientos negativos espontáneos, analizarlos y procurar cambiarlos por otros más racionales y objetivos. Es buena idea por ejemplo hacerle saber al sujeto que cuanto más piense acerca de un tema, en realidad cada vez tenderá a dedicarle menos esfuerzo cognitivo y automatizará esas ideas, generalizando su aplicación a otros contextos similares y estableciendo un filtro depresivo que le hará verlo todo más negativamente.

Si en cambio el sujeto entiende cómo funcionan sus pensamientos automáticos estará más preparado para analizarlos de forma racional, aunque en muchas ocasiones será complicado cambiarlos y además evitar que retornen. Es por ello que la batalla contra la depresión puede ser difícil, aunque desde luego no imposible de vencer.

Una distorsión cognitiva bastante habitual sería la indefensión aprendida, término que indica una sensación de desesperanza tal que el sujeto no actúa ni intenta resolver sus problemas, pues piensa que nada de lo que haga saldrá bien ni servirá de nada. Como vemos, enlaza con la teoría conductual.

Por último, no puedo olvidar las teorías de cariz biológico, centradas en los desequilibrios en nuestro organismo que propician la aparición de la depresión y su mantenimiento. Mediante estudios enmarcados en estas teorías sabemos cómo nos afecta biológicamente la inactividad y los estados depresivos o de apatía, así como también cómo superarlos. Y es que esta química funciona en dos sentidos, pues si un cambio en los neurotransmisores nos produce esas sensaciones y nos lleva a la inactividad, cosa que afecta todavía más a nuestra química interna, también es cierto que si empezamos a movernos, a realizar actividades y recuperamos nuestros refuerzos sociales y materiales, romperemos la cadena y recompondremos nuestro equilibrio interno. Por supuesto, otros aportes al respecto serían los fármacos antidepresivos, de los que hablaré en otra ocasión.

Como vemos, aunque cada teoría se centrar en unos elementos concretos, nada impide combinarlas y analizar cada caso individualmente teniendo todo esto en cuenta, pero centrándonos en el paciente en particular, su contexto y vivencias.

Tratamiento

Así pues, según el tipo de problema, las características de la persona y su situación, se podrá abordar el trastorno con un tratamiento u otro, según el especialista considere más adecuado. Existen tratamientos farmacológicos y otros más centrados en los síntomas conductuales, pero hoy me centraré en el tipo de psicoterapia más popular al ser la que ha demostrado obtener mejores resultados, la terapia cognitiva-conductual, que además es la que uso habitualmente junto con ciertas aportaciones de la psicoterapia interpersonal.

Este tipo de tratamiento propone varios objetivos agrupados en dos grupos:

  • Aprender a evaluar las situaciones y sucesos de forma realista y objetiva, no sesgada ni negativa.

    • Aprender a tener en cuenta todos los datos disponibles y no solo aquellos que confirmen las ideas sesgadas.

    • Saber formular explicaciones alternativas a las automáticas, más racionales.

    • Uso de experimentos conductuales, es decir, implementar nuevos comportamientos que generen nuevas oportunidades y resultados distintos a los que se venían produciendo, buscando así una mejora en cuanto a la resolución de problemas y la interacción social.

  • Recuperar y mejorar las relaciones sociales, eliminando los déficits al respecto:

    • Entrenar en habilidades sociales para evitar el sufrimiento excesivo no adaptativo en las relaciones propias.

    • Mejorar el autoconcepto y la autopercepción, es decir, la forma en que el sujeto se ve a sí mismo y los atributos que considera tener.

    • Aprender a asumir las pérdidas, ya sean amistades, familiares o simples pérdidas materiales por importantes que puedan parecer.

    • Eliminar el déficit interpersonal, que en la depresión suele tomar forma de aislamiento social.

    • Cambiar la conducta pasiva o agresiva por una más asertiva. La asertividad consiste en la defensa de los propios intereses y opiniones, respetando al interlocutor y lo que intenta comunicarnos, mejorando pues el entendimiento entre ambas partes y la relación.

Para cumplirlos, el psicoterapeuta utilizará diversas técnicas de tipo conductual y cognitivo, siendo empleadas las primeras generalmente al principio del tratamiento a fin de que el sujeto recupere su normal funcionamiento cuanto antes mejor, y las segundas se van agregando poco a poco para evitar nuevas distorsiones cognitivas e ideaciones depresivas (pensamientos negativos y automáticos). En suma se trata de ayudar al paciente a recuperar su vida y luego darle herramientas para que la preserve, evitando así recaídas.

Algunas de estas técnicas son la programación de actividades y el compromiso de cumplirlas, el entrenamiento en asertividad, la observación y registro del pensamiento propio, la práctica cognitiva, modificación de la autopercepción y autoconcepto, así como el aprendizaje e información respecto a la relación entre depresión, pensamiento, sentimiento, sensación y conducta. Cada una de estas técnicas tiene su utilidad y se utilizarán o no según el caso concreto. Para no dilatar el texto, las explicaré en futuras entradas.

Bibliografía:

DSM-5. Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales.

La Depresión, por J.A. García Higuera.

Terapia cognitiva de Beck para la depresión, por Elia Roca