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Es posible que los niños y niñas pregunten sobre lo que ha estado sucediendo estos días: «¿Qué es la DANA?», «¿Por qué llueve tanto?», «¿Va a llover tanto aquí también?» Al fin y al cabo, es inevitable que lo oigan en nuestras conversaciones, que lo vean en fotografías o en las noticias o incluso que, en el peor de los casos, lo hayan experimentado. Por tanto, es natural que se preocupen ante algo de tal magnitud, algo que les va a resultar difícil de entender y que puede poner su mundo patas arriba. Asimismo, es natural que queramos ayudarles para que les afecte lo mínimo posible. ¿Qué podemos hacer al respecto?

Pregunta y explica

Pregúntales qué han oído: Invítale a que te cuente lo que sabe de la DANA, a que comparta aquello que le preocupa, lo que cree que ha sucedido. Así podrás saber cuánto de realidad y cuanto de imaginado hay en la información que manejan. De este modo podemos a su vez, no darles información adicional que solo vaya a generarles más miedo, sino que nos podemos limitar a clarificar lo que ya han oído o visto, y añadir a ello información que les dé un contexto en el que sentirse seguros. Además, así sabremos también qué emociones siente respecto al suceso: Curiosidad, desconcierto, miedo, tristeza, ansiedad, enfado, etc. Según sea el caso, deberemos abordar la conversación de un modo u otro.

Explica el suceso de forma sencilla, utilizando experiencias que ya conozcan y extrapolando: «¿Recuerdas aquella vez que llovió tanto? Pues a veces sucede que llueve más, entonces…». Adapta la explicación a la edad y momento evolutivo (piensa en cómo le hablas a este niño o niña normalmente e intenta ajustarte a ello). Con niños pequeños merece la pena evitar términos como catástrofe o emergencia y utilizar metáforas simples, basadas en aquello que conocen: «¿Recuerdas cuando estabas regando las plantas, se te cayó la regadera y se mojó todo el suelo?»

Tranquilidad y seguridad

Si bien es importante que podamos resolver sus dudas, más importante es aún que logremos hacer que se sientan seguros/as. Deben saber que estamos aquí para protegerles, que no han de preocuparse por su integridad física y que si tienen miedo o les preocupa lo que pueda pasar deben decírnoslo para que podamos ayudarles también a nivel emocional. Y aunque pueda ser difícil, más aún si nosotros/as mismos/as tenemos dudas al respecto, hay que explicarles que hay organismos y recursos destinados a ayudar ante estas situaciones: bomberos, médicos, equipos de rescate e incluso personas voluntarias. Si tienen la sensación de que están rodeados de personas dedicadas a que no les suceda nada malo, podrán vivir su día a día con más tranquilidad, sintiendo que existe una comunidad que vela por su seguridad.

Y para que se sienta seguros/as, también será importante respetar sus tiempos. Procesar todas estas emociones, escucharles y dejar que hablen, todo ello requiere de tiempo. No podemos iniciar y terminar esta conversación cuando queramos, ni antes de lo que necesiten, ni alargarla más de lo que quieran. Y si consideras que tras terminar de hablar aún hay aspectos de la DANA que deberían de conocer, pero de los que no habéis hablado, déjalo para más adelante, cuando estén receptivos o si saca el tema de nuevo (y para ello, recordad dejar claro que pueden volver a preguntar lo que quieran cuando quieran, así como contarnos cómo se sienten).

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Comprensión y ayuda

Valida sus sentimientos: Di explícitamente que pueden expresar cómo se siente sobre lo que ven y oyen, no asumas que ya lo saben. No hagas preguntas cerradas como «¿Tienes miedo?», es mejor utilizar preguntas abiertas como «¿Cómo te sientes?». Así no damos nada por hecho y dejamos espacio a que expresen de forma clara y sinceras sus sentimientos. Ante sus emociones, no intentes neutralizarlas, valídalas con frases tipo «Es normal que te sientas así». Nuestro objetivo con esto es que sepan que sus emociones son naturales, que no hay nada malo en ellas. Además, si observamos que les cuesta expresar estas emociones con las palabras, podemos buscar métodos alternativos, como el dibujar.

Por último, si tras atenderle observas que su nerviosismo, tristeza, ansiedad o miedo no disminuye, sino que se mantiene o que va a más, considera solicitar ayuda desde un servicio de atención psicológica para la infancia, a fin de que reciban ayuda especializada que pueda valorar el nivel de afectación y los pasos adecuados que se han de seguir. Si crees que tu hijo/a pudiera necesitar este tipo de ayuda, deja un mensaje al final de este post o utilizando la opción de contacto, arriba a la derecha en esta web, coméntanoslo y le atenderemos y/o buscaremos el recurso que sea más apropiado según el caso.

El confinamiento debido al coronavirus (Covid-19) sigue vigente en España y en otras muchas naciones del mundo, de forma más o menos estricta según las circunstancias personales de cada uno. Esta particular situación nos puede ser difícil de sobrellevar a los adultos, ya no digamos a los más peques de la casa. Lo esperable es que las quejas vayan creciendo en muchos casos si no les ayudamos a entender, sin alarmismos, la gravedad de la situación y la necesidad de las medidas que estamos tomando.

Adaptar el mensaje

Como ya comentamos en anteriores entradas, lo que buscamos es aportar a los pequeños la información necesaria para que entiendan que sucede a su alrededor, qué pueden esperar y qué deben hacer, sin por ello abrumarles con datos innecesarios. En general, no es buena idea ignorar los miedos o dudas que puedan tener, quitándoles importancia o respondiendo con fórmulas como «son cosas de mayores», las cuales les causarán más inquietud que otra cosa. Al fin y al cabo, hay que pensar que ya llevan suficiente tiempo viviendo esta situación como para sentirse parte de ella, con lo que no podemos apartarlos del asunto sin más.

No obstante, tampoco podemos responder a sus preguntas acerca del coronavirus tal y como lo haríamos con un adulto, sino que deberemos adaptar el mensaje a la edad y conocimientos del niño. Se trata de informarlo buscando siempre que, mediante la comprensión, se sientan más confiados y seguros ante la situación. Uno podría preguntarse si estas explicaciones son necesarias, pero es que en caso de no tenerlas lo más probable es que recurrieran a fuentes alternativas de información. El ser humano por naturaleza necesita entender su entorno para poder gestionarlo y los niños y niñas no son una excepción a ello, por lo que si no obtienen respuestas a sus preguntas o bien estas son ambiguas o poco convincentes, las buscarán en otro lado, como buscando por internet, a través de sus amistades o bien mediante su propia imaginación. Estos últimos procesos, por cierto, no son exclusivos de los menores y son uno de los pilares de la proliferación actual de bulos respecto al Covid-19 que estamos viviendo estos días.

Volviendo al tema que nos ocupa, según la edad del menor podríamos usar desde explicaciones similares a las que utilizamos entre adultos (para preadolescentes, por ejemplo) a gráficas, analogías, cuentos o dibujos (para los niños más pequeños).

Sinceridad y límites

Aún con todo, no queremos saturarlos con información innecesaria. Se trata pues, no solo de adaptar la forma en que se les informa, sino también lo que se les dice (el contenido del mensaje) y en qué momento. Para evitar dicha saturación, deberemos normalizar el tema lo máximo posible, dejando claro que pueden preguntar siempre que lo deseen. De esta manera nos aseguramos que nuestra explicación no se limite a un único episodio que dejaría sin resolver las dudas que de seguro irán surgiendo más adelante. Debemos evitar pues, que el coronavirus acabe convirtiéndose en un tabú en nuestra casa.

En este sentido, puesto que lo que buscamos en todo momento es fomentar su confianza, deberemos ser todo lo sinceros posible. Así, si nos preguntan algo que no sabemos, deberíamos ser honestos y responder en consecuencia. Eso sí ¡hay que evitar deprimirse por ello! Si no sabemos algo, siempre es buen momento para buscar las respuestas juntos. Puede ser un ejercicio didáctico y a la vez servirá para unirnos más. Si, en cambio, es una pregunta de la cual no hay forma de saber la respuesta segura (por ejemplo «¿cuándo podremos salir?» o «¿Iremos este verano al pueblo de los abuelos como todos los años?»), lo mejor será decir claramente que no lo sabemos, pero explicando el motivo. Así, aunque no resuelvan su duda, tendrán alguna clase de respuesta, lo cual puede minimizar la ansiedad que les causaría la incerteza absoluta que tendrían en caso contrario.

Tema a parte serían los enfermos y/o fallecidos, ya que hablar de ello abiertamente delante de los pequeños puede hacerles entrar en pánico, tanto por sus vidas como por las de sus seres queridos. En este aspecto, será mejor limitar la información y datos a los que consideremos justos y necesarios, según nuestro caso particular.

Informar, actuar

Lo mejor de mantenerlos informados no es solo que eliminaremos la incertidumbre, sino que les daremos la oportunidad de participar activamente en su propia protección y en la de sus queridos. Al fin y al cabo, saber que están manteniéndose en casa no solo para protegerse, sino para ayudar a salvar vidas tanto de conocidos como de desconocidos, puede ser una gran motivación para ellos.

De igual manera, hay que hacerles partícipes del resto de actos necesarios para mantenernos protegidos, como lavarse las manos con frecuencia y realizar el resto de actos preventivos que las autoridades sanitarias indiquen. Si llevamos a cabo todo lo dicho, tendrán motivos de sobra y la información necesaria para hacerlo. ¡Piensa que el aprendizaje de este tipo de conductas les resultará útil, no solo durante estos días, sino también en un futuro!

Algunos consejos para que adopten estas conductas son:

  • Para los niños pequeños, instaurar la costumbre mediante canciones o juegos. Recordemos que no se trata solo de lavarse las manos, sino de hacerlo concienzudamente.
  • Al toser, debemos hacerlo sobre el codo, cubriéndonos boca y nariz, o bien utilizando un pañuelo que desecharemos al momento. Para entender la importancia de ello, podemos hacer referencia al hecho que la gente en la calle está usando mascarilla por este mismo motivo. Si es necesario, podríamos compararlo con un escudo o técnica secreta que nos sirve para defendernos del coronavirus (así como de otros virus y enfermedades).
  • Por idénticas razones, explicar porqué debemos evitar tocarnos los ojos, nariz, boca y pelo, sobre todo si hemos de salir de casa por cualquier motivo. De nuevo, podemos ilustrar dicha necesidad con el hecho que la gente está usando guantes en la calle y en su trabajo, ¡aunque debemos hacer énfasis en que no por llevarlos podemos tocarnos! Para lograrlo, podemos hacer que sea un juego («¡Quien se toque la cara con las manos, pierde!»).
  • En relación a lo anterior, explicar que por idénticos motivos no podemos tocar el móvil con las manos sucias y que en todo caso deberíamos limpiarlo antes de usarlo de nuevo, pues su superficie podría también ir recogiendo estos «bichitos».
  • Para incrementar la implicación de los niños y niñas en todo lo anterior, debemos predicar con el ejemplo. Los adultos en casa son el principal referente de los menores, por lo que es especialmente importante, tanto por ellos como por nosotros, que sigamos las normas de higiene estrictamente. Si las realizamos nosotros y les pedimos que nos imiten, será mucho más probable que las interioricen y entiendan cuan importantes son.

Parte 1

Parte 3 (Próximamente)

El estado de alarma sigue, con todo lo que ello implica. Por ello, sigo ofreciendo todos mis servicios también en modalidad telemática mediante videoconferencia. Además, y con motivo de la cuarentena por el coronavirus, atenderé consultas breves relativas al efecto psicológico de la misma vía e-mail o mediante el formulario de contacto, de forma gratuita. Tened paciencia y ¡mucho ánimo a todos y todas!

Últimamente las vidas de todos se han visto trastocadas a causa del brote de covid-19 (coronavirus) y las de los niños y niñas no iban a ser menos. De hecho, las suyas pueden llegar a verse todavía más afectadas debido a que no están en posición de entender todo lo que está pasando a su alrededor. No nos engañemos, si nos puede costar a nosotros asimilarlo, ¿cómo no les va a costar a ellos?

Por eso es importante que, en la medida en que podamos, les ayudemos a entender lo que está sucediendo para así mitigar la ansiedad y el estrés que ello les pueda producir.Hablamos sobre todo de niños mayores de cuatro años y hasta llegada la adolescencia o un poco antes, ya que los más pequeños que este rango no están capacitados para entender algo tan grande como lo que nos está sucediendo y probablemente no sea siquiera necesario. Por su parte, los más mayores ya poseen inteligencia y compresión del mundo suficientes como para poder entender lo que estamos viviendo, aunque sea con nuestra ayuda e información. Fuera como fuese, deberemos adaptar todo lo que sigue a nuestro caso, pues cada niño es al igual que cada adulto, distinto.

En primer lugar, conviene tener claro qué información merece la pena recalcar al niño y cual no. Así pues, informaciones de las que no estemos seguros (todo lo que no venga de fuentes oficiales sin ser antes contrastado con estas) deberán ser desechadas en este sentido. Lo mismo vale para informaciones que intuyamos que pueden cambiar (como la fecha aproximada en que esto terminará). En general, la información que debemos transmitirle al menor es aquella que le pueda ser útil para protegerse contra el covid-19, así como para sobrellevar mejor la cuarentena y los efectos psicológicos de esta, además de aquella que nos pida activamente (si lo consideramos oportuno y siempre elaborada de tal manera que la pueda entender).

¿Qué es el Coronavirus?

Así, un punto central de nuestra explicación debería ser «Qué es el coronavirus», remitiendo al niño a sus clases de ciencias naturales (normalmente relacionan lo aprendido en el colegio con información fiable, lo cual nos servirá para afianzar su entendimiento al respecto al enlazar conceptos) y a los conceptos que estuviera dando este año en dicha asignatura. Niños mayores podrán entender conceptos más complejos como lo que es un virus, mientras que con otros más pequeños podemos comparar el Covid-19 con otras enfermedades que les sean más cercanas como resfriados, gripes, «tener calentura», «tener mocos» y explicar que es algo similar pero más grave. Una vez entendido que el causante de todo esto es «el bichito de marras», podremos hacerles entender la importancia de cuidar nuestra higiene, más que nunca.

Un aspecto a recalcar en aquellos niños en los que veamos una preocupación al respecto que pueda convertirse en ansiedad e incluso miedo, es que el coronavirus no puede moverse por sí mismo, por lo que estando en casa es como mejor estamos protegidos contra él. Mediante este razonamiento, le decimos al pequeño que no tiene nada que temer y que su casa sigue siendo un lugar seguro, pero que deberá tener paciencia (como todos) hasta poder salir de nuevo. Además, esta información nos servirá luego para ayudarlos a entender por qué no están yendo a clase, por qué no pueden salir y cualquier otro detalle que les perturbe respecto a nuestra situación actual.

Primer paso: Informarse

Como decía, para informar a nuestros hijos debemos antes informarnos nosotros. Una vez comprendamos toda la situación y los aspectos que la condicionan, podremos usar dicha información para explicarles lo que sea necesario. Si no realizamos este primer paso, o nos informamos de fuentes con escasa fiabilidad (ej: mensajes de Whatsapp), nuestra información y visión del asunto será cambiante y confusa, al igual que la que les transmitamos a ellos. El problema es que los niños y niñas pequeños son mucho más sensibles que nosotros a esa incerteza, afectándoles más a nivel psicológico.

Una vez estemos informados (como ya se ha dicho, preferentemente por canales oficiales) podremos empezar a aclararles las dudas que puedan tener, buscando siempre transmitirles seguridad y calma. Por ello, conviene buscar un momento en que nosotros mismos estemos calmados, para no transmitirles justo lo contrario sin querer.

Segundo paso: Informar

Mejor acercarnos nosotros y explicarles en líneas general lo que sucede, pues si esperamos a que lo pregunten, lo que puede pasar es que se lo estén preguntando pero no formulen dichas cuestiones en voz alta, por miedo o vergüenza, acumulando poco a poco ansiedad hasta que esta sea insostenible. Como muchos sabemos, la imaginación suele ser peor que la realidad, más aún sí hablamos de la imaginación desbordada de los más pequeños.

Además, mejor que la conversación sea precisamente eso, un diálogo y no un monólogo. Si convertimos la explicación en una clase magistral seguro que al niño le quedan muchas dudas y además se le generan otras que tal vez siquiera tenía. Mejor será darle pie a que hable y pregunte, para así poder responder y corregir información errónea que tenga, que haya malinterpretado o que se esté imaginando.

Aunque parezca extraño, para generar esa sensación de tranquilidad, es mejor ser sinceros. Si el niño entiende el peligro que implica el virus, estará más motivado a realizar las conductas de protección que le hemos enseñado (quedarse en casa, lavarse las manos, no abrazar en seguida a quién entra en casa, etc.). Aún así, hay que evitar a toda costa el catastrofismo, que es lo que podría hacerles sentir pánico. Se trata de ser sinceros, no fatalistas.

Según la edad y si lo preguntan, podemos informarles con más o menos detalle sobre los síntomas que causa el Covid-19, recalcando que la mayor parte de la gente se recupera al padecerlo y que en buena parte lo hacemos para proteger a nuestros mayores. De esta manera el niño sigue teniendo una motivación para actuar contra el virus, pero no se sentirá directamente en peligro, lo que posiblemente le generaría mucha más tensión emocional.

En caso de niños que por algún motivo se sientan en peligro personalmente, se aconseja no ignorar estos miedos. Se les puede recordar los síntomas (si no los tienen) y que incluso si sufrieran el coronavirus no les sucedería nada, pues serían atendido por médicos. También puede ser útil hacerles saber que se está trabajando en una vacuna y que seguramente esté disponible pronto.

Espero que todo ello os ayude a calmar los ánimos en casa y mantener el bienestar de toda la familia. Sé que la actual es una situación que merece ser tratada en detalle, por lo que a lo largo de los próximos días publicaré más textos relativos al Covid-19, incluida la segunda parte de este. Por otra parte, sabed que desde la semana pasada ofrezco todos mis servicios también en modalidad telemática mediante videoconferencia. Además, y con motivo de la cuarentena por el coronavirus, atenderé consultas breves relativas al efecto psicológico de la misma vía e-mail o mediante el formulario de contacto, de forma gratuita. Tened paciencia y ¡mucho ánimo a todos y todas!

Parte 2

La psicología como ciencia aplicada está cada vez más presente en nuestras vidas, pudiendo encontrarla en el ya clásico ámbito terapéutico, el judicial en su modalidad forense, el educativo y muchos otros entre los cuales se encuentra aquel del que me gustaría hablar hoy, el de las emergencias.

La psicología de emergencia es aquella que centra sus esfuerzos en estudiar y posteriormente aplicar el conocimiento psicológico a las situaciones de crisis o catastróficas y a evitar o paliar las consecuencias que estas tienen en los individuos afectados. Y es que ante un desastre los individuos y los grupos humanos que conforman pueden verse perjudicados, tanto antes como después y durante el evento en cuestión.

Para mitigar los efectos perniciosos que de estas situaciones se puede derivar, el psicólogo de emergencias posee estrategias para intervenir urgentemente, mitigando los daños psicológicos y las respuestas no adaptativas, facilitando además la posterior rehabilitación. Por tanto, no se busca eliminar un sufrimiento que en realidad normalmente no podrá ignorarse, sino apoyar a las personas de modo que sufran lo justo y necesario, superen la situación y, cuando su entorno se estabilice nuevamente, tengan una mayor probabilidad de recuperarse sin secuelas.

¿Qué es una emergencia?

Aunque pueda parecer una pregunta banal, conviene preguntarse qué entiende la psicología como una emergencia y qué diferencias hay entre cada situación desde el punto de vista del psicólogo.

Empezaríamos diferenciando entre situaciones individuales o colectivas, según afecten a una persona en particular o a un grupo más o menos grande de gente. Por otro lado estos sucesos pueden tener distinto origen y forma, pudiendo ser naturales, tecnológicos, bélicos o sociales:

  • Naturales: Categoría referidas a sucesos causados naturalmente como pueden ser los terremotos, tornados o inundaciones, pero también pandemias o ataques de animales salvajes. En general estos sucesos suelen afectar a individuos de forma aleatoria pero se dan con más probabilidad en zonas geográficas proclives a ello (en el caso de los fenómenos climáticos o geológicos) o con un mayor déficit sanitario (bacteriológicos).
  • Tecnológicos: Aquellos sucesos acaecidos por deficiencias en las infraestructuras creadas por la humanidad o accidentes, como pueden ser los derrumbes, incendios industriales, inundaciones al romperse diques o presas, accidentes ferroviarios, aéreos o de circulación.
  • Bélicos: La guerra, con sus consecuentes ataques que normalmente afectan no solo al bando opuesto sino también a la población civil con bombardeos, armas químicas y nucleares, asaltos armados y campos de minas entre otros. Se diferencia del anterior grupo en que si aquel era producto de defectos o fallos, los sucesos bélicos se producen por voluntad en el sentido de que los elementos usados se han ideado para dañar o incluso matar.
  • Sociales: Categoría referida a los actos terroristas (al no formar parte estos de una guerra abierta), el hambre sufrida por los más desfavorecidos, actos de secuestro o revoluciones y manifestaciones que derivan en violencia. Funciona pues como cajón de sastre, pero aúna situaciones cuyo origen es activa o pasivamente humano.

Y esto nos lleva al siguiente aspecto a tener en cuenta, que es la existencia o ausencia de intencionalidad. Como hemos visto, la catástrofe puede sobrevenir debido a numerosos factores, como los fallos mecánicos, fenómenos naturales y humanos. Sin embargo entre estos últimos se puede distinguir entre los que son causados accidentalmente y aquellos que en cambio suceden a propósito.

Víctimas de terrorismo

Entre ambos tipos de catástrofe no hay mucha diferencia aparente en cuanto a las consecuencias, pues en los dos casos podemos prever una situación de emergencia debido a las consecuencias negativas que surgirán de forma inmediata. No obstante, el saber que lo sucedido es obra de un individuo concreto y que este lo ha causado intencionalmente puede producir efectos distintos en cuando al daño psicológico sufrido, el mantenimiento o no de las secuelas y los potenciales trastornos que podrían aparecen en las víctimas.

En concreto, es más probable que los efectos negativos sufridos sean más intensos y las secuelas más severas y duraderas cuando la emergencia haya sido causada por un autor intencional. La diferencia estriba en que la mente humana necesita asumir la inevitabilidad de lo sucedido para aceptarlo como una desgracia que no podía haber evitado, pero esto resulta mucho más difícil cuando se sabe que lo ocurrido ha sido por decisión de un individuo. Superar la crisis será en esta caso más complicado pues además de la tristeza y la ansiedad, los afectados han de lidiar con la rabia y la impotencia que sienten.

Por poner un ejemplo, la persona que sufre un atentado ha de retomar su ritmo de vida normal superando las posibles secuelas físicas sufridas, pero además lo ha de hacer con la consciencia de que en cualquier momento se puede producir un nuevo ataque de forma inesperada, lo cual a priori él o ella no podrá prever. A partir de ese momento, ciertas etnias o grupos, algunas declaraciones políticas, noticias e incluso lugares, serán percibidos e interpretados desde el particular prisma de la víctima. Por supuesto que todo ello se puede superar, pero no podemos desdeñar las dificultades añadidas a las ya existentes en el resto de catástrofes.

Otro elemento que determinará la gravedad de las lesiones y secuelas psíquicas sufridas será en grado en que la persona fue afectada (Taylor y Frazer, 1981-1987). Así encontraríamos:

  • Víctimas de primer grado o reales: Las que sufren el impacto y daño de forma directa.
  • De segundo grado: Familiares o amigos de las víctimas reales, que sufren la angustia y preocupación en el momento e inmediatez posterior, y el estrés derivado de ello y el que se genera durante la posterior recuperación.
  • De tercer grado o víctimas ocultas: Integran los equipos de respuesta ante la emergencia, quienes se ven afectados por el peligro al que se exponen y por el desgaste emocional y mental que supone tal situación.
  • De cuarto grado: Grupo referido a la comunidad en su conjunto, en el sentido de que esta se ve sacudida por los hechos y todos sus miembros se ven afectados emocional y materialmente en grado diverso.
  • De quinto grado: Aquellos que tienen conocimiento de los hechos a través de los medios de comunicación, quienes a pesar de la distancia puede sentirse en peligro por diversos motivos.
  • De sexto grado: Este último grupo se refiere a las personas que no se encontraban en el lugar de los hechos pero podrían haber estado, por ejemplo si pretendían ir de vacaciones a cierto lugar donde finalmente no fueron y en esas fechas ocurrió allí una desgracia. En este grupo el sentimiento predominante es la culpa, aunque por lo general el sujeto no tenga responsabilidad alguna en los hechos y no podría haberlos evitado o paliado.

Para clarificar lo anterior, son los primeros grados o niveles los que sufren mayores lesiones, en más cantidad y con mayor probabilidad de generar secuelas. Un caso práctico reciente sería el del atentado perpetrado en Barcelona el pasado mes de Agosto. En este ejemplo las víctimas de primer grado serían los muertos y heridos en el acto terrorista, mientras que las de segundo grados serían todas aquellas personas cercanas emocionalmente a esas víctimas, como pueden ser sus familias y amigos íntimos.

El tercer nivel corresponde a las fuerzas policiales, militares, bomberos, equipos médicos y paramédicos, así como profesionales de la salud mental que brindaron su apoyo a las víctimas en los momentos posteriores al atentado. El cuarto grado en este ejemplo son los habitantes de la ciudad catalana, quienes aunque no presenciaran el suceso pueden sentir la amenaza que se ha cernido sobre ellos.

En quinto lugar tenemos al resto de España e incluso parte del extranjero donde también tuvo repercusión la noticia. En el mismo sentido que el anterior grupo, es difícil no sentirse amenazado ante un peligro que parece surgir de la nada, de forma impredecible y con una capacidad dañina tan grande. La lejanía atenúa en cierta medida esas sensaciones y sentimientos, pero esta no siempre es garantía de seguridad como sucede en el caso que nos ocupa. El hecho de que los atentados se sucedan con cierta continuidad desde hace un tiempo y parezcan ampliar cada vez más sus objetivos hace difícil desdeñar el potencial peligro. Sin ir más lejos, la ciudad de Xátiva, aparentemente sin relación alguna con Barcelona, estaba en alerta durante esos mismos días al estar celebrándose la Feria, evento al cual acuden miles de personas, y haber sido amenazada por grupos terroristas con anterioridad.

El sexto grupo englobaría a las personas que, en este caso, planeaban estar en Barcelona esos días pero finalmente no fueron, así como a los propios habitantes de la ciudad o turistas que pensaban transitar la zona de la Rambla pero no lo hicieron en ese justo momento, por fortuna para ellos.

Lesiones y secuelas psicológicas

Los daños psicológicos que sufren las víctimas de una catástrofe de alguno de los tipos mencionados pueden tomar formas muy diversas. Es deber del psicólogo de emergencias saber discernir entre los diversos síntomas posibles y atribuirles una gravedad y prioridad, así como conocer el tratamiento urgente adecuado. Nótese que dichos tratamientos no son equivalentes a los de las diversas psicoterapias usadas para cada trastorno, ya que aquí deberá adaptarse al contexto del suceso, así como a la urgencia del momento.

Las secuelas psicológicas que sufra cada individuo vienen determinadas por la combinación del suceso, el contexto y características de este, más los propios factores personales de la persona en cuestión, como su personalidad, experiencias vitales, apoyos, etc.

La sintomatología más típica son los estados emocionales relacionados con el miedo y la ansiedad, que pueden tomar la forma entre otros de bloqueos o parálisis similares a la catatonia, ataques de pánico o el desarrollo posterior de fobias. Hablamos de miedos pero de entre ellos destaca sobre todo uno, el miedo de muerte, que se refiere a la angustia generada por el miedo a morir o a que mueran seres queridos, con el consiguiente malestar que esto causa en el individuo.

Es precisamente este miedo a morir un elemento que añade todavía más peligro al suceso catastrófico. Cuando el sujeto se encuentra entre un grupo y sucede un evento que entraña un evidente peligro, se activan los instintos de supervivencia de la persona y la toma de decisiones pasa a su estado más básico. No les pasa a todos pero si a una mayoría, que en estas situaciones buscará el refugio del grupo, despersonalizando sus acciones e imitando al resto. Por ejemplo, si se oye una explosión y todo el mundo se marcha corriendo en una dirección, la mayoría tenderá a seguir esa misma dirección y mezclarse con la estampida, a riesgo de sufrir lesiones debido a la violencia implícita en la marea de gente que luchará por salvarse.

En próximas entradas desarrollaré en detalle estas posibles consecuencias psicológicas y la labor del psicólogo de emergencias.

Bibliografía:

Impacto psicológica en el trabajo de emergencias y desastres en equipos de primera respuesta. Por A. Palacios, L. Condori y V. Ego-Aguirre.

La psicología de emergencias: una nueva profesión. Por MJ Ochoa.